El Baúl de los Deportes
La «regata del infierno»: seis muertos, 55 rescatados y 12 barcos perdidos
Hace 25 años, un terrible temporal provocó una tragedia en la mítica competición de vela Sídney Hobart
Del «¡goooool de Señor!» al «¡Nada, Mireia, por tu madre!», 12+1 narraciones inolvidables
Imagen de la Rolex Sídney Hobart de 2006
No conviene jugar con fuego… ni con el agua del mar. Cuando a alguien se le ocurrió apodar «la regata del infierno» a una competición de vela lo hizo para resaltar las enormes dificultades de la misma y, de paso, con la intención de ... añadirle popularidad y leyenda. Lo consiguió, pero nunca imaginó que sucedería porque tan dramático sobrenombre se haría realidad el 27 de diciembre de 1998.
La Rolex Sídney Hobart es una regata organizada anualmente desde 1945 por el Cruising Yacht Club de Australia (CYCA) y el Royal Yacht Club de Tasmania. La salida se celebra el 26 de diciembre a las 13:00h (4:00h de la madrugada del 25 al 26 de diciembre en España), pleno verano y día festivo en el país oceánico. Es uno de los eventos de vela más vistos en el mundo, tanto por los miles de personas que acuden a la bahía de Sídney para asistir en directo al espectáculo inicial como por aquellos aficionados que siguen todo el recorrido a través de la televisión e Internet.
Aquel 'Boxing Day' (tradicional fiesta que se celebra en Gran Bretaña y en varios países anglosajones el día después de Navidad) de hace 25 años más de un centenar de embarcaciones, 115 exactamente, partieron de Sídney. Sólo 44 llegaron a la meta de Hobart el 31 de diciembre. Siete barcos fueron abandonados en el mar, cinco se hundieron y, lo más importante, seis hombres perdieron la vida en un trayecto horrendo.
Como se detalla en ABC, el recorrido de esta legendaria prueba es de 628 millas náuticas (1.163 kilómetros) entre Sídney y Hobart (capital de Tasmania). «Presenta varias características clave, entre las que destaca la travesía del extremo oriental del estrecho de Bass, una extensión de agua muy peligrosa en la que las condiciones pueden ser muy cambiantes: En una misma regata, los competidores se exponen a menudo al castigo de olas violentas y a periodos de frustrante lentitud. El tramo final, el tramo que remonta el río Derwent desde Storm Bay hasta Hobart, puede ser uno de los más exigentes, ya que las tripulaciones agotan sus últimos recursos físicos y mentales».
Video.
«Una vez cruzada la línea de meta, la colaboración y el apoyo del Royal Yacht Club of Tasmania garantizan una cálida bienvenida. Para los barcos que compiten por la victoria en tiempo real, el recorrido suele durar dos días, aunque los más lentos pueden pasar hasta cinco jornadas en el agua. El récord de la regata, establecido en 2017 por LDV Comanche (hoy Andoo Comanche), está en 33 horas, 15 minutos y 24 segundos».
En 1998, la regata comenzó con el anunciado viento hacia el Sur intensificándose. Así lo relata la web 'Nautical Reporter': «Los barcos volaban, pero la tensión, y la inquietud era palpable. Ya al poco de salir, la actualización del primer parte anuncia la peor de las situaciones: el frente no se escapaba hacia el Este, sino que retrocedía hacia el Estrecho de Bass, situando lo peor de la tormenta justo en medio del camino de la flota».
Terrorífico huracán
«Esa misma tarde camino hacia el Sur, la organización de la regata empieza a avisar de vientos superiores a 50 nudos (93 km/h), la flota avanza veloz en medio de truenos y relámpagos, en lo que era el anticipo de un terrorífico huracán. Como manifestó Roger Badham, uno de los meteorólogos más expertos en la zona: 'Una bomba está a punto de estallar en el Estrecho de Bass'».
«Fueron los Maxis (veleros de entre 24 y 30 metros de eslora), gracias a sus grandes velocidades, los que consiguieron por muy poco, pasar el Estrecho de Bass a tiempo, pero la peor de las situaciones, el cuadrante más salvaje de la tormenta, estaba aguardando a los barcos más pequeños. La catástrofe era inevitable».
«Una bomba está a punto de estallar en el Estrecho de Bass»
Roger Badham
Meteorólogo
«El domingo 27, a las 14:00 horas, se recibe desde el centro de la tormenta y vía satélite un aviso de una radiobaliza. Desde Melbourne, el Servicio de Rescate aéreo se pone en marcha. Se trata del barco Stand Aside, que no ha soportado el embate de una ola de 24 metros de altura, que le ha destrozado el mástil y lo ha dejado a la deriva en medio de unas condiciones infernales para que pueda operar el helicóptero de rescate. En muy poco tiempo, sería uno más de los muchos barcos esperando auxilio para sobrevivir en medio de la tormenta».
«El siguiente en solicitar ayuda fue el mítico Winston Churchill, el barco con más años de la flota, con 15 ediciones de la regata encima y varias vueltas al mundo. Víctima de una enorme ola, se hunde en cuestión de minutos mientras la tripulación logra pasar a las dos balsas salvavidas. Encontrar estas balsas en semejante tormenta era casi imposible, y los marineros tuvieron que pasar horas y horas de angustia, desesperación y muerte».
«El Sword of Orion sufre un vuelta de 360 grados, la sacudida de la botavara arranca el arnés de su tripulante, lanzándolo al agua y desapareciendo. El barco queda destrozado a la deriva».
Servicios de rescate desbordados
«Los servicios de rescate están desbordados. En un breve espacio de tiempo, 7 barcos más estaban pidiendo auxilio en un radio inferior a 50 kms, en todo el centro del huracán. La situación había tomado tintes apocalípticos y cada barco, cada miembro de la tripulación, iba a conocer donde estaban sus límites y hasta donde podría aguantar. Prueba de ello fue el fallecimiento por ataque al corazón del patrón del Business Post Naidad, que poco después contaría con otro tripulante ahogado».
«Entre la tarde del domingo 27 y la mañana del lunes 28 la operación de búsqueda y rescate era masiva, el helicóptero (ambulancia aérea) no tenía descanso. Aviones civiles se sumaron a la búsqueda del Wiston Churchill, y 28 horas más tarde encuentran las dos balsas salvavidas. Desgraciadamente en una solo hallaron a dos de los cinco marineros que la ocupaban; los otros tres habían sido barridos por las olas».
El Ejército australiano movilizó 30 helicópteros y 27 barcos, la mayor operación de su historia en tiempo de paz
El 29 de diciembre se dio por concluida la operación más importante llevada a cabo por el Ejército australiano en tiempo de paz: 30 helicópteros y 27 barcos de la Marina Real. Finalmente, la regata se cobró seis vidas: Phillip Charles Skeggs y Bruce Raymond Guy (del barco Business Post Naiad); Glyn Charles (Sword of Orion); y John Dean, James Lawler y Michael Bannister (Winston Churchill).
Los testimonios de los supervivientes sobrecogen: «Peter Wright, de 35 años, un veterano que participaba por quinta vez en esta clásica de la vela australiana y que fue rescatado ayer, señaló que nunca se había encontrado 'con condiciones tan espantosas. Y eso que he completado la ruta El Cabo-Río. Tenía la impresión de que mi barco estaba dentro de una lavadora'. Wright sufre lesiones en un hombro y una vértebra».
Condiciones apocalípticas
«Otro de los rescatados, Simón Clark, navegante del Stand Aside, explicó: 'Nos hemos encontrado impotentes en medio del mar, frente a olas de más de diez metros y vientos de más de 50 nudos'. Clark vio cómo ocho de los doce miembros de su tripulación cayeron al mar, después de que el mástil se partiera y se estrellara sobre la cabina. 'Afortunadamente, todos lograron volver a subir a bordo'. Para Darryl Jones, uno de los pilotos de los 30 helicópteros de rescate dispuestos por el Ejército australiano, 'las condiciones resultan apocalípticas. Nunca había visto algo parecido. Las olas son como murallas y el viento salvaje. Uno de los muchachos que hemos salvado me ha dicho que tenía ganas de besarme y otro ha jurado que nunca más volvería a navegar'».
El resultado final de la regata fue lo de menos. De hecho, Larry Ellison, propietario del Sayonara, barco estadounidense que cruzó la meta en primer lugar, fue muy crítico: «No entiendo por qué se dio la salida. Los organizadores debieron suspender la carrera. Cuando uno se sitúa en la línea de salida sabe que se va a enfrentar a una prueba difícil, pero nadie piensa que vaya a poner su vida en peligro. Y aquí ha muerto mucha gente».
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«Por su parte, los organizadores, por medio de Hugo van Kretschmar, Comodoro del club organizador de la regata, señalaron que 'nosotros nos hemos limitado a seguir los reglamentos internacionales, que estipulan que es el skipper (patrón del barco) el que debe decidir si su embarcación toma o no la salida'. Una opinión que comparte Rick Burleigh, portavoz de los servicios de salvamento: 'Es el skipper el que tiene la última palabra y el que debe evaluar si las condiciones de navegación son peligrosas o no'. Van Kretschmar considera que la tragedia se ha debido finalmente 'a que las condiciones meteorológicas resultaron ser mucho peores de lo previsto. Las previsiones en la salida eran de sol y de vientos de entre 40 a 60 kilómetros y lo que se encontraron los veleros fueron olas de hasta 20 metros y vientos de hasta 95 nudos (unos 160 kilómetros a la hora)'».
John Abernethy, juez de Nueva Gales del Sur, fue el encargado del caso. Tras su jubilación declaró que había sido «una de las investigaciones más importantes que he realizado jamás y que se han llevado a cabo en este estado». Tras analizar lo sucedido y entrevistar a decenas de protagonistas, las conclusiones de la investigación señalan tanto a la organización como a los propios participantes en la regata.
«Marineros arrogantes»
Así, en el informe final señala que el Cruising Yacht Club habría «abdicado de su responsabilidad de gestionar la regata. Por lo que he leído y oído, está claro para mí que durante ese momento crucial el equipo de gestión de la regata desempeñó el papel de observador más que de administrador y eso no fue lo suficientemente bueno».
Abernethy también es contundente al referirse a la tripulación y los patrones: «Se trataba de marineros y capitanes con gran experiencia, algunos de los cuales tenían una actitud arrogante. Según ellos, este es un deporte de hombres y debería seguir siéndolo. Me pareció curioso que tuvieran un conocimiento bastante pobre sobre meteorología. Por ejemplo, en términos generales, marineros experimentados que se subieron al estrado sabían poco sobre olas gigantes».
En esa misma línea, un pescador del puerto de Eden (costa sur de Nueva Gales del Sur) aparece en un documental producido por National Geographic en el cual, además de recordar que aquel día ellos no salieron a faenar porque lo consideraban una temeridad, deja una frase para la reflexión: «Todos los regatistas de la Sydney Hobart que conozco han tenido siempre más pelotas que cerebro».
Como suele ocurrir en estos casos, la infausta edición de 1998 provocó considerables cambios y mejoras en el apartado de seguridad: si hasta ese momento el seguimiento a los barcos se hacía solo dos veces al día, a partir de 1999 las embarcaciones están controladas desde tierra durante todo el recorrido; se implantaron nuevas reglas sobre experiencia y entrenamiento de la tripulación, así como en lo relativo al equipo de seguridad obligatorio de las embarcaciones; y se modificó el sistema de previsiones meteorológicas para hacerlo cada vez más preciso.
En 2018, con motivo del vigésimo aniversario de la tragedia, se celebró un funeral en el muelle de Hobart una vez finalizada la regata. Durante la ceremonia, Hugo Van Kretschmar tomó la palabra y recordó a las víctimas en un emotivo discurso: «Que el viaje eterno en el que os habéis embarcado ahora sea bendecido con mares tranquilos y suaves brisas. Que nunca tengáis que arrizar o cambiar la vela mayor en la noche. Que vuestras literas estén siempre calientes y secas».