El Sevilla estira la goma de la zona templada, en un curso que se le puede hacer muy largo

Análisis de la situación del conjunto de Nervión, con una dinámica de excesivos empates en 2025, en dos meses de un fútbol cada vez más insípido

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García Pimienta, antes de comenzar el partido del Sevilla en Vallecas. ep

El Sevilla ha arrancado la segunda vuelta del campeonato a la velocidad suficiente para que la zona de descenso no le llegue a preocupar, pero tampoco con el colmillo necesario para ilusionarse un mínimo con alcanzar puestos que den derecho a competir en Europa e ... l año próximo. Lo primero a destacar es que en ningún momento se ha colocado encima de la mesa este objetivo como realizable. En el club estaban y están satisfechos con no sufrir como en las dos últimas temporadas, mientras algunos de sus jugadores más jóvenes se van haciendo a la presión de competir por el Sevilla, mientras otros ganan valor de mercado, de cara a un verano próximo donde el club tendrá que obtener el mayor beneficio posible por sus pocas figuras. Sin embargo, la doble lectura del no sufrir puede terminar ahorcando esa delgada línea entre la ilusión por una posibilidad remota y el tedio de no jugar por nada.

El Sevilla de hace un año necesitaba las victorias para escaparse de la quema. Por mucho que hubiese tres clubes medio descendidos a estas alturas, hasta la victoria precisamente en Vallecas, la distancia con el descenso era nula. No ocurre eso en la actualidad. El Sevilla está más cerca de Europa que del descenso, pero con la sensación de que no le va a dar ni siquiera para competir con los siete u ocho primeros. Se va a quedar corto en las dos peleas, en una zona media donde se ha instalado a base de hacer la goma. Ni engancha rachas positivas (no ha vencido dos partidos seguidos), ni tampoco entra en un agujero insalvable con varias derrotas. Entre tanto empate, la zona templada la sigue controlando, con todo lo que eso conlleva.

Porque quedarse en abril sin objetivo alguno, ahora que las distancias parecen agrandarse, sobre todo por arriba, cuando algunos clubes van encadenando más resultados positivos, puede ser traumático para el propio vestuario, quien siempre ha dejado abierta la posibilidad de engancharse a la pelea por objetivos más importantes si se llegaba en buena disposición clasificatoria al tramo final de Liga. Al ritmo de este Sevilla no será posible. Empata casi por inercia. Domina parte de los partidos y en otros se deja ir por costumbre. No los abrocha ni maniata. Casi nunca se juega a lo que el equipo propone, teniendo que adaptarse malamente a unas circunstancias que no le gustan. Y así llegan los puntos de uno en uno contra rivales a los que debía superar casi por el escudo. Y ni por esas.

La labor del entrenador

Pimienta está en el foco. Uno no muy potente. Habitualmente se apunta más hacia la plantilla que al banquillo. Se le ha quedado un equipo corto en algunas zonas, al que los problemas físicos de algunos jugadores desnudan en ciertos partidos, con poco margen para cambiarlos desde el banquillo, situación que por otro lado tampoco maneja con soltura. Su problema ahora es ser la cabeza visible durante estos meses de un conjunto sin aspiraciones. De dejarse llevar dentro de esta tibieza que envuelve a todo el Sevilla. Ni bien ni mal, sino todo lo contrario. En los primeros meses se podía todo tapar por la propia adaptación que necesitaba el entrenador. ¿Ahora? Su Sevilla involuciona en su juego. Ha mejorado competitivamente, pero sin una fórmula que alguien pueda descifrar, excepto en buscar a Lukebakio y que el belga resuelva.

El peligro del túnel en el que está entrando el Sevilla y su entrenador es que en este negocio sólo se libran de la quema los que consiguen algo. Por ejemplo, si el Sevilla hubiese realizado una primera vuelta de pelear abajo y saliese airoso en estos meses, se podría vender distinto. El pasito hacia delante y otro para atrás produce indiferencia. Un Sevilla limitado, sí, pero con un escaso plus desde el banquillo. Cuando termine el curso será momento de colocar todo en la balanza. Aquella relación estrecha que se rompía por unas declaraciones también se ha ocultado bajo una alfombra que habrá que recoger en la época estival. Si a Quique se le hizo larga la recta final del año pasado por un puñado de jornadas dejándose llevar el equipo, a García Pimienta le puede ocasionar una desafección de todo aquel que iba en su barco. Es el turno del entrenador. De demostrar si está capacitado para capitanear un club grande en horas bajas.

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