jaime garcía-legaz
El Rey, al servicio de la transformación de España y de nuestro sector exterior
El secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, destaca que «el Rey lideró el camino hacia la democracia, guiando un proceso modélico de reconciliación, modernización y apertura de España a Europa y al mundo»
jaime garcía-legaz
La historia de España se ha desarrollado al margen del resto del mundo durante parte del siglo XX. Mientras otros grandes países de Europa como Alemania, Francia, Reino Unido o Italia hacían un despliegue económico y comercial de primer nivel en África, en Asia y ... en Oriente Medio, España vivió 20 años de autarquía encerrada en sí misma , periodo al que siguió una apertura gradual que no se completó plenamente hasta la entrada en el euro, en enero de 1999.
En 1976, el Rey lideró el camino hacia la democracia, guiando un proceso modélico de reconciliación, modernización y apertura de España a Europa y al mundo. Este proceso permitió también el desarrollo económico y social más intenso de la historia de España. Porque conviene recordar que hace cuatro décadas España era un país en desarrollo, con una renta per cápita de apenas 1.400 dólares estadounidenses, una esperanza de vida relativamente baja y carencias notables en servicios e infraestructuras esenciales.
Con nuestros defectos pero también con nuestras virtudes, con nuestros problemas pero también con nuestras fortalezas y, sobre todo, con el esfuerzo de todos, hoy España es un país con 30.000 dólares de renta per cápita, o lo que es lo mismo, una nación que ha multiplicado por veinte su nivel de vida. Somos el segundo país por peso exportador sobre PIB entre las grandes economías de la UE, únicamente por detrás de Alemania, y el tercero en atracción de inversión extranjera , solo por detrás del Reino Unido e Irlanda. Somos el segundo país inversor del mundo en Iberoamérica. Un país que tiene cinco de las diez empresas de ingeniería más potentes del mundo. El país que, a excepción de China, más red de alta velocidad tiene del mundo. El país cuyas empresas gestionan el tráfico aéreo de Alemania y del Reino Unido. El país cuyos profesionales ejecutan las obras de infraestructura más difíciles del mundo en lugares tan distantes como Panamá, Arabia Saudí y Siberia. Y un país que cuenta con tres de las quince mejores escuelas de negocios del mundo . Nada de esto pasaba por la imaginación de los españoles allá por 1976.
Los españoles debemos mucho al Rey también en la esfera comercial internacional. Ha sido nuestro mejor embajador. Con su entrega a España, con su inmejorable saber hacer, ha hecho posible que nuestras empresas accedieran a mercados muy complejos, ha abierto las mejores oportunidades para nuestras empresas y ha allanado el camino para que nuestras empresas accedieran a contratos internacionales en países pujantes. Con ellos, vienen los cientos de miles de empleos en España vinculados a las exportaciones, empleos que nos están permitiendo superar la durísima crisis económica.
Como antes en Rusia, India, Marruecos y varios países del Golfo Pérsico, hace apenas unos días tuve el honor de acompañar a S.M. el Rey en viaje oficial a Arabia Saudí. En la ciudad de Jeddah, Don Juan Carlos recibió en audiencia a un nutrido grupo de representantes de empresas españolas allí establecidas. Después de escuchar atentamente la situación que éstos le describieron, el Rey, como tantas otras veces, dejó a un lado el protocolo e improvisó unas palabras y consejos llenos de sabiduría, conocimiento del país y experiencia, plenas de afecto y agradecimiento a todos esos españoles que hoy viven a muchos kilómetros de nuestra nación, sacando adelante proyectos complejos y dando la mejor imagen de España. Se comprometió a ayudar a resolver los problemas de diversa índole que en ese foro le trasladaron los empresarios y ejecutivos. Les pidió al mismo tiempo que continuaran haciendo su trabajo con la excelencia con la que lo hacen, y les aconsejó establecer relaciones de confianza a largo plazo con sus socios o clientes saudíes. Con sus palabras, los allí presentes sintieron que el Rey hacía suyos sus problemas y preocupaciones. Una gran y larga ovación de agradecimiento le acompañó mientras abandonaba la sala.
De vuelta en España, después de un viaje intenso, con una agenda apretada, nos esperó a todos a pie de escalerilla mientras bajábamos del avión, nos estrechó la mano uno a uno y nos dio las gracias. Entonces no nos sabíamos depositarios del honor de haber compartido con Don Juan Carlos su último viaje oficial como Rey, al servicio de la nación española. Majestad, nunca le podremos agradecer bastante todo lo que ha hecho por España. Gracias, de todo corazón.
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