Tarragona, «Hispaniarum primas» de las Españas
Cataluña como parte de España. Esta es la realidad ideológica de los cronistas medievales que tiene una continuidad lógica en el tiempo
En el año 385, el Papa enviaba la primera Decretal a un obispo de la iglesia latina. Iba dirigida al obispo Himero y le ordenaba hacer cumplir sus disposiciones a todos los obispos de las provincias vecinas de Hispania. Posteriormente, en 1091, dos años después de la concesión a la ciudad de Toledo de la bula Cunctis Santorum por parte del Papa por la que se reconocía a esta ciudad como «Hispaniarum Primas», Tarragona empezó a usar el mismo título una vez se restauró la sede episcopal recordando el hecho acaecido en el siglo IV.
De hecho, esta primacía de Tarragona respecto a los demás obispados de España, se establecía mediante una excepción en los Usatges en los que la sede de Tarragona podía ser ocupada por cualquier obispo español a diferencia del resto de instituciones del Principado, que sólo podían ser ocupadas por catalanes.
En 1691, el concilio provincial estableció que el obispo tarraconense debía seguir firmando como tal. Incluso arzobispos nacionalistas como Vidal i Barraquer defendieron su derecho a firmar como primado de las Españas. Como apunta Javier Barraycoa, «la importancia del Primado que representaba Tarragona es fundamental para entender el sentido hispano de la Corona de Aragón y de Cataluña».
Realidad ideológica
Cataluña como parte de España. Esta es la realidad ideológica de los cronistas medievales que tiene una continuidad lógica en el tiempo. Así, en el siglo XV, en el Flors Mundi, el anónimo autor catalán justifica su texto «mas per ço com aquests no son estats spanyols, no han curat de texir la ystoria de Spanya sino superficialment; yo, empero, qui son spanyol, texiré e reglaré la dita historia». ¿Cómo se puede calificar de término puramente geográfico cuando los propios cronistas de la época hacen referencia a España con términos auténticamente románticos de una unidad configurada por los siglos?
La imagen de España para estos cronistas excede lo puramente geográfico para entrar en el terreno romántico y sentimental, de aquella unidad arrebatada por los sarracenos. Es, en efecto, la idea romántica de una España goda y romana «patria común» de todos los habitantes de la península.
Una España cuyo origen hay que conocer y explicar. Así Turell nos dice que «Molta obligació es posada als cavallers e homens de honra saber son principi e.l de sa patria». Este es un común de los cronistas catalanes. España existe desde antiguo, e incluso, se conforma como la unidad política más antigua de Europa. Como comenta Luis González Antón haciendo referencia al obispo de Gerona, Joan Margarit, en su Paralipomenon Hispaniae, « la antigüedad de España es mayor que la de ninguna otra nación europea , y no trata de reivindicar la España goda, sino la originaria, mucho más ilustre y remota».
Compatibilidad patria
¿Son incompatibles para estos cronistas la identidad de pertenencia a un reino y a un rey y a una patria más amplia cuya obligación era restaurar? De ningún modo. Esta incompatibilidad solo está en la mente de una historiografía romántica nacionalista que no entiende la identidad más que como algo uniforme y unidireccional. De hecho, como nos indica Ladero Quesada « la conciencia de saberse españoles era compatible con la defensa y la exaltación de cada reino, incluyendo claro está la política».
Esta identidad hispánica, bebe, además, de la religión, que unía a los diferentes reinos. Si bien es cierto que el concepto de reconquista y la conciencia de «cruzada» contra los musulmanes no aparece hasta el siglo XI, no es menos cierto que, a partir de ese momento, la unidad religiosa contra el enemigo árabe da cuerpo a una «ideología española» en palabras de Stanley G. Payne.
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