El campo de Almería, bajo el yugo de los robos
Los agricultores almerienses denuncian un aumento de los hurtos en sus tierras: los «amigos de lo ajeno» dejan pérdidas de hasta 50.000 euros
m. ruiz castro
«Lo que el hombre produzca con su esfuerzo, le pertenece en toda su integridad», decía Blas Infante. El padre de la patria andaluza clamaba a principios del siglo pasado por que el hombre pudiera «emanciparse del yugo del hombre». Hablaba de propietarios y jornaleros ... allá por 1913, pero en el campo andaluz el viento trae de nuevo sus palabras. El yugo que hoy lo oprime son los «amigos de lo ajeno» , como los paisanos de Almería los llaman. Ladrones, chorizos, saqueadores, bandidos, maleantes, cuatreros... se hacen con la maquinaria, el cableado y los productos hortícolas dejando en «barbecho» a los agricultores.
Para algunos no es un fenómeno nuevo y, aunque agradecen que el revuelo causado haya servido para volver la vista de la sociedad hacia el campo, sostienen que robos ha habido siempre , porque la tierra siempre ha estado más desprotegida, siempre ha sido más insegura.
La siempre reseca estepa almeriense está atravesada por un laberinto de plásticos. Hectáreas y hectáreas de invernaderos —hasta 30.000— que cada año dan frutos como para cubrir una autopista de Madrid a Barcelona. Estos laberintos la convierten en un entramado difícil de vigilar , pues cada recoveco es un escondite perfecto para los cuatreros.
«A la crisis le echamos la culpa casi de todo», señala con acierto Andrés Góngora, secretario provincial de COAG Almería, quien recuerda cómo siendo niño escondía las sandías cuando caía la noche para evitar robos. «En el medio rural robar siempre ha sido bastante más sencillo» que en las ciudades, aunque reconoce que en los últimos años se ha agudizado. No por la crisis, o porque el campo sea ahora más inseguro que antaño, sino porque los agricultores han ido introduciendo maquinaria sofisticada y cara que es mucho más atractiva para el mercado negro que las sandías que Góngora escondía. La inseguridad aumenta porque hay más que robar .
Los cuarteros prefieren herramientas, motores y cables de cobre. La fruta, aunque se sigue robando, ya no es la joya de la corona. Entre estaca y estaca y el manto de plástico que las cubre es muy difícil evitar los robos. Francisco Vargas , presidente de Asaja-Almería, nota un repunte en el número de sustracciones, desde hace un año aproximadamente. «Ya habían habido otras épocas difíciles, pero no de forma tan generalizada: Ahora se roba todo», señala.
El drama de estos robos no es sólo la pérdida de lo que, como defendía Blas Infante, es de quien trabaja la tierra «por derecho». Vargas lo resume en pocas palabras: «Perder 500 kilos de sandías son unos 50 euros, pero los detrozos que te hacen para poder robarlos pueden alcanzar los 4.000 o 5.000 euros ». No es tanto el valor de lo robado, sino las consecuencias que deja.
Ni subsahariano, ni del Este, ni magrebí
Febrero, marzo y abril. Es tiempo de que los apicultores aporten sus mejores colmenas para ayudar a la polinización de la sandía y el melón. Pero en toda colmena hay un «zángano». Hasta 500 colmenas se llevó consigo el último «profesional de lo ajeno» que actuó en Almería, según cuenta Góngora. Cuando fue detenido trascendieron sus inciales. Su apellido era Ortiz. «No suena muy subsahariano, ni del Este, ni magrebí» , indica Góngora. Con ello quiere ilustrar que no existe un perfil determinado de ladrones. Puede haber emigrantes, como los hay entre los trabajadores de los campos andaluces, pero lo cierto es que «puede ser cualquiera». De todos modos, el secretario provincial de COAG insiste: «Un trabajador sin empleo no es un ladrón», y aleja la tesis que algunos han barajado de que la enorme sequía de empleo que asola España es la causa del aumento de los robos en el campo.
Son robos programados, sobre todo los que conciernen a un producto de temporada, y los cometen grupos organizados, en los que hay españoles y nacionales de otros países —especialmente del norte de África, Europa del Este o incluso conjuntamente—. Algunos incluso alquilan tierrras que nunca llegan a poner en producción sólo para justificar que son productores y poder colocar lo robado en diferentes puntos de venta.
También hay hurtos pequeños. Pequeñas cantidades de producto hortícola que venden en tiendas del barrio o venta ambulante colectivos que se dedican a ello. Y por supuesto el cobre. «Cuando los amigos de lo ajeno no tienen mucho que robar, se dedican al cobre que siempre es recurrente», asegura Francisco Vargas. En todo esto del perfil del ladrón cabe tener en cuenta el colaborador necesario para el robo: quien compra el material robado. «Sin mercados donde vender, el robo se disminuiría bastante» , defiende Góngora.
