Alemania tira la piedra, pero Trichet esconde la mano
El presidente del BCE nada entre dos aguas para intentar mantener la política de «líquidez ilimitada» sin ofender demasiado a Berlín
RAMIRO VILLAPADIERNA
Alemania viene pidiendo el fin de las facilidades de pago para bancos y países con problemas y Jean Claude Trichet no ha querido contradecirles; así que el Banco Central Europeo se dispone a seguir comprando por debajo las deudas menos apetecibles, como venía haciendo y ... lleva gastado en ello 67.000 millones. Con habitual mesura, el BCE ha dicho que no es el momento de retirar las ayudas a los bancos ni a los países endeudados; tampoco de aumentarlas para estos últimos, aunque ha hablado de «liquidez ilimitada» para los mercados financieros. Mientras se mantenga una situación de excepción, el banco mantendrá «temporalmente» habilitadas sus facilidades excepcionales de financiación para el euro.
La entidad emisora con sede en Fráncfort responde así a las ansias, tanto de un anuncio formal de compra de la deuda de otros, difícil de tragar para una Alemania muy centrada en sí misma y en su éxito, como al deseo de ésta de evitarlo. Lo que ha evitado es que salga en titulares, pero el actual programa de intervención «sigue en marcha» pese a las reticencias del gobernador del Bundesbank y consejero clave del BCE, Axel Weber.
España y otros países europeos no se muestran felices con el papel desempeñado por el gobierno alemán en esta crisis. El día antes, el secretario de Estado español para la UE mostraba en Berlín su preocupación «por la influencia que puede haber tenido en los mercados financieros alguna toma de posición» del gobierno de Merkel.
Diego López Garrido se refería a varias declaraciones inesperadas de la canciller, sus ministros de Economía o Hacienda y del gobernador del Bundesbank, que podrían haber actuado en contra del mercado español de bonos del Tesoro. La vicepresidenta económica Salgado ha acusado a Francia y Alemania de desestabilizar los mercados con decisiones unilaterales y «declaraciones extemporáneas» que fomentarían la especulación.
Tras reunirse con su homólogo alemán, Werner Hoyer, el representante de gobierno español ha anunciado que el gobierno de Merkel le habría «disipado cualquier tipo de inquietud» a ese respecto. López Garrido criticaba una «actitud» y «autonomía» de Alemania que cuadraría poco «con un proyecto europeo» común.
Mencionó la inopinada propuesta franco-alemana de reforma de los tratados y la no menos inesperada pretensión alemana de extensión del riesgo de la deuda a los tenedores privados de bonos, en un futuro mecanismo de resolución de crisis financieras. Garrido evitó opinar sobre la actuación del Banco Cental Europeo, salvo para agregar que «puede hacer su parte, comprando deuda».
El secretario de estado reconocía a este diario que «éste no es el liderazgo» que España espera de Alemania, «las actuaciones individuales no crean liderazgo» a diferencia de aquellas que saben «empastar» e integrar al resto, y subrayó que Hoyer le habría garantizado «una plena identificación (del gobierno de Merkel) con el proyecto europeo». Se resistió a precisar más, pero dijo que su homólogo se habría ofrecido «incluso a ir a Madrid» y explicarse «en alguna conferencia» y que habría reconocido un posible «problema de comunicación», en aparente referencia a la canciller, pero también al modesto nivel de relación entre ambos países en los últimos años.
Desde la primera negativa a rescatar a Grecia hasta las declaraciones que, según Irlanda, ahogaron a la deuda irlandesa, Alemania viene ocupando inusualmente el centro del escenario europeo y, de resultas, no pocos tomates han llovido al papel protagonista de Merkel y sus confusas apreciaciones sobre la salud de la eurozona.
Ni a Irlanda ni a España ha gustado la sistemática vinculación que hay hecho Berlín de sus problemas nacionales con los del euro y, de rebote, con la elaboración de un mecanismo permanente de crisis para la Unión Europea a partir de 2013, idea tan unilateral y poco precisada que sólo ha agravado la salud de la deuda de estos países con desesperada necesidad de vender.
La canciller federal de Alemania lanza las campanas sobre la «situación extremadamente seria» para el futuro mismo del euro, apenas horas antes de intentar calmar a los mercados expresando una "mayor confianza" en la estabilidad de la Eurozona que durante la crisis griega en primavera.
La UE ha acordado elaborar un mecanismo que reemplace al fondo de apoyo, creado en primavera, pero las únicas propuestas han venido a destiempo y lugar inadecuado y exclusivamente por boca de Berlín, que, efectivamente, es la primera economía y primer proveedor de fondos en la UE. El gobierno alemán quiere que los poseedores de obligaciones de Estado se hagan cargo en parte de los costos asociados a un eventual rescate de ese estado, provocando una estampida de inversores.
Alemania dice que «hay un diálogo» sobre este tema, pero el resto sólo ha asistido a un omnipresente monólogo que ha irritado al gobierno griego, al irlandés y, en las últimas horas, hacía saltar a la vicepresidenta española Elena Salgado. El presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, ha llegado a decir que «uno de los problemas presentes es que hay responsables políticos que todos los días hacen comentarios en lugar de tomar decisiones». También el del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, ha llamado a acabar «con esta tendencia que tienen algunos jefes de gobierno de hacer creer a su opinión pública que pasan su tiempo imponiéndose a nivel europeo».
Pero el jefe de opinión del Handelsblatt, Thomas Hanke, opina también que «Angela Merkel no tiene porqué callarse, debe negociar lo que va a pasar tras la expiración de la garantía en 2013» del fondo de rescate presente. También el presidente del instituto económico Ifo, Hans-Werner Sinn, estima que «Merkel lleva adelante la política correcta y no se deja engatusar». Pero Handelsblatt también ha criticado que parece que la canciller «sólo sepa hacerse la fuerte con los débiles».
La crisis no conoce descanso y las dudas de los inversores y las contradicciones de los políticos no cooperan a tranquilizar a los mercados, con resultante creciente para las primas de riesgo sobre la deuda. El hecho es que Alemania viene produciendo más ruido que soluciones, lo que extraña porque era más costumbre entre otros socios.
El gobernador del Bundesbank y aspirante a suceder a Trichet en el BCE ha hecho profesión de defensa del euro «incluso ampliando el fondo de rescate», en el caso de problemas de refinanciación en España, tras los de Irlanda y Portugal; no tardó en ser desmentido por la Comisión Europea. Axel Weber daba también un susto a los mercados y un disgusto al presidente del BCE al manifestar que el programa de crisis, en concreto la compra de bonos de la deuda que está realizando el BCE, debe tocar a su fin ya.
En su opinión no habría pruebas empíricas de que hubiera «contribuido a estabilizar los mercados de deuda» de la Eurozona. Tampoco confia en los rescates bancarios y sostiene que «los accionistas y los gobiernos son los únicos responsables de resolver los problemas de financiación y de infracapitalización de las instituciones financieras individuales», advirtiendo a los bancos que habría más riesgos en retirar tarde que pronto las ayudas al sector.
Los riesgos «asociados a este programa superarían sus beneficios», «estas compras de activos deberían acabarse para siempre», insiste quien ya en primavera se mostró contrario a su implantación como recurso a la deriva de las primas. El economista jefe del banco, Jürgen Stark, ha tenido que intervenir para afinar la disonancia: «Es normal que haya diferencias en el seno del consejo ejecutivo. Pero el BCE debe hablar luego en público con una sola voz».
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