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El PDECAT amenaza a Puigdemont con no votar la independencia unilateral

El soberanismo se debate entre tres opciones: proclamar la independencia, elecciones sin declaración y un pronunciamiento retórico con comicios autonómicos

Marta Pascal y Artur Mas, durante el Consejo del PDECat el pasado día 18. | Vídeo: La CUP se opone a la convocatoria de elecciones autonómicas en Cataluña INÉS BAUCELLS
Salvador Sostres

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Los únicos que todavía creen en la independencia real y en la resistencia contra la fuerza del Estado son los diputados de la CUP. Las demás fuerzas políticas del independentismo ya se han dado cuenta de que es imposible y tratan de transitar del modo menos arriesgado posible por el desfiladero en que se ha convertido el llamado proceso, con el clamor callejero a un lado del precipicio y al otro las consecuencias políticas, económicas y penales de la desobediencia y la rebeldía. El cálculo electoral es hoy la única prioridad de Convergència y Esquerra.

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Los tres escenarios que se contemplan son el de la CUP, que quiere una declaración unilateral de independencia con todas sus consecuencias y resistir al envite sin convocar elecciones; el de la convocatoria de elecciones sin declaración de independencia, que es el que en el fondo quieren tanto ERC como Convergència (ahora el PDECat); y el de la declaración retórica y sin efectos legales de la independencia para quedar bien con las masas pero sin causarse más problemas, inmediatamente seguido de la convocatoria de elecciones evidentemente autonómicas pero bajo el nombre de «constituyentes» para una mayor épica de cara a la galería y evitar la sensación de que se ha entrado en un interminable bucle procesista.

Este último escenario es el de Artur Mas, que el lunes por la tarde se entrevistó con el presidente Puigdemont para proponérselo, y hasta para exigírselo, bajo la insinuación de que el PDECat podría forzar la abstención de algunos de sus diputados si la independencia llegaba a votarse. A Puigdemont el cuerpo le pide hacer lo que quiere la CUP pero si no quiere presentarse para ser presidente de la Generalitat los próximos 4 años es para poder estar con su familia y no para pasarse los 25 años con que se castiga la rebeldía en la cárcel. En una situación parecida se encuentra la diputada y exconsejera de Educación, Irene Rigau, de convicciones independentistas pero condenada por el 9N y severamente advertida de que cualquier otra condena podría implicar, por reiteración, su ingreso inmediato en prisión.

Reunión con empresarios

Mientras tanto, Artur Mas, que fue quien metió a Cataluña y a los catalanes en este proceso , ha negociado cómodos plazos para pagar su multa del 9N -con la idea de finalmente conseguir el indulto- a cambio de frenar la declaración de independencia. En este mismo sentido, se ha reunido con varios empresarios de los que se han marchado para pedirles que regresen cuando «hagamos marcha atrás» refiriéndose al independentismo y en primera persona de plural. Entre estos empresarios está Salvador Alemany, presidente de Abertis.

Las amenazas de Mas a Puigdemont son indirectas, escolios a un texto implícito que suele concretar Marta Pascal, coordinadora general del PDECat. A la coordinadora y al president les separa una vieja enemistad provocada por el hecho de que Puigdemont nunca ha confiado en el empuje independentista de su propio partido ni ha incluido a sus consejeros en su círculo de confianza: ni los anteriores y fieles todavía a Mas - Munté, Borràs, Jané, etcétera - ni siquiera a sus sustitutos. Marta Pascal no se lo perdona y ha organizado contra él distintos motines: el primero y más sonado fue el que conllevó la dimisión de los consejeros leales a Mas y el segundo se está produciendo ahora con la amenaza concreta de que algunos diputados del partido optarán por la abstención si la independencia llega a votarse. Serían, además de Irene Rigau, Marta Pascal y su segundo, David Bonvehí; los independientes pero proconvergentes Germà i Josep Maria Forné y Albert Batet. Justo los cinco votos que se necesitan para evitar que entre la CUP (10) y Junts pel Sí (62) alcancen la mayoría, que está en 68 diputados.

El coste de la decepción

Al PDECat le da mucho más miedo la acción punitiva del Estado que la decepción que puedan causar a sus votantes más independentistas. Saben que la maquinaria estatal es lenta pero implacable y aunque asumen que las próximas elecciones les irá mal, calculan que podrán volver a enredar al votante clásico convergente -como han hecho en los últimos 30 años - y más si gobierna Junqueras con las izquierdas en una reedición, que prevén catastrófica, del tripartito.

Esquerra teme que a Junqueras se le acabe viendo el cinismo y tiene el doble objetivo de preservar su pedigrí independentista e intentar que no se meta en líos irreparables. Tampoco desea que la votación sobre la independencia se lleve a cabo, porque si Junqueras participa en ella podría ser el fin de su carrera política, pero espera que sea el PDECat quien quede mal evitándola.

La CUP, que nunca han engañado a nadie -sólo a ellos mismos y seguramente sin ser conscientes de ello-, está sola en su deseo de bronca y barricadas y aunque Puigdemont les envidia en la distancia , lo más probable -aunque no seguro- es que acuda el jueves al Senado, que cualquier declaración de independencia que pronuncie sea simbólica y le permita volver a casa cuando él o el Gobierno a través del artículo 155 convoque elecciones y su grotesca aventura política acabe.

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