Bolinaga, secuestrador de Ortega y asesino de tres guardias, cumple un año en fase terminal

Lo que ocurre es que en la memoria colectiva está y estará siempre la imagen de un Ortega Lara calavérico, pura estampa del exterminio nazi, saliendo de la tumba en la que Bolinaga le tuvo enterrado en vida durante 532 días. Para quienes han sufrido el zarpazo del terror constituye una crueldad añadida que se gratifique con la excarcelación a quien nunca se ha arrepentido por sus crímenes, ni ha colaborado con la Justicia. Es más, se negó a facilitar a la Guardia Civil la forma de acceder al «zulo» donde agonizaba el funcionario de prisiones.

Incluso mostró nula colaboración cuando a principios de agosto del pasado año fue trasladado al Hospital de San Sebastián , una vez que en junio se le detectó en el centro penitenciario de León una metástasis en el cerebro que agravaba su cáncer de riñón. A fin de presionar para su puesta inmediata en libertad, e instrumentalizado por los proetarras, «Boli» se negó a ser reconocido e inició un ayuno, secundado, a regañadientes y con trampas, por un puñado de presos etarras. Todos depusieron su actitud al poco tiempo. Fue así como el 17 de agosto el Ministerio Castro decidió su libertad condicional con la prohibición de que se acercara a sus víctimas del Interior decidió concederle el tercer grado. Se basó en los informes médicos del Servicio Vasco de Salud, dependiente del Ejecutivo de Vitoria, que diagnosticaron el cáncer de Uribetxeberria como irreversible y en fase terminal. Se le daba entonces entre apenas un año de vida. Trece días después, el juez central de Vigilancia Penitenciaria, José Luis Castro, decidió su libertad condicional, con la prohibición de que se acercara a sus víctimas e hiciera manifestaciones de enaltecimiento del terrorismo o que pudieran humillar a quienes han sufrido el zarpazo de ETA.

La decisión fue recurrida, sin éxito, por el fiscal Pedro Rubira, apoyado en informes forenses de la Audiencia Nacional, que argumentaban que el etarra podía seguir el tratamiento médico en prisión.

El terrorista no pudo abandonar el hospital y trasladarse a Mondragón, su localidad natal, hasta el 23 de octubre, dado su delicado estado de salud. Allí lleva ya casi un año arropado por esas gentes del pueblo que en los «años de plomo» no dudaron en votar a Herri Batasuna y, hoy, a Bildu. Pasea por sus calles, alterna en sus bares... Y allí, en su pueblo, cazado por una cámara oculta, confirmó que a las puertas de la muerte lleva dentro el mismo monstruo que asesinó a tres guardias civiles y llevó a Ortega Lara a conocer lo que es una vida en fase terminal. «No me arrepiento», chuleó.

El pasado mes de junio, el Colegio de Médicos de Madrid avaló la opinión de la forense , en el sentido de que Bolinaga podría haber seguido su tratamiento en prisión. A raíz de ello, Interior pidió al Servicio Vasco de Salud un nuevo informe para conocer si el diagnóstico que le aconsejó la concesión del tercer grado se mantenía o si, por el contrario, había mejorado y, en tal caso, no descartaba su reingreso en prisión. El Hospital donostiarra concluyó que se mantenía el pronóstico. Pero ahora el juez, a petición de la Fiscalía, ha pedido que forenses de la Audiencia Nacional le sometan a una nueva revisión, a lo que el etarra, en principio, se ha negado. Castro le ha reiterado la obligación de hacerlo.