Hernández Mancha volvió al Congreso
Cada palmo que creció Casado, Abascal menguó. Todo el morbo estuvo en saber qué votaría Cayetana, que se la envainó
Itziar Reyero
Antes incluso de que Meritxell Batet levantara la sesión, Teodoro García - Egea braceó enérgico al viento como el entrenador que desde la banda pide a sus futbolistas que adelanten la línea de defensa para dejar al rival en fuera de ... juego. Los diputados del PP se apresuraron a abandonar el hemiciclo tras la votación convencidos de haberle ganado la moción a Santiago Abascal . O al menos con el objetivo cumplido: salir vivos de la encerrona en el Congreso , donde se quedaron la izquierda y los 52 de Vox, cada uno aplaudiendo a los suyos. «¡Peor aún que Hernández Mancha !», se congratularon en el PP.
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Su mayor temor, en realidad el único morbo ayer, estuvo en saber qué haría Cayetana Álvarez de Toledo después de tanto insistir en que la única salida razonable era la abstención. Hasta esa proeza logró Pablo Casado : la indómita exportavoz se la envainó y acató la disciplina de voto. Telemáticamente, como muchos otros por las medidas antiCovid, participó del rotundo rechazo del Parlamento al intento de Vox por tomar la alternativa .
Iglesias hurgó en la herida
Tres años después de la expulsión de Rajoy , los populares recuperaban la fe en su jefe. Casi dos minutos de ovación a Casado les concedió Batet tras un discurso vibrante que levantó los vítores populares: «¡Presidente!» Cada palmo que crecía el PP, menguaba Vox. Aunque las loas de Iglesias les hicieron recelar de que la batalla recién ha empezado: «Ha hecho hoy aquí un discurso político brillante, canovista», le regaló Iglesias, escarbando en la herida. «Tiro en el pie», replicó Espinosa de los Monteros en Twitter.
El Gobierno asistió relajado en primera fila a la lucha fratricida en la derecha. Solo el teléfono rojo del ministro Illa recordaba que España vive una crisis sanitaria que supera el millón de contagios . Apenas hubo ayer menciones a la pandemia del coronavirus. Con abrigo y todo, la vicepresidenta Carmen Calvo , que faltó la víspera porque le sentó mal la vacuna de la gripe, no quiso perderse la riña Abascal y Casado. Redondo , por el televisor.
Pero la mañana empezó con Unidas Podemos haciendo que Vox picara el anzuelo feminista. Cuatro «portavozas», que diría Irene Montera -o voceras, como recomienda la RAE-, acusaron de machismo al partido de Abascal. «Son el florero de un machito alfa», mordió él. «Tienen la España pequeña», le dijo Sofía Castañón . «Ustedes son mujeres, pero no representan a las mujeres», aseguró el líder de Vox, que se quejó de ser objeto de cánticos irreverentes -«¡La copa menstrual en la cara de Abascal!»- y otros más serios -«¡Madrid será la tumba de Abascal!»-. Fue tanto el veneno lanzado desde la tribuna que la mujer de la limpieza tuvo que emplearse a fondo con el desinfectante entre los turnos.
La emoción de Vox
Solo la reaparición de la joven diputada catalana Aína Vidal , recobrada del cáncer, dio una breve tregua. Casi todos los diputados le aplaudieron en calurosa bienvenida . «La última vez que estuve en este Parlamento se respiraba humanidad, hoy se respira odio», señaló Vidal a Vox.
Otra vez se agitaron las banderas del miedo. «Son pijos jugando al fascismo», aseveró la diputada Castañón. «Clasismo es no pagar la seguridad social de tu asistenta», le replicó Abascal, indignado al recordar que él levantaba cada mañana la persiana con su padre con temor real de que ETA les matara . Con emoción desbordada, el portavoz de Vox, Espinosa de los Monteros, homenajeó a los Abascal y su defensa de España en el País Vasco. «Te mira desde el cielo. No puede caber más orgullo para un padre».
Entre garrotazo y garrotazo, otra vez se mentó al Papa Francisco . Pero más allá del tono curil de Iglesias, nada indica que sus señorías hayan interiorizado la lectura de la encíclica «Fratelli Tutti»: no deshumanizar al otro por mucho que te separe . «Un país de bandos y rencores. Ya hemos estado ahí y no queremos volver. Son nostálgicos del pasado», les replicó Casado al unísono a Abascal y a Sánchez. «Se necesitan», precisó el líder del PP.
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