La Justicia por su mano
Si en algo coinciden los paisanos almerienses es en que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hacen su trabajo y c ada vez hay más detenciones. El problema es que muchos de los detenidos acaban siendo puestos en libertad al poco tiempo, a veces incluso antes de que la Policía o Guardia Civil haya terminado de redactar el informe, como observa Vargas.
«El agricultor no conoce a la persona que ha sido detenida» . No ha visto a quien le roba y la Policía no se lo dice. Para ponerlos en libertad han de dar una dirección, que muchas veces es falsa o la abandonan antes de que los agentes acudan al domicilio para comunicarle la celebración de un juicio.
Pero algunos de los paisanos, hartos de la impotencia de ver cómo los despojan del fruto de la tierra en la que han invertido sudor, dinero y ganas, han decidido tomarse la justicia por su mano. En algunas zonas están contratando a empresas de vigilancia, que colaboran con la Policía Nacional. Vargas señala incluso que ha habido quienes han decidido vigilar ellos mismos sus tierras, pero cada vez menos, porque se han encontrado en situaciones en las que han puesto su vida en peligro y no han conseguido evitar los robos. «Han desistido de salir a vigilar, aunque puede que se den una vuelta de forma aleatoria», indica Vargas.
El presidente de Asaja-Almería asegura que en el campo todo esto «se vive con resignación». «Almería, por su historia y por quienes aquí viven, en su mayoría emigrantes de otras partes del territorio nacional o de fuera de sus fronteras, tiene un carácter abierto, aceptamos a quienes vienen», explica. Quiere dejar claro que cuando la sombra de la sospecha recae sobre alguna familia no es por el color de su piel, sino «por los hechos». «Después de que algo haya ocurrido ya sí señalamos: 'Cuidado con ese grupo, cuidado con los que viven en aquella casa' », indica.
Penas más duras para los detenidos
COAG Almería participa en las reuniones que están manteniendo representantes gubernamentales y organizaciones agrarias. Insisten en que la colaboración es la mejor técnica para que se recoja una buena cosecha de lo que en esas reuniones se está sembrando. Los robos no son nuevos, pero estas reuniones sí. A los miembros de Asaja les parecen una buena idea, para que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado «no se queden con la foto que de lo que ocurre reflejan las denuncias, si no que puedan hacerse con una panorámica total del problema».
«El control del puerto de Almería, desde donde sale gran parte de la maquinaría sustraída, del mercado de segunda mano, de vehículos... es ahí donde está la clave para mejorar la situación», sostiene Góngora. Si no se puede prevenir el robo, se pueden paliar sus consecuencias. Que se publiquen las detenciones en los medios también ayuda a acabar con esa imagen de que «robar en el campo es un buen negocio».
Desde Asaja creen que gran parte de la solución pasa por la Justicia. Piden a los fiscales que soliciten las penas máximas para quienes cometen este tipo de delitos, y un endurecimiento de las penas aplicables. Insisten también en que el problema no es sólo lo robado, sino los daños ocasionados, que han de tenerse en cuenta a la hora de imponer las penas; así se lo hicieron saber en su última reunión al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. «Hasta que te sustituyen el motor que te han robado pueden pasar hasta quince días, y en una agricultura como la nuestra, puedes perder una plantación de hasta una hectárea, lo que supone pérdidas de 50.000 euros y de hasta seis meses de trabajo», explica.
Mitigar los robos
«La delincuencia no se va a acabar», le comentó el director general de la Policía Nacional, Ignacio Cosidó, al secretario provincial de COAG tras el último encuentro que mantuvieron, precisamente para tratar de atajar el problema. «Pero vamos a intentar mitigarla» , fue la promesa.
Góngora se muestra convencido. Se están tomando medidas, «al menos en Almería ; hay más control en carrateras y mayor coordinación». Sobre si éstas surten efecto, admite que hasta ahora mismo no está dando las soluciones que le gustaría, pero «es por ahí por donde hay que seguir trabajando.»
Exigía el PSOE hace apenas una semana mediante una Proposición No de Ley q ue el Gobierno tomara medidas urgentes para paliar el «alarmante aumento» de robos en las zonas rurales y las explotaciones agrícolas y ganaderas, que contó con el apoyo de IU y UPyD. El PP contestó que estas medidas ya se estaban tomando y que pronto se verían sus frutos —nunca mejor dicho— y tumbó la proposición.
Aunque el presidente de Asaja asegura no conocer la propuesta concreta del PSOE, coincide en que han aumentado los robos. Pero también corrobora la tesis del PP de que se ha aumentado la vigilancia, aunque la circunscribe a Almería y provincias limítrofes. El ministro de Justicia se comprometió a hablar con el de Interior, Jorge Fernández Díaz, para que haya mayor coordinación entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado , si bien es cierto que a veces se produce un conflicto de competencias —autonómica o estatal— que dificulta la coordinación. COAG insiste en que abrir el debate sobre los problemas del campo siempre es positivo porque, aunque cubierta con plásticos, por una vez la tierra se hace visible.
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