Un silencio sepulcral al pasar por la curva de la muerte

ABC recorre el primer trayecto Madrid-Ferrol tras el accidente del Alvia

Un silencio sepulcral al pasar por la curva de la muerte Isabel B Permuy

francisco delgado-iribarren

A las 21:10 horas de ayer un tren Alvia con destino a Ferrol pasaba por la curva de A Grandeira, a cinco kilómetros de la estación de Santiago de Compostela. El tren 01455 es el primero que se ha atrevido a ... transitar la curva de la muerte desde que el fatídico accidente del día 24 se cobrara ochenta vidas. Los restos del tren siniestrado continúan a la vista junto a la vía, tumbados y partidos. Todos los pasajeros miraron, enmudecidos, a través de las ventanillas de la derecha, el escenario del horror. Al menos dos pasajeras lloraban.

El primer tren en vencer al miedo partió de Madrid con retraso. Minutos antes de las 15 horas, decenas de pasajeros se amontonaban en la estación de Chamartín para acceder a la vía 16. Los periodistas grababan y entrevistaban a muchos de ellos, hasta el punto que otros viajeros se quejaron al personal de la estación. En el andén, un corrillo de gallegos despotricaba contra la forma de actuar de algunos periodistas. «Me llega uno y me pregunta: Después de lo que pasó, ¿cómo se siente?. ¡Magníficamente! ¡Me voy a comer una mariscada!», ironizaba.

El pequeño caos y el nerviosismo se extendieron cuando a las 15:10 horas el personal de Renfe indicó a los viajeros de los coches 1 a 9 que debían cambiarse a la vía 20. «Esto es de locos», rezongaba un argentino. «¡Qué falta de planificación!». El calor era pegajoso, y los pasajeros volvieron a hacer colas para trasladarse cuatro vías más allá. Una mujer, con el niño en el carrito, protestaba ante un tripulante porque su familia todavía se tenía que cambiar, una vez más, a otra vía.

Finalmente el tren arrancó 37 minutos más tarde de lo previsto . En contra de lo que se podría pensar, iba bastante lleno. Los motivos que llevan a los pasajeros a conjurar el miedo van desde: «La vida continúa», de Elena, que viaja a La Coruña con un gran macuto a la espalda, a la idea de que «Ahora precisamente, con toda la prensa encima, tendrán más precaución para que no se produzca un accidente», de Juan, que viaja con su mujer Yolanda para asistir a una boda en Noya. Ninguno de estos ha perdido a nadie en la tragedia.

Viaje seguro

También consideraba que ayer era «de los días más seguros para viajar» A. L. M., una mujer que sí conoce a una víctima del accidente, su contra-cuñado, que se encuentra ingresado en estado crítico. «Ya tenía billete sacado para hoy porque hoy empezaban mis vacaciones. Esta noche me reuniré con mi marido y mi cuñada, que estuvieron con él en el hospital». A. L. M. enseña un rosario que lleva colgado al cuello: «Lo cogí el día del accidente para que se salvara». Su pariente, que sólo tiene 36 años, parece que ha experimentado una leve mejoría, dentro de la extrema gravedad: «Si te dijera todo lo que tiene, te espantarías...»

En la cafetería, un par de trabajadores de Renfe viajan «de paisano». Aunque se hacen los remolones, al final hablan de lo que está en la mente de todos. Se muestran contrariados por las «incorrecciones» y «contradicciones palmarias» que están publicando algunos periódicos. « La alarma del ASFA (Anuncio de Señales y Frenado Automático) nunca podría haber saltado, porque sólo se activa a partir de los doscientos kilómetros por hora. ¿Cómo iba a activarse si el tren iba, según dicen, a 190 kilómetros por hora?», explica.

Estos trabajadores ferroviarios, que llevan más de treinta años en Renfe, aseguran que en su gremio no se habla de otra cosa . Están consternados por el accidente y por la (mala) suerte de su compañero, Francisco José Garzón Amo.

Este tren sí llegó a Santiago. En el andén muchos familiares corrieron a abrazar a los recién llegados. Algunos de estos encuentros estuvieron bañados en lágrimas.

Un silencio sepulcral al pasar por la curva de la muerte

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