Iberoamérica: una prioridad en pleno proceso de cambios

Los años de gobierno de Felipe González reflejaron una presencia muy activa de España en la zona, involucrándose en la mediación en diversos conflictos, aumentando las relaciones bilaterales y poniendo en marcha, en 1991, las cumbres iberoamericanas.

José María Azna r mantuvo una intensa relación con los países iberoamericanos -viajó a todos ellos en sus primeros cuatro años de gobierno-, aunque con el matiz de su estrecha vinculación a los Estados Unidos de George W. Bush, lo que tuvo aspectos positivos y negativos. Fueron, de todos modos, años en los que se intensificó la presencia de las empresas españolas en la región.

Con J osé Luis Rodríguez Zapatero , la política iberoamericana fue casi inexistente; y, tras la llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa, los intentos de reactivación han sido intermitentes, con aciertos como la apuesta por la Alianza del Pacífico o el haber sido los grandes impulsores de que la UE aceptara que colombianos y peruanos entren sin visado en el espacio Schengen.

El gobierno que salga de las urnas el 20 de diciembre va a encontrar una América Latina en pleno proceso de cambios económicos y políticos.

La región, que consiguió superar la crisis económica mundial bastante bien, favoreciendo incluso el aumento de las clases medias en muchos países, comienza a ver signos de desaceleración, especialmente en alguno de los colosos, como Brasil. La caída de las exportaciones y del precio del petróleo y otras materias primas está provocando esa situación.

Por otra parte, España debe ser consciente de que otros actores han irrumpido con fuerza en la región , sobre todo en el campo económico, como es el caso de China. Puede ser un competidor, pero también alguien con quien colaborar porque sus conocimientos de la manera de ser americana son mucho menores que los nuestros y porque, además, las empresas españolas tienen un «know-how», una forma de saber hacer las cosas en América, que a los chinos les puede resultar muy valiosa.

España es hoy el segundo inversor del mundo en América Latina , sólo por detrás de Estados Unidos, y ese es un puesto que debe tratar de mantener, subrayando que las empresas españolas han estado allí en los momentos buenos y también en los malos.

En lo político, el nuevo gobierno se estrenará en España recién celebrados comicios que pueden modificar el panorama en países importantes como Argentina o Venezuela. Deberá afrontar la política hacia una región en la que el frente bolivariano no ha hecho más que perder fuerza desde la muerte de Hugo Chávez y donde uno de los referentes del bloque, Cuba, ha iniciado un proceso de deshielo en sus relaciones con Estados Unidos y una tímida apertura económica, que no política.

Por razones históricas y sentimentales y también por la necesidad de preservar los intereses económicos, España debe, obviamente, tratar de mantener buenas relaciones con todos los países de la región, pero ha de apostar claramente por aquellos gobiernos que han optado por políticas pragmáticas y menos ideologizadas.

La acertada elección del Gobierno de Mariano Rajoy de incorporar a España como observadora en la Alianza del Pacífico exige continuidad y una decidida política de estrechamiento de las relaciones con los países que apuesten por economías abiertas.