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Tiempo de saldos

Nada como la intoxicación para perder el sentido de las proporciones y no reparar en lo que es esencial

Pedro Sánchez, junto a Carmen Calvo y Pablo Iglesias IGNACIO GIL

Álvaro Delgado-Gal

La política española ha ingresado en una etapa de desconcierto frenético. Trazar proyectos, fijarse objetivos, ha empezado a resultar tan desesperadamente absurdo como jugar al ajedrez en mitad de un terremoto: los trebejos se desplazan, pero no porque los mueva nadie sino porque tiembla el ... suelo. Al día siguiente de las autonómicas catalanas los medios de comunicación abundaron de forma casi unánime sobre el gran éxito obtenido por el Gobierno. Algunos afirmaron incluso que Sánchez había asegurado su estabilidad durante lo que queda de legislatura. Confieso que esto me sorprendió . Si, como es de temer, los separatistas, la CUP incluida, se hacen fuertes en la Generalitat, todo se volverá espinas y abrojos para el huésped de la Moncloa, máxime cuando Iglesias y sus amigos simpatizan más con los rompedores que con la Constitución. En la medida escasa en que se pueda aventurar diagnósticos, lo que se perfila es un caos de contornos difusos: el centro derecha se está descomponiendo, el poder se está descomponiendo, y hay drama pero no hay guion. No sabemos si Hamlet perpetrará su venganza, u Ofelia será nombrada miss Universo.

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