Los periodistas, el único público del juez
O sus partidarios se durmieron o ya les ha llegado el mensaje de que Garzón no quiere manifestaciones de apoyo porque le perjudican. Cuando llegó al Supremo, serio y andando desde su despacho de la Audiencia Nacional, sólo pudo oír el «¡Inocente, inocente!» que proclamó ... una mujer como si coreara el «torero, torero», pero con menor entusiasmo.
El magistrado, traje oscuro, corbata nazareno, chubasquero beige y portafolios-parapeto, apareció rodeado de sus escoltas y tardó dos minutos en que le acorralaran decenas de cámaras y plumillas, entre ellos un buen número de extranjeros. Como era previsible no dijo esta boca es mía, aunque saludó a distancia a algunos conocidos.
A las 10.15 ya estaba dentro tras franquear la puerta de Marqués de la Ensenada, la destinada al público. Minutos después aparecía un sociólogo con pancarta con el mensaje «España al revés. Corruptos y fascistas juzgan al juez». Se justifica en que está harto de dictaduras. Se le unieron tres mujeres más: dos con pañolón blanco y los nombres y fotos de sus familiares desaparecidos en Argentina. La mañana desabrida y la lluvia sin tregua hicieron el resto. «Hasta el demonio se ha confabulado con los fascistas en contra de Garzón», se lamentaba una de las afines ante la ausencia de aforo. Más de cuatro horas después, el juez y su portafolios de defensa volvían a la calle. La guardia de la semana esperaba al instructor en su despacho.
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