Primera lección: se acabó la fiesta

La recesión no ha dado todavía un respiro claro a la economía. Deja a España, eso sí, algunas enseñanzas para el futuro

Primera lección: se acabó la fiesta REUTERS

MONCHO VELOSO

Se fue 2010 como vino: como el peor año de la crisis. Las economías de medio mundo tocaron fondo a lo largo de esos 365 días, y por eso los analistas pronostican ya que este 2011 será un poco mejor, que será el año de ... la incipiente recuperación. Pero decir que la recesión ya pasó es decir mucho. Se puede, quizá, empezar a hablar de las lecciones y enseñanzas que deja. La primera y más evidente: que las fiestas con excesos terminan siempre en resaca. También en economía.

Consumo responsable

Familias empeñadas . Cuando en 2008 estalló la crisis económica y financiera, los países industrializados dejaban atrás una década prodigiosa. Algo más de diez años de bonanza. La economía española crecía entre 1996 y 2008 por encima de la media europea, a una tasa media del 3,5%.

Pero fueron también los años de un excesivo endeudamiento, sobre todo en el ámbito privado. En ese mismo periodo, la deuda privada española pasó del 65% al 220% del PIB. Hoy es todavía el 173% del Producto Interior Bruto. Por su parte, la deuda pública, según los últimos datos del Banco de España, es del 56,7% del PIB.

Crédito demasiado fácil . El nivel de endeudamiento de familias y empresas crecía a un ritmo mucho mayor al de los salarios y rentas necesarias para afrontar esas deudas. ¿Cómo se sostuvo? Recurriendo a hipotecas y créditos al consumo. Bancos y cajas de ahorros relajaron los otrora exigentes criterios a la hora de conceder préstamos. Hoy las familias españolas todavía deben 959.253 millones de euros a sus bancos, según el Banco de España.

Conclusión: esa riqueza se basó en el endeudamiento. España vivía por encima de sus posibilidades. «Es cierto que en esa etapa de expansión la deuda del sector privado creció a ritmos muy elevados, pero el sistema bancario español ha resistido razonablemente», explica José Luis Martínez Campuzano, analista de Citi.

Mercados transparentes

El negocio de arriesgar . Al explotar la crisis, el sistema bancario fue culpado del desplome de la economía real. Su posterior autopsia desveló que la autorregulación del sistema financiero, defendida por los propios bancos en aras de un mejor funcionamiento del mercado, fue sinónimo de un control más débil. Durante esos años de regulación laxa se innovó, quizá, demasiado: surgieron nuevas instituciones financieras, como los «hedge funds», y nuevos instrumentos de inversión y financiación, como los «credit default swaps» o las famosas «subprime» o hipotecas basura.

Las entidades financieras negociaban con activos tóxicos de gran riesgo, bajo la excusa de que es la lógica de los mercados, donde se arriesga, y donde se gana o se pierde. «Pero una cosa es perder dinero y otra cosa es perder sin saber el porqué, sin ser consciente de que es una posibilidad muy alta», dice Christopher C. Finger, de Riskmetrics Group.

Bancos sin control. «Se consideraban anticuados tanto el enfoque de nuestra supervisión como el modelo de negocio de nuestros bancos, centrados en las actividades bancarias tradicionales», explica Campuzano, defendiendo la actuación tanto del regulador como de las entidades financieras españolas. Ahora las autoridades mundiales apuestan por volver a la supervisión y la regulación anteriores. El G-20, el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea y los bancos centrales han acordado poner más atención sobre el riesgo que asumen los bancos, y obligar a estos a acumular las suficientes reservas para no tener que volver a ser saneados con el dinero de los contribuyentes.

Economía diversificada

Excesivo peso del ladrillo. Pero no parece haber sido la banca el único responsable de la situación actual. La crisis ha demostrado también que muchos países confiaron el éxito de sus economías a sectores productivos que se basaron en la especulación. En concreto, al «boom» del ladrillo. Entre ellas la española, donde el sector inmobiliario adquirió un peso tal que se convirtió en el motor económico. Ahora es un auténtico lastre.

Si en 1996 la construcción suponía el 11,7% del PIB, en 2007 representaba ya el 17,5% de la economía española. Con el empleo que el sector generó sucedió lo mismo. El ladrillo llegó a emplear al 13,8% de la población activa. Cuando, en 2008, la burbuja inmobiliaria se desinfló, el sector todavía ocupaba a 2.670.300; hoy a 1.668.100 trabajadores, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Falta de competitividad . Todo eso dejó al descubierto los grandes problemas estructurales de la economía española: su falta de competitividad y la rigidez de su mercado laboral. «Hay muchas rigideces en el mercado laboral: en todos los temas de contratación o de despido. Y muchas más a nivel de productividad: España tendría que haber invertido más en innovación y tecnología durante los años de bonanza. Esos años de alto crecimiento y mucha estabilidad no se aprovecharon para diversificar lo suficiente la economía. Tuvimos demasiado crecimiento en sectores como la construcción y el turismo. Se tenía que haber invertido más en productividad, dado el nivel de desarrollo, la inversión de capital y el personal cualificado que tenemos», explica Blanca Moreno-Dodson, economista del Banco Mundial.

Otra política, otra gestión

«No hay riesgo de crisis» . Lo dijo Rodríguez Zapatero en febrero de 2008. «Si se hubiese reconocido a tiempo que teníamos un problema, se hubiesen tomado medidas antes y menos drásticas. Incluso se pudieron evitar algunos de los desequilibrios actuales. Hablamos de los excesos que se cometieron en los últimos ocho años, de falta de disciplina fiscal», dice Moreno-Dodson. «Desde luego hubo señales de advertencia durante muchos años de que la trayectoria era insostenible. Los responsables políticos tenían que haber reaccionado antes, porque había demasiado gasto», dice Kenneth Rogoff, ex jefe económico del FMI.

«Se hizo todo lo contrario: los 400 euros del IRPF, los 2.500 del cheque-bebé, el Plan E... Se echó gasolina a la hoguera», denuncia José Manuel García-Margallo, eurodiputado español. En sólo dos años, de 2007 a 2009, España pasó de un superávit del 1,9% del PIB a un déficit del 11,2%. En ese mismo periodo, la deuda pública pasó del 36,2% al 56,7% del PIB.

Los mercados, bajo sospecha . Los mercados se convirtieron a lo largo de 2010 en protagonistas de la agenda política, castigando con su desconfianza a esos países que, como España, habían acumulado un excesivo endeudamiento y, sobre todo, habían dado una imagen de debilidad fruto de sus titubeos a la hora de atajar sus problemas. El ejemplo más claro es la crisis de de deuda soberana que vivió la Eurozona y que terminó con el rescate financiero de Grecia e Irlanda.

Pero la crisis también ha acabado por poner el ojo sobre los propios mercados, en un dilema —el del próximo año— aún sin resolver. Analistas y gobiernos dudan de su independencia y del rigor de sus previsiones. «Pueden generar crisis que nunca se hubieran producido», sentencia Moreno-Dodson

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