Pablo Iglesias, entre ausencias y desplantes

Sin embargo, no es la primera contradicción en menos de un año del líder de Podemos en lo que a la Constitución respecta. Si el miércoles el partido comunicó que ni Iglesias ni su número dos, Íñigo Errejón, acudirán a los actos de homenaje del 6 de diciembre, buscando un perfil bajo, resulta llamativo que en 2015, apenas unos días antes de la celebración de las elecciones generales del 20-D, sí que lo hicieran y fueran ellos, precisamente, quienes acapararan toda la atención.

Ahora, su ausencia en los actos de homenaje a la Constitución se suma a una ristra de desplantes a las instituciones del Estado que Iglesias, en menos de un año desde que resultara elegido, ha llevado a cabo pese a formar ya parte de ellas. Una de las últimas fue la decisión de Unidos Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, de no saludar ni aplaudir al Rey en la apertura solemne de la XII Legislatura. Un desplante con el que el grupo pretendía cuestionar la legitimidad de la Corona.

Tampoco sentó bien la sesión del Congreso en la que Iglesias llamó «potenciales delincuentes» a los diputados o que haya cuestionado, como así hizo durante la investidura, la legitimidad de Mariano Rajoy para presidir el Gobierno, como si no hubiera ganado las elecciones y él hubiera quedado tercero. Quizá porque algo antes de los comicios llegó a poner en duda la seguridad de las votaciones poniendo así en tela de juicio todo el sistema democrático español.

«Este Ministerio y este ministro del Interior son los encargados de velar por la seguridad en las votaciones el próximo domingo. Creo que todos los ciudadanos tenemos serias razones para estar preocupados », dijo.

Además de los actos del 6 de diciembre, Iglesias se ha ausentado de otras celebraciones señaladas para la Nación. Ni este año ni el anterior acudió al acto principal por la celebración del 12 de octubre como tampoco a la recepción oficial de los Reyes que celebran posteriormente en el Palacio Real.

Igleias tampoco asistió a la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias , según dijo, para no «avalar políticas de Estado» que hacen que muchos jóvenes científicos tengan que abandonar el país y que no iba a acudir al acto a «comer canapés».