Crimen de Castro Urdiales

El consolador era el cráneo de su novio

Carmen entregó la cabeza de su pareja a una amiga en una bolsa como si fuera un juguete sexual. Hoy declara ante el juez sin que haya aparecido el cuerpo

Compró dos sierras eléctricas y un martillo y sacó más de 6.000 euros de la cuenta de la víctima

La Guardia Civil inspecciona la vivienda donde vivía la pareja en Castro Urdiales EFE

«¿Dónde estará este hombre?». La pregunta entre suspiros la lanzó Carmen Merino a su hija y a la otra Carmen, su amiga desde ocho años antes. «Este hombre» era su pareja, Jesús María Baranda, director de banca jubilado, que, en teoría, se había ido ... a pasar unos días de juerga a Fuenterrabía con otro amigo. La realidad cruda es que su calavera estaba guardada en el altillo de un armario de la casa de Carmen Mendoza, conocida de la pareja. Ella creía que lo que reposaba en una bolsa de supermercado era un «juguete sexual», una «marranada» que no quería que viera la Guardia Civil, según le dijo su amiga. Jamás imaginó que el cráneo de Jesús Mari llevaba casi medio año en su piso de Castro Urdiales (Cantabria) cuando una noche de septiembre se decidió a abrirlo porque «estaba harta de tenerlo ahí».

Carmen Merino, la novia de Jesús en los últimos años, lleva desde el 1 de octubre de 2019 en prisión acusada del homicidio de su pareja. Ella niega haberlo matado, pero la investigación acumula evidencias de que no pudo hacerlo nadie más. Hoy está llamada a declarar ante el titular del Juzgado de Instrucción 3 de Castro Urdiales (se negó cuando fue detenida). El resto del cuerpo de Jesús Mari no ha aparecido ni se ha podido averiguar la causa de la muerte, más allá de que se han hallado restos de benzodiacepinas que la víctima no tenía prescritas.

Ni siquiera se sabe con precisión cuándo ocurrió el crimen. El exdirector de banca desapareció en febrero o marzo del año pasado y su cabeza se encontró el 28 de septiembre.

Denuncia de su primo

El 9 de abril, un primo de Jesús Mari denunció la desaparición ante la Guardia Civil. No era propio de él, con rutinas marcadas de salidas y volcado en los suyos irse de vacaciones sin avisar ni los mensajes que le mandaba. Cuando los agentes llamaron a la puerta de Carmen esta les dio todo tipo de explicaciones. Se había ido de casa el 21 de febrero, con una maleta, 3.000 euros y las tarjetas de crédito; en teoría a viajar por Cantabria y Asturias con unos amigos. Regresó el 10 de marzo «para coger 12.000 euros, un talonario de cheques» y un nuevo teléfono porque el anterior se le había caído al cubo de la fregona. «No lo he vuelto a ver», aseguró apenada. El 6 de abril, según declaró, su novio le mandó varios mensajes pero no respondió a su llamada.

La familia de la víctima no creyó una palabra; hasta casi medio año después no obtuvieron respuestas. El 28 de septiembre, Carmen Mendoza harta de guardar el consolador que le había dado su amiga envuelto en papel de regalo decidió abrirlo y llevarlo al garaje. Bajo el papel, una bolsa negra anudada, y dentro muchas más, atadas; al final de todas —como si fueran muñecas rusas— un neceser beige con motitas negras y dentro, más plásticos y más hojas de periódicos. Lo que envolvían no era un consolador, sino un cráneo humano . Su amiga se lo había entregado dos o tres semanas después de la denuncia de desaparición. Estaban ella y su hermana Ana, también amiga de la pareja. «Estoy avergonzada, va a venir la Guardia Civil a registrar las ropas de Jesús Mari y no quiero que vean el juguete que compré para utilizar con él».

«Ya que estás, llevátelo»

«Ya que estás, llevátelo», le pidió. La noche que Mendoza descubrió la cabeza corrió a casa de su hermana Ana y su cuñado. Dejó la calavera en la encimera de la cocina y mientras llegaba la Guardia Civil, ya avisada, marcó el teléfono de su amiga. «¿Es verdad lo que me he encontrado en el paquete?», le soltó sin preámbulos. «Sí, ahora voy». Carmen Merino aún tuvo los arrestos de recriminarle que hubiera alertado a los agentes. Ana y la presunta autora del crimen acabaron en la misma ambulancia con ansiedad. Lleva desde entonces en la cárcel de El Dueso.

La mujer que custodió la cabeza de su amigo sin saberlo detalló al juez que había visto a Carmen «muy deprimida» tras la desaparición de Jesús. Esta le contó que se estaba dando la vida padre y gastando dinero a espuertas. «Pensé al principio que era un cabronazo por dejar a Carmen enferma e irse por ahí ; después pensé que le había pasado algo raro». Su cuerpo no ha sido hallado. La asistenta encontró en esas fechas grandes bolsas de basura, muy pesadas, en el piso de la pareja que la dueña le obligó a tirar.

La investigación ha revelado además que Carmen compró dos sierras eléctricas y un martillo por Internet en fechas muy próximas a la desaparición. Los agentes hallaron en el sofá de la casa, escondidos unos 6.000 euros en efectivo. Los habían sacado en el banco de 600 en 600 euros.

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