Análisis
El «pacto de Estado» con PP y Ciudadanos como solución
Al PP no le conviene la celebración de unas nuevas elecciones porque Pablo Casado necesita más tiempo para reforzar su figura «presidenciable»
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Iniciar sesiónEl campo tras la batalla de la investidura ha dejado en el PP y Ciudadanos una sensación agridulce . Un Gobierno de coalición, aunque fuera de mínimos, entre el PSOE y Unidas Podemos habría otorgado tiempo suficiente a los dos partidos a consolidar una ... oposición drástica y contundente para desgastar a la izquierda, y poder reforzar así sus estrategias a medio plazo frente a un Gobierno, codirigido en la sombra por Pablo Iglesias, que preveían débil y conflictivo en cuestión de pocos meses. Incluso, PP y Cs manejaban la teoría de que habría sido un Ejecutivo para una legislatura de corta trayectoria, de no más de dos años, apoyada en el separatismo catalán y el nacionalismo vasco, y con enormes dificultades para poder aprobar leyes indispensables como los Presupuestos Generales del Estado.
El análisis, por paradójico que pueda parecer tras este segundo fracaso de Pedro Sánchez y de la izquierda en España, pasa por una evidencia: al PP no le conviene la celebración de nuevas elecciones tan prematuras en noviembre porque Pablo Casado necesita más tiempo para reforzar su figura «presidenciable». Y más meses para la reafirmación de un discurso de «moderación política constructiva» frente a los aspavientos sobreactuados y la progresiva radicalización del discurso que ha exhibido Albert Rivera contra Pedro Sánchez, que empieza a percibirse más como obsesivo en lo personal que opuesto en lo político.
Enfriar el proceso
En el PP concluyen que una vez que se haya enfriado este proceso de investidura tan sobrecalentado y confuso, el votante del centro derecha en España observará que la «figura política» de Casado ha crecido. No obstante, la dirección del PP asume que a partir de ahora buena parte de la presión del PSOE, de sectores financieros y empresariales, e incluso de la opinión pública, se concentrará en Génova, en la medida en que por un lado no tiene posibilidad alguna para poder gobernar con 66 diputados, y por otro, emergerá una exigencia social de «responsabilidad» y «sentido de Estado» , el «valor del voto patriótico» y, en definitiva, la conformación de un Pacto de Estado que pueda ofrecer Sánchez con tal de asegurarse cuatro años más en La Moncloa y gobernar con un mínimo de estabilidad.
Ese escenario favorecería a Sánchez, porque de una vez por todas se sacudiría la carga que representa Pablo Iglesias para el PSOE -se enzarzará en un debate interno por sus errores y el ocaso de su liderazgo en Podemos-, y por otro gobernaría como líder de un proceso de «salvación nacional» a la desesperada que muchos barones del PSOE, y algunos del PP, observarían con agrado. Sin embargo, Génova es plenamente consciente de que Sánchez ha perdido mucha fiabilidad . Casado se lo recordó el jueves, durante la fallida investidura. «Usted y yo tenemos una tarea común por delante, que es ensanchar el espacio central de la moderación, y hacerlo tan grande que de nuevo los dos podamos ganar en él (...) Pero esta semana ha dejado claro que no está dispuesto a ello».
En efecto, el Pacto de Estado -en la formulación que pudiesen llegar a pactar PP y PSOE, como gran coalición, como solución provisional hasta la celebración de nuevas elecciones en dos años, como «abstención técnica»… o como se decidiese- se presenta como una solución alternativa al bloqueo institucional que hoy vive España.
No obstante habría numerosos escollos que salvar, y no precisamente irrelevantes. El primero, que Sánchez quisiera realmente explorar esta idea. Y lo cierto es que nunca ha ofrecido indicios de ello. Ha rechazado, sin contestar siquiera, la oferta del PP de sellar hasta once acuerdos de Estado frente a la parálisis gubernativa; ha exigido un voto «gratis total» sin ofrecer nada a cambio al PP; y ha demonizado a la derecha en su estrategia de dividir a la sociedad en dos bloques ideológicos irreconciliables como coartada electoral. Difícil, bajo estas circunstancias, avanzar en nada.
