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Los tres flancos de la operación Kitchen: el control de daños, el chantaje y la caja B

Bárcenas portaba un inhibidor de frecuencia para que no lo grabasen con micros ocultos

Luis Bárcena comparece en la comisión de investigación de las Cortes Valencianas, el 15 de febrero de 2018 MIKEL PONCE
Isabel Vega

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El operativo «parapolicial» desplegado por el Ministerio de Interior «extramuros» de la autoridad judicial para robar al tesorero del PP Luis Bárcenas documentación «comprometedora» que pudiera guardar del PP y de sus dirigentes tuvo muchas vertientes, según obra en el sumario.

Por un lado, la aparente misión de «control de daños» para el PP ante la sospecha de que Bárcenas atesoraba audios de conversaciones complicadas con el entonces presidente, Mariano Rajoy, la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, y el líder del PP andaluz, Javier Arenas ; por otro, la ocultación a la Audiencia Nacional de cualquier documento que fuese a engordar la investigación abierta por la presunta financiación irregular de los populares. También la posibilidad de que el «botín» pudiera convertirse en una herramienta de presión o «chantaje» en caso de necesidad para los implicados, el comisario jubilado José Manuel Villarejo y el también retirado Enrique García Castaño, como se desprende de las conversaciones entre ambos y con terceros.

Y una última vertiente, apuntada por la Udef en su revisión de los papeles de la causa: recabar información para «conocer las vulnerabilidades de la persona (Bárcenas) y su entorno para aprovecharlas como arma en una negociación» .

Cuando se desplegó Kitchen, allá por julio de 2013, Bárcenas acababa de ingresar en prisión provisional tras la difusión de sus ya célebres «papeles» sobre la presunta caja B del partido. Los policías investigados se afanaron en captar a su chófer, Sergio Ríos, que conducía ya sólo para la esposa, Rosalía Iglesias, y además de encomendarle localizar el zulo donde podrían ocultar esos supuestos «pendrives» con indocumentos, le sacaban información sobre él. Averiguaron así que tenía una serie de «teléfonos rojos», terminales antiguos, sin conexión a la red, para hablar de forma segura con determinadas personas.

También que se cuidaba mucho en ese plano. Ríos cuenta a Villarejo que su jefe «esas cosas sí las hacía bien» . Obligaba al chófer a llevar el móvil en modo avión cuando estaban juntos, tenían «un inhibidor delante y otro detrás» en el coche y escaneaban con frecuencia en busca de micros ocultos. «Cuando bajaba con la chaqueta llevaba el inhibidor puesto. Por eso muchas veces cuando le preguntaban (los periodistas) no escuchaban porque no les funcionaban los micros. En el maletín que siempre sale en todas las imágenes, ahí llevaba un inhibidor, que lo tengo yo en casa», contó Ríos.

Se confirma el dinero negro

Los involucrados consiguieron algo de documentación que aparecería después entre los archivos de Villarejo cuando fue detenido o en la prensa. Por una parte, constan archivos digitalizados de asuntos diversos, como la contratación de un servicio de avión o el coste de la edición de un libro de Rajoy. Pero, por otra, figuran unas anotaciones manuscritas que según la Udef que investiga Gürtel, si bien no son «nuevos ni ampliatorios» de la documentación que obra, «confirman la veracidad del contenido de la misma en el sentido de la existencia de dinero negro recibido por el Partido Popular con origen en donantes adjudicatarios de obra pública» .

El juez ha reactivado esta parte de la pieza y ha acordado nuevas diligencias para esclarecer algunos de esos movimientos de fondos.

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