Bárcenas aguantó solo diez minutos

Parlamentarios y periodistas en persona y millones de españoles a través de la televisión sí siguieron la mayor parte de las cinco horas y media de un debate que el Gobierno y el partido dieron por resuelto en cuanto Rajoy concluyó su primera intervención y ganado por goleada al término del discurso del líder de la oposición. « Era un debate planeado para matar a Rajoy que acabó con la muerte política de Rubalcaba », sentenció en los pasillos el vicesecretario general del PP Esteban González Pons. «La ocasión se presentaba con dificultades, pero el presidente la ha resuelto de forma brillante», se apresuró a declarar el ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón». «Rubalcaba está muerto», se atrevió a pronosticar la titular de Sanidad, Ana Mato. «Quizas Luis Bárcenas haya contratado a un nuevo abogado, de nombre Alfredo Pérez Rubalcaba», sugirió el ministro de Interior, Jorge Fernández.

Sin necesidad de encuestas, los cronistas parlamentarios solemos deducir con bastante acierto el resultado popular de un debate por tres detalles: los gestos de los contrincantes, la forma en que abandonan el Parlamento y la adcripción partidaria de quienes se pasean muy ufanos por los pasillos haciendo declaraciones a los periodistas. Y por esos tres parámetros Mariano Rajoy venció sobradamente ayer a Alfredo Pérez Rubalcaba.

El presidente del Gobierno, que suele tomar notas de los argumentos de sus adversarios para preparar sus réplicas, se limitó ayer a cruzar sus manos sobre el escritorio, en su cara un gesto de paciencia infinita, mientras el líder de la oposición se revolvía en su asiento y buscaba continuamente las miradas de sus colaboradoras más inmediatas, Soraya Rodríguez y Elena Valenciano. Rajoy, eso sí, tomaba de vez en cuando su teléfono móvil para leer los mensajes que le estaban llegando , «todos de felicitación», según Soraya Sáenz de Santamaría, su vecina de escaño, que también recibió muchos con semejante contenido.

Pasillo

Al terminar la sesión, escoltas y los servicios de seguridad del Senado tuvieron que hacer un pasillo para que Rajoy pudiera salir del edificio seguido de más de una docena de cámaras de televisión; Rubalcaba lo abandonó por un pasillo lateral, con la cabeza baja en compañía de su portavoz parlamentaria, sin saludar a nadie, sin un solo fotógrafo que siguiera sus pasos.

En los pasillos, ministros y altos cargos del PP se pasearon muy sonrientes, parándose de vez en cuando a provocar corrillos de periodistas y compartieron con ellos cafés y pinchos de tortilla en la cafetería. De pronto, después de semanas entrando y saliendo del hemiciclo con prisas y sin palabras , alternaban frases de satisfacción por el discurso del presidente con comentarios sobre sus planes de veraneo.

Las ministras Ana Pastor y Fátima Bañez compartieron con esta cronista el tentempié que la titular de Fomento lleva siempre en el bolso, esas barritas de chocolate y fresa de Mercadona que reducen el apetito sin aportar apenas calorías, mientras ambas coincidían en calificar de «de 10» las intervenciones de Rajoy y las dos se empeñaban en explicar al unísino: «la gente se tiene que enterar de que el presidente actúa siempre con sus colaboradores como ha descrito que trató a Luis Bárcenas cuando este trabajaba en el PP. Él es un jefe que te apoya de forma increíble cuando estás en un apuro, que te hace saber que confía en tí por principio. Es tal cual lo ha explicado hoy».

Por el PSOE, sin embargo, no hubo más paseillos de diputados ilustres que los rápidos desplazamientos a la cafería para tomar algo y volver igual de corriendo al escaño. Los únicos que se detenían para charlar no lo hacían para comentar el discurso de su jefe de filas: Trinidad Jimenez se paraba para recibir felicitaciones por su reciente boda, Pepe Blanco p ara recibir palmaditas por haberse librado en el Supremo de la imputación por tráfico de influencias y Carmen Chacón por ofrecer una imagen risueña y contenta como contraposición a la sombría del líder socialista a quien pretende desbancar.

Tan tranquilos aparecían los del Gobierno que, sentada a la izquierda de su líder, la vicepresidenta dedicó buena parte de la larga sesión a repasar el resumen en cuarenta folios de las actividades del Ejecutivo en el curso parlamentario que termina y que hoy repartirá tras el Consejo de ministros. « Soy la única a la que todavía le queda dar una rueda de prensa antes de las vacaciones, hasta el presidente me ha gastado una bromita con esta cuestión», se lamentó.

Pero si alguien se cree que después de hacer balance de lo que ha hecho en los últimos once meses, el Gobierno se va ciertamente de vacaciones, es que no ha hablado con la vicepresidenta, que ayer contaba que la Comisión de Subsecretarios del miércoles pasado constaba de cien puntos, o sea, cien asuntos pendientes para cuando el Gobierno vuelva a trabajar el día 30 de este mes.

Aunque con cartera a cuestas, hoy emprenden la escapada: el presidente al Coto de Doñana hasta que después de su visita al Rey en Mallorca el día nueve viaje a su Galicia natal; Gallardón a Nerja, Guindos a Marbella, Bañez a Huelva, Fernández a Cataluña, Arias a Jerez, Mato al Puerto de Santamaría, Montoro a la sierra madrileña, Pastor a Pontevedra... todos a sus segundas viviendas donde descansarán mucho, no participarán en saraos de ningún tipo y estarán dispuestos a regresar a Madrid a la menor complicación que surja en sus departamentos. Solo Saénz de Santamaría saldrá de España, para pasar estas semanas con su familia política en Portugal con los dedos cruzados para que episodios como los incendios forestales del verano pasado le dejen descansar de verdad. ¿Es que el tema de Bárcenas ya está liquidado políticamente? «La intervención del presidente de hoy ha sido decisiva», comentó la vicepresidenta del Gobierno. «Solo nos queda ya marcharnos de vacaciones», sentenció González Pons. «Menos Barcenas», dijo una voz en el pasillo. Quizás el ex tesorero del PP se compre al fin en el economato de la cárcel el televisor que le permita pasar este mes de agosto disfrutando de algún entretenimiento.