Menos España o más España

Mas reconoció en su, digamos, embajada, tras la famosa cumbre de las banderas, que «es imposible enfadarse con Rajoy». Seguro. En el verano de 1977, Adolfo Suárez fue muy arisco con el gran Josep Tarradellas . Pero aquel hombre llegado del exilio, primer presidente de la Generalidad restaurada, era más largo que Pujol, Maragall, Montilla y Mas juntos, multiplicados por diez. Así que soportó los desplantes, solicitó permanecer en las instalaciones de Presidencia un rato cuando Suárez lo abandonó para que nadie supiera que su conversación había durado veinte minutos, leyó un diario y, una hora y media después, apareció ante los periodistas para comunicar que la reunión había ido de maravilla. Suárez no pudo, no supo o no quiso desmentirlo.

Quien firma esta pieza asistió, meses después de lo narrado, a la histórica llegada de Tarradellas a Barcelona. Lo vi en aquel balcón de la Plaza de San Jaime pronunciando la célebre frase: «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!» Ciudadanos de Cataluña. No dijo «catalanes» ni se dirigió genéricamente a Cataluña, sino a sus ciudadanos . Tarradellas apelaba a cada uno de nosotros respetando nuestra condición, nuestro estatus de sujetos de derechos, de hombres libres. En el otro extremo de la política, el hombre que hoy ocupa su cargo ha querido revestirse de trascendencia y, pasando por encima de sutilezas, ha atribuido a Cataluña un grave sentimiento. Sintió también en mi nombre. Para tratar a la Constitución como obstáculo. No lo permito, ni debiera permitirlo ningún ciudadano catalán, aunque sea tan secesionista como Mas. «Cataluña se siente nación y esto no lo van a parar con una Constitución». La nación siente. ¿Y qué siente? Que es nación . Efluvios del alma colectiva, soplos de demiurgo. ¿Quién detiene eso? Vemos que el núcleo duro de cualquier nacionalismo sigue siendo el volksgeist, espíritu del pueblo. Son románticos alemanes y no lo saben.

Es importante que el seguidor de Herder comprenda algo: después de su no enfado con Rajoy, podría ahorrarse también todo el resto de enfados. Para ello es necesario que el gobierno español no se confunda . Que no lo considere un Tarradellas; es decir, que no espere lealtad constitucional donde no la hay. Que no lo trate como a Pujol: no se va a contentar con unos dineros porque no puede, está cabalgando un tigre. Que no lo tome por Maragall o Montilla, sujetos a su pesar al aparato del PSOE. Que le deje seguir su propio impulso. Lo clavó anteayer el editorial de este diario: «CiU no tiene más opción, desde una lógica democrática, que promover un adelanto electoral para proponer a los catalanes un programa político de autodeterminación e independencia ». Exacto. Con su propio impulso, Artur Mas debe encontrar la verdad. No intenten disuadirlo. Es imposible que el ciclo iniciado acabe en una España igual: será menos España o más España. ¿Qué creen ustedes?