Mal menor, las urnas
Es cierto que el PP estaría dispuesto, en último extremo y como mal menor, a acudir a las urnas si Sánchez no mueve pieza. Ni siquiera el arrepentimiento repentino de Podemos por su fallida estrategia de negociación con el PP va a satisfacer ya a Sánchez, que a lo sumo querría gobernar en solitario, sin ofrecer ya nada a un partido con «crédito cero». Sin embargo, los pronósticos que maneja hoy el PP sobre el resultado de nuevos comicios no es especialmente halagüeño. Superar los 95 escaños por el aparente declive demoscópico de Vox, e incluso por el desgaste que está sufriendo Ciudadanos, sería poco útil para un PP aún en recomposición, y al que favorecería más una legislatura con Sánchez envuelto en dificultades, y deteriorando poco a poco su liderazgo por el desgaste propio de la acción de gobierno.
Así las cosas, ofrecer una salida a Sánchez podría ser observado por la opinión pública, incluso, como un gesto de generosidad, de pragmatismo y de «sacrificio» que enfoque al PP como un «partido de Estado». Eso sí, bajo condiciones draconianas a Sánchez que impidiesen cualquier tipo de acuerdo posterior con la izquierda populista y, especialmente, con el separatismo. El problema para Sánchez a la hora de tomar la decisión de ofrecer al PP una alternativa sólida y solvente serían sus bases, frontalmente opuestas a negociar algo con la derecha. Y, sobre todo, su propia convicción personal de que ceder ante el PP sería su final político. Por eso, la solución más factible, y razonablemente optimista para Sánchez, sería la convocatoria de nuevas elecciones generales pese al temor de una desmovilización de la izquierda.
En Ciudadanos, el discurso continúa siendo de absoluto rechazo a negociar con Sánchez . La evidencia es el rosario de dimisiones que se están produciendo en su Ejecutiva y el diseño de una nueva dirección sin «esquiroles» ni «disidentes» que reafirmen sin concesiones el objetivo de luchar contra el liderazgo de Casado y pugnar por ser el primer partido de la oposición. La convicción de Rivera es inamovible, y la desconfianza personal que se muestran públicamente Sánchez y él es irreversible.
No cree a Sánchez
Ciudadanos no accederá ni siquiera a insinuar que un pacto de Estado «constitucionalista» es ya una salida porque tampoco cree en la palabra de Sánchez, y porque el perfil de Ciudadanos como partido ambivalente -en lo que atañe al Gobierno de la nación- ha desaparecido, y ha sido sustituido por el de una oposición drástica. Por eso Rivera infravalora las voces críticas que le reprochan su afán de protagonismo , su sobreactuación parlamentaria y la nula diplomacia que muestra en sus planteamientos. Gestos como los de no atender siquiera las llamadas institucionales de Sánchez a una entrevista así lo atestiguan. No es solo estrategia política pura y dura. Es hacer ostentación de un odio mutuo con el presidente del Gobierno.
Por eso no resulta viable que Ciudadanos fuese ahora copartícipe de una «salida de Estado» para favorecer un Gobierno socialista en solitario. Para Ciudadanos, sería como desandar lo caminado hasta ahora. Asumir el riesgo de nuevas elecciones, incluso bajo los parámetros de una percepción pública según la cual Rivera ha crecido más en antipatía, falta de empatía electoral y flexibilidad política, se convertirá desde ahora en la prioridad de Ciudadanos. Esta circunstancia, además, afectará a las negociaciones que se están llevando a cabo para el Gobierno de la Comunidad de Madrid, donde septiembre marcará la pauta: si Sánchez apuesta definitivamente por acudir a las urnas, también lo hará probablemente la Comunidad de Madrid el mismo 10 de noviembre.
Aún es prematuro todo. Pero llegado el caso, Ciudadanos y el PP tendrán que dirimir otra cuestión sobre la mesa; la necesidad, o no, de concurrir unidos en coalición electoral en aquellas circunscripciones que, bien por el peso del nacionalismo y el separatismo, bien porque tienen en liza muy pocos escaños (entre tres y seis), acudir divididos resta opciones de lograr escaños a ambos partidos.
Abrir la espita
No obstante, a día de hoy, Ciudadanos ni siquiera prevé abrir la espita para favorecer un hipotético y remoto «pacto de Estado» al PSOE. Con Sánchez es inviable. Y sin Sánchez, o con un candidato socialista alternativo al actual presidente del Ejecutivo en funciones, tampoco. Nadie, absolutamente nadie en el PSOE maneja, la entelequia del «sacrificio» de su líder como solución al bloqueo. Esa vía está cegada.
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