José Ricardo de Prada: Una toga que da pábulo a las torturas

Ahora no son razones de índole política las que ponen bajo la lupa a este magistrado progresista, sino su habitual 'comprensión' hacia el entorno etarra, que ya se ha traducido anteriormente en votos particulares contrarios a condenas , absoluciones que la Fiscalía ha llevado al Supremo e incluso la apertura de una investigación por parte del CGPJ a raíz de denuncias de víctimas.

De Prada da pábulo a las torturas a los etarras. No es la primera vez que empatiza con esta cantinela. Lo ha hecho por escrito, pero también en público, como cuando en abril de 2016, en el transcurso de un coloquio en Tolosa (Guipúzcoa) aseguró que en España la tortura se ha producido de forma «clara» . En esa misma intervención, criticó la utilización de los informes policiales como prueba en un juicio y lamentó que los tribunales hayan condenado como terroristas a personas que no lo eran , en alusión al entorno de ETA . Las penas a los etarras, ha dicho públicamente en alguna que otra ocasión, son «altas y desproporcionadas».

Firme defensor de la justicia universal (ha participado en tribunales penales internaciones sobre los crímenes de la antigua Yugoslavia), De Prada (Madrid, 1957) pertenece a la carrera judicial desde 1986 y es magistrado de la Sala Penal de la Audiencia Nacional desde hace treinta y dos años. Es, por tanto, uno de los más veteranos de ese tribunal, que en cierto modo se ha acostumbrado a convivir con sus resoluciones contracorriente, cuando no extravagantes, como cuando evitó condenar a un joven que había ensalzado a ETA con una pintada porque le pillaron in fraganti. Según De Prada, el acusado podría haber terminado la frase cambiando el sentido, exigiendo a ETA su arrepentimiento. Algo poco esperable: el condenado escribió junto al anagrama de ETA : «Estamos orgullosos de vuestra lucha, viva vosotros, el pueblo está con vosotros».

De Prada está afiliado a Jueces para la Democracia y siempre ha tenido buena relación con Baltasar Garzón, al que apoyó públicamente tras ser inhabilitado por las escuchas del caso Gürtel y también cuando fue procesado por intentar reabrir los crímenes del franquismo. Consideró «sorprendente» que el Supremo lo sentara en el banquillo por prevaricación.