Irlanda, provincia de la troika (2)
Dublín, con la troika en los talones
Analizamos el impacto que tiene el vivir «intervenido» por el BCE, el FMI y la Comisión Europea y sus implicaciones
borja bergareche
«El taxista que te lleva al hotel o el dueño de la frutería de la esquina no necesitan saber que trabajas para las instituciones europeas». La reciente filtración de una recomendación de la Comisión Europea a sus funcionarios que trabajan en Grecia ha puesto ... de manifiesto que trabajar para la llamada troika se ha convertido en una profesión de riesgo. «Si te preguntan que haces, habla de tu anterior profesión o de la de tu mejor amigo». La Comisión –encargada junto al Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) de velar por el cumplimiento de las estrictas condiciones económicas que acompañan a un rescate soberano– no ha contestado la autenticidad del documento.
«Tengo que tener un poco de cuidado», confiesa un funcionario europeo en Dublín
Para muchos, la troika es el gobierno en la sombra en Grecia, Irlanda y Portugal. El clima de tensión social que se vive en el país heleno, con un 27% de paro y una pérdida del 20% de su PIB en seis años, no se reproduce en los otros dos países rescatados financieramente por el capital europeo e internacional. Pero no ocultan la incomodidad de la tarea. «Tengo que tener un poco de cuidado», explica un funcionario de la Comisión, residente en Dublín desde hace dos años y encargado del seguimiento del «programa».
Así se denomina en el lenguaje burocrático la onerosa lista de unas 200 exigencias macroeconómicas, fiscales y financieras que, cada trimestre, verifica la troika. Un manifestante reconoció a este «eurócrata» en una de las escasas –curiosamente– protestas a que ha dado lugar la austeridad en Irlanda, y su rostro y su nombre terminaron saliendo publicados. Ese presunto gobierno tenebroso del triunvirato internacional tiene, en el caso irlandés, un tamaño reducido y apariencia inofensiva. Unos diez funcionarios por cada una de las tres instituciones, con solo un miembro de la Comisión y un empleado del FMI como residentes permanentes en Dublín.
El FMI como «poli bueno» frente a la Comisión
Nada que ver, desde luego, con la legión de «hombres de negro» con maletines que muchos imaginan. Peter Breuer, representante del Fondo en la capital irlandesa, es un buen ejemplo del modelo de funcionario internacional, altamente cualificado, afable y –como suelen denunciar los críticos– fiel defensor del liberalismo económico imperante. Curiosamente, dado el cuestionado papel que desempeñó el Fondo Monetario en los 90 con una aplicación cuasi fanática del llamado «Consenso de Washington» –liberalizar, liberalizar, liberalizar...–, el FMI ha logrado pasar a ser el «poli bueno» frente a la poca flexibilidad, según varias fuentes consultadas en Dublín, del BCE y la Comisión.
«Nuestras relaciones con el FMI han sido mucho más productivas que con la Comisión o el BCE», nos explicaba David Begg, presidente de la confederación de sindicatos irlandeses. En general, quienes encarnan en tierra irlandesa esa abstracción llamada troika entienden el componente sacrificial de su trabajo. «No estoy aquí para ser popular», reconoce un empleado de la Comisión Europea. «El programa ofrece cobertura política para las reformas, y el gobierno puede superar resistencias de grupos de interés diciendo que es una exigencia de la troika», explica con franqueza.
El ministro de Empleo irlandés, Richard Bruton, no lo oculta: «La troika ha arrancado las reformas, y su llegada elevó varias medidas pendientes a lo alto de la lista», reconoce. El gobierno que preside Enda Kenny, una coalición del centrista Fine Gael con los laboristas (centro-izquierda), surgió en 2011 con un fuerte mandato reformista tras el histórico hundimiento del Fianna Fáil, que pasó de 77 diputados a 20. Todavía hoy, el Ejecutivo anterior es considerado por la población irlandesa como el principal culpable de sus males –un paro rondando el 14%, una devaluación del precio de las casas del 60%, recortes de salarios del 20% en la función pública etc.–.
Una percepción que exime, por ahora, al gobierno actual e incluso a la troika de la ira ciudadana que se ve en otros países en crisis «El gobierno anterior y los banqueros anteriores ya no están, así que somos los únicos a mano para ser culpados por quienes se manifiestan», reconocen desde la Comisión Europea. «Y está bien, mientras el país continúe con las reformas». Un papel necesario que reconocen incluso, a puerta cerrada, grupos «anti-austeridad» como las centrales sindicales o el Sinn Fein.
Los rescates, un modelo «intrusivo» de gobierno
El ministro de Finanzas, Michael Noonan, destaca el carácter experimental de ser un gobierno bajo vigilancia. «Para Irlanda, ser rescatada fue algo nuevo, pero también era nuevo para Europea gestionar rescates, todos vamos aprendiendo sobre la marcha», reflexiona. En tiempos de rescate, el epicentro del poder ejecutivo se sitúa, inevitablemente, en los órganos de gobierno económico. En el caso irlandés, esta función la ostenta el Consejo Económico, creado hace dos años para dirigir el proces de reformas y consolidación fiscal –el déficit irlandés, que deberá ser del 3% en 2015, quedará en 2012 muy por debajo del 8,6% que exige la troika–. Está compuesto por el primer ministro y el viceprimer ministro, el ministro de Finanzas Noonan y el ministro de Gasto Público, un departamento creado específicamente como resultado del rescate para controlar las finanzas públicas.
«Gobernar con el control de la troika es intrusivo», reconoce un ministro
Esta última cartera está en manos de Brendan Howlin, uno de los ministros laboristas de la coalición. Quizás su filiación explique su mayor franqueza a la hora de analizar la situación. «Como demócrata, preferiría tomar las decisiones sin ese control [de la troika]», reconoce. «Es intrusivo que un parlamento soberano tenga que legislar en función de un calendario de requisitos legales», añade. «¿Habría hecho yo todo lo que está en el programa de la troika?», se pregunta. «No. Habríamos incluido un plan de estímulo desde el principio, por ejemplo».
Un diálogo institucional permanente, y complejo
El ministro Bruton cree que la troika ha estado «razonablemente dispuesta a usar activos de forma creativa», en referencia al miniplan de estímulo de 2.500 millones que el gobierno arrancó de la troika el año pasado. «Austeridad y crecimiento no tienen porque ser contradictorios», se esfuerza por transmitir Noonan. Fuera del lenguaje oficial, los sindicatos irlandeses ofrecen una imagen diferente de las dinámicas que genera la presencia de estos vigilantes en una país. «Nuestra relación con la troika es el diálogo de sordos definitivo», afirma el «capo di capi» de las centrales, David Begg. «La troika ha hecho más daño en cinco años que los británicos en ocho siglos», cree.
«Llegamos a la reunión, estrechamos las manos, nos sentamos, y alguno de nosotros dice, "esto no está funcionando", e inmediatamente alguno de ellos interrumpe y dice, "sí, si que funciona"», resume. Los sindicatos quieren «detener la austeridad para no hacer más daño, y punto». Y rechazan de plano la imagen de Irlanda como ejemplo positivo de que hay luz tras la austeridad. «Son fanáticos neoliberales, carecen de la más mínima flexibilidad, con excepción del FMI, que ha sido muy razonable», explica Begg.
El gobierno irlandés es sometido a examen cada trimestre, cuando las tres instituciones acreedoras repasan hasta 200 objetivos establecidos en el «programa». El alumno irlandés es aplicado, según reconocen la mayoría de los analistas. Pero a costa de dedicarse en cuerpo y alma a aplacar a los mercados. El departamento del Tesoro completó una lista de 200 instituciones financieras y fondos de inversión de todo el mundo a los que cortejan permanentemente, y con los que se reúnen al menos dos veces al año. «Nuestra relación con los inversores es muy fuerte», explica John Lorrigan, titular del departamento.
¿Volverá Irlanda a la normalidad a tiempo, antes de la rebelión de sus masas?
Cuando Irlanda vuelva a financiarse en los mercados a principios del año que viene, como quiere el gobierno, podría darse la curiosa circunstancia de que el país tendría que salir de «road-show», como hacen las empresas privadas cuando salen a bolsa. ¿Volverá Irlanda a la «normalidad» a tiempo, antes de la rebelión de sus masas? Hasta ahora la república irlandesa solo ha conocido cinco grandes movilizaciones. En la última participaron 110.000 personas, según los sindicatos.
Pero el país, aunque crecerá por encima del 1% este año y el que viene, no genera empleo. El gasto de los irlandeses está estancado, tras haberse contraído un 25%. Y el país seguirá pagando la deuda del préstamo que implica el rescate al menos hasta el 2042. Según un reciente informe de la Comisión Europea sobre exclusión social, el número de «niños en riesgo de pobreza o exclusión» ha crecido hasta el 37,6%, por encima de Italia (32%), Grecia (31%) o España (30%). Y los datos se refieren a 2011. A pesar de este arduo panorama, la Comisión Europea –como explica Begg– defiende que «sí funciona».
Así lo transmitía recientemente, contra viento y marea, el comisario de Asuntos Económicos, Ollie Rehn: «Debemos mantener el rumbo actual y evitar perder el impulso». Sus palabras fueron destacadas por el economista Paul Krugman, en un polémico comentario en su blog en el que se refiere al «Reh(i)no del terror» que la austeridad habría impuesto en Europa. Muchos políticos europeos, como el ministro Howlin, comparten esa preocupación. «En mi diálogo con la troika les he dejado claro que este proceso necesita un ángulo político, que la austeridad solo destruirá el centro político en Europa», defiende, con la mirada puesta en el éxito electoral de grupos externos a ese centro de gravedad democrático en países como Grecia o Italia.
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