España pierde la final de la Davis

La gloria de Stepanek pasaba por un partido eléctrico, exigido en los dos días anteriores sin que sus piernas sean las más alegres ahora que casi tiene 34. La de Almagro, por desgastar al rival al tiempo que entendía la magnitud de la cita, oportunidad histórica para que su nombre se recordara siempre. Desde esa premisa, los dos jugadores completaron un primer set repleto de errores y se lo apuntó el local porque falló menos en los momentos decisivos, agresivo en el décimo juego cuando sacaba Almagro. Se atrapó el murciano y el despiste le costó carísimo.

Fue casi una hora de pelea y esa pasó a ser la mejor noticia ya que interesaba agotar a Stepanek. Pero había demasiado sobre la mesa como para pensar en el físico, una posibilidad irrepetible que compensaba cualquier síntoma de cansancio. Lo estaba el checo, aunque vivió del aliento de su gente, encendida con un jugador que regala mil gestos desafiantes . Desquició a Almagro y minó la esperanza española.

Stepanek se la jugó al primer set. Para él resultaba imprescindible enderezar el rumbo y aprovechó un cortocircuito de Almagro para tomar la delantera . Lo hizo a su manera, incuestionable el estilo, y atacó siempre que pudo, incluso en situaciones poco aconsejables. No se le puede negar la valentía, un kamikaze en busca de su momento. Pero con una idea que defiende hasta morir, 100% reconocible.

Además, hizo que Almagro no fuera Almagro . El partido tuvo mucho más de épica que de bonito y se desniveló porque el español perdió su expresión corporal y su tenis. Después de que se le escapara ese primer parcial, se enredó en el segundo y sólo su coraje le ayudó para prolongar una defunción anunciada. Salvó cuatro pelotas de set, pero jugó un tie break desastroso y ni siquiera fue capaz de sumar un solo punto. Después de dos horas y cuarto, dos cero abajo, un drama.

Sin patrón de juego y en el peor de los escenarios, a Almagro se le dibujaba un tercer set agónico. Stepanek respiraba porque la ventaja era preciosa, pero España aún tenía ganas. Almagro asumió que ya no había margen y dio un paso al frente en el sexto juego para romperle. Valía un set, valía seguir con vida.

Pero fue un golpe de aire insuficiente. Almagro agonizaba y con él se difuminaba el banquillo español, preso de la tensión y molesto con los bramidos de Stepanek. Tenía motivos el checo para encenderse y arrasó en la cuarta manga. Por entonces, Almagro ya gritaba y Stepanek firmaba voleas de videoteca por el suelo. Es el héroe de la República Checa y fue una pesadilla para España, que se quedó a las puertas de su sexta Copa Davis.