Dakar
Isidre Esteve y Txema Villalobos cuentan su odisea para escapar del 'Empty Quarter'
Una avería convirtió en un suplicio el paso de su coche por las dunas. Alcanzaron la meta tras 47 horas y dos noches en el desierto
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J. A. P.
Coinciden la mayoría de los pilotos en que la presente edición del Dakar es la más dura a la que se han enfrentado desde que la prueba se celebra en Arabia Saudí. Buena parte de culpa la tiene la novedosa crono de 48 horas que ... el jueves metió de lleno a los participantes en el temible 'Empty Quarter' para un doble desafío sobre las dunas. Un maratón de 626 kilómetros íntegramente sobre arena a completar en dos jornadas, aunque para muchos la aventura no terminó hasta este sábado. Es decir, bastante después de lo que esperaban.
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Uno de ellos fue Isidre Esteve, que vivió una odisea después de sufrir una avería mecánica en su Toyota al poco de iniciarse la segunda parte de la especial, obligado a pasar otra noche más al raso antes de alcanzar la meta después de un esfuerzo titánico para salvar su continuidad en la prueba.
La culpa la tuvo el diferencial delantero, que se rompió a falta de unos cien kilómetros, dejándoles sin tracción delantera. «No habíamos dado ningún golpe ni nada. Si la especial ya era difícil de por sí, sin tracción delantera, con esta arena tan blanda, nos quedábamos clavados incluso cuando el piso era llano», explica Isidre Esteve sobre el inicio de su desdicha. Por delante quedaba un infierno, sobre todo para Txema Villalobos, copiloto de Esteve, quien no tuvo más remedio que asumir todo el peso de los rescates. «Txema desmontó los palieres delanteros y la cardán para dejar el diferencial libre, pero nos quedamos dos veces enganchados en el fondo de una duna, y cada vez tardamos entre cinco y seis horas para sacar el coche. Se pasó diez horas sacando arena de debajo del coche, a veces para moverlo un par de palmos. Pasamos las mil y una, la verdad». A Esteve y Villalobos se les acumulaban las desgracias. Su camión de asistencia había volcado el jueves, en la primera parte de la especial. Tampoco pasó por allí ningún otro vehículo que pudiera echarles una mano.
Al caer la noche, aún con 50 kilómetros por delante, decidieron parar en el campamento G, el último en la ruta de la especial, y esperar al alba para continuar. Aún quedarían enganchados una vez más cuando ya divisaban el final de etapa, aunque por fortuna no de forma tan dramática. A las 6.45 de la mañana completaban por fin el bucle y cruzaban por el último control de paso en Shubaytah. Habían pasado 47 horas desde que tomaron la salida de la especial. «Que estemos aquí, que hayamos hecho toda la especial sin saltarnos nada y que sigamos en carrera tiene un valor increíble para nosotros», decía Esteve, a quien aún le tocaba conducir otros 1.000 kilómetros de enlace hasta Riad para contactar de nuevo con el resto de la caravana del Dakar en la etapa de descanso. «Cuando lleguemos, los mecánicos trabajarán toda la noche para reparar el coche. Ahora lo principal es rehacerlo todo, hacer un reset y volver a dar gas», decía con optimismo renovado tras superar uno de sus momentos más duros en dieciocho ediciones de la carrera.
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El héroe de la especial fue Txema Villalobos, a quien todavía le quedaban fuerzas para bromear después de palear sin descanso durante horas y horas: «Creo que tendremos que contactar con las autoridades de Arabia Saudí para decirles que tienen que rehacer los mapas, porque hemos cambiado varias dunas de sitio. Me duelen hasta las cejas. ¡Ha sido bestial!».
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