Suscribete a
ABC Premium

Referéndum del 1-O

Allí donde el Estado no existe

Entre las montañas el Estado español se queda sin cobertura antes que los teléfonos

David Gistau

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El sábado, a las diez en punto de la noche, arranca una cacerolada en la calle Numancia de Barcelona, cerca de Sants. Al principio es una cacerola sola que suena como cuando te tienes que levantar porque oyes un grifo mal cerrado. Se van sumando ... otras y detona una fanfarria por la cual sacan sus teléfonos para grabar los turistas, siempre abundantes en Barcelona. En los balcones hay hasta señoras en bata a las que, por la fuerza con la que percuten, no les importa la posibilidad de descubrir abollado el menaje el siguiente día que la familia venga a almorzar. Algunos coches emiten claxonazos solidarios. Uno hay cuyo conductor baja la ventanilla y grita un «Viva España» . Lo grita justo cuando pasaba por delante de un badulaque de chinos que sonríen porque lo mismo les habría dado que hubiera gritado «Cumpleaños feliz» o «Me caso». De pronto, tamizada por la lluvia, por arriba de la calle asoma una hilera de luces azules. Es un convoy de alrededor de una docena de furgones de la Policía Nacional, con los cristales opacos, con la cadencia lenta, que se dirige a tomar posición en alguna parte. La bronca es estrepitosa, formidable, aun tratándose ésa de una zona residencial llena de bares con selecta carta de coctelería. Belfast, piensa uno, sólo faltan los fogonazos de los otros cócteles. El sistema inmunológico de la Cataluña independentista empieza ya a detectarse cuerpos extraños contra los cuales, al día siguiente, ejercerá una intensa hostilidad militante. Sobre todo más allá de Barcelona, entre las montañas del interior, donde el Estado español se queda sin cobertura antes que los teléfonos.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia