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¿Por qué seguir cuando nadie te quiere?
El Sevilla suma un nuevo ridículo que no salva a nadie, comenzando por su propio presidente
El Sevilla se queda fuera de octavos once años después
Para no perder parte de su tenebrosa magia, el Sevilla volvía a destrozar una tarde feliz a todos aquellos a los que aún les duele todo lo que tenga que ver con su equipo. Han perdido la esperanza de verles jugar medio decente o ... ganar dos partidos seguidos, pero en épocas de ilusiones todavía les quedaba esa duda (que se multiplicó con la Europa League de 2023) de que el destino les tuviese reservado el comodín de lo inesperado. Ni para eso vale ya este Sevilla, donde todo lo que trata de construir son vagas ilusiones que juega la mente para no caer en la desesperación y la desesperanza. La eliminación de la Copa del Rey ante un Segunda división, por mucha plantilla medio de Primera que pueda poseer (descendió vergonzosamente hace unos meses), es una vergüenza más dentro del caminar de un club cuyas bases vienen viciadas desde quien toma todas y cada una de las decisiones. José María del Nido Carrasco debería plantearse, de una vez por todas, si de verdad merece la pena seguir gobernando al club que aprendió a querer desde niño cuando nadie piensa que sea la persona indicada para ello. Ni siquiera esos que le dan la mano, le dicen a todo que sí y se llenan el zurrón, dejando que el presidente sea quien cargue con la responsabilidad y críticas de todo lo malo que se hace en el Sevilla. De esos consejeros que susurran al oído y escurren el bulto como si no fuese con ellos las desastrosas decisiones deportivas y empresariales que han llevado al tantas veces campeón europeo a nadar entre la mediocridad. Y la peor sensación en este inicio de 2025 es que sigue sin existir nada a lo que agarrarse. Todo lo que venga será peor. Seguro.
¿Por qué seguir cuando nadie te quiere? Se acabaron las cortinas de humo. La eterna figura de Jesús Navas ha ido tapando bochornos y derrotas sonrojantes. Nervión expresó su sentir cuando comprendía que aplaudir a Pellegrini o Joaquín en la despedida del gran capitán era parte del decoro y la educación de su fiesta, pero no serían indulgentes con quien se sienta en el sillón presidencial. No le perdonan su empecinamiento en seguir dirigiendo al Sevilla en contra de la voluntad de la masa, con un puñado de acciones y la representación de otras de su padre, a quien no le dirige la palabra. Seguir contra viento y marea, por mucho que piense que él tiene la receta de volver a sentar las bases de un Sevilla poderoso, no son más que ilusiones en su cabeza. Más deseo que realidad. Más huida hacia delante que pasos firmes. Más en tener razón o salirse con la suya por demostrar no sé qué a no sé quién (bueno, sí lo sabemos) que aceptar la tozuda verdad de todo esta pantomima. Ni con la tomadura de pelo y falta de cintura y sevillanía en cuanto a romper relaciones con el Betis, otro brindis al sol para ganarse la simpatía de los aficionados del Sevilla, ha sido capaz de acercarse al corazón de los que sienten como él. El último capítulo es filtrar que anoche echó la bronca en el vestuario de Almería. Lo mismo le ha dado por renovar hasta el fin de los tiempos a su entrenador, que también tiene su responsabilidad. Aquí cada uno que recoja sus culpas, aunque siempre bajo el paraguas de quien los ha puesto en sus cargos de responsabilidad.
Que el proyecto está arrancando y necesita un tiempo lo ha entendido un sevillismo que no se ha levantado en armas tras derrotas en Nervión repletas de impotencia porque el rival, sin ser nada del otro mundo, iba a siete velocidades más que tú. Mejor no hablar del drama lejos del Sánchez-Pizjuán, donde García Pimienta reincide en el error de jugar a lo que la plantilla ni sabe ni puede. En su día no me gustó su fichaje y después he ido defendiendo su forma de trabajar. Me parece honesto y que va de cara con sus jugadores. No se oculta tras excusas. Sin embargo, me atemorizaba su carácter a la hora de afrontar momentos de tensión, que iban a llegar, dentro de un club que vive un incendio constante. Ya le ha llegado la primera gran crisis, destrozando la única ilusión del curso a las primeras de cambio y demostrando que el equipo podemos valorarlo entre regulero y malo. Y que la mano de su entrenador en la dirección de partidos es entre nula e inexistente. ¿Era el hombre ideal para un Sevilla de entre guerras? Si le dan tiempo para construir un proyecto, quizás, pero el aguante del sevillismo tiene fecha. Y pese a la bajada de listón, no piensa tragar con todo. Los que no querían abrir los ojos ya lo comienzan a hacer. Víctor Orta y Pimienta han sido las apuestas del Sevilla para relanzar un Sevilla que ha enterrado años de éxito bajo el bochorno de sus dirigentes. ¿Por qué seguir así? Si no se le da respuesta a esta pregunta, el bucle infinito de este Sevilla lo entregará al peor de sus destinos. La carta a los Reyes (Baltasar, por supuesto) ya está echada. No se piden fichajes. Sólo un futuro algo mejor. Al sevillista sólo le queda creer en la magia. No es poco, pero a partir de una edad no llena lo suficiente.
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