Festín de goles en plena tormenta Rubiales

La selección se creció entre la tormenta y el ruido para rubricar el mejor partido de la era De la Fuente, resumido en una primera mitad casi perfecta en la que pasó por encima de una Georgia que tampoco es el ogro que se había querido pintar.

El repaso en Tiflis pone cierta tranquilidad en una selección que vuelve a asomar la cabeza en la lucha por el billete a la Eurocopa.

No hay un pero que ponerle a la actuación de España, que se hubiera marchado pleno de felicidad del Dinamo Arena de no haber sido por las lesiones de Marco Asensio y Dani Olmo, obligados a abandonar el encuentro en el primer acto, ya con el partido completamente desequilibrado, con sendos golpes.

En Tiflis se vio a un equipo comprometido, ordenado y con ganas de hacer daño desde el principio. Al contrario que Luis Enrique, De la Fuente no es hombre de impactos ni sorpresas. Con él todo es más predecible, incluidos los onces. Solo la presencia de Gayà por el costado izquierdo llamaba ligeramente la atención. Pero ni eso. Porque el temor a Kvaratskhelia, bien por su banda o a pierna cambiada, aconsejaba guardar con cautela los laterales. Con Balde parecía más difícil.

A la hora de la verdad, el delantero del Nápoles tampoco hizo gran cosa. Ha ganado cuerpo y ya no es el chaval delgaducho que deslumbró ante Pedro Porro y Diego Llorente hace dos años, pero se supone que ahora es mucho más jugador. El caso es que Carvajal y Le Normand se las arreglaron para que apenas creara peligro, por más que todos los balones ofensivos de los georgianos -pocos, la verdad- tuvieran que pasar por él.

Los locales, en realidad, estaban a otra cosa, a defender y esperar un renuncio para iniciar algún contragolpe. Pero España no daba opciones. Ya en el pitido inicial mantuvo la pelota durante un larguísimo minuto antes de llevarla por primera vez al área georgiana. Allí la peleó Morata y la acabó rematando Asensio, en una jugada que acabó mirando el VAR por una posible mano. No se dio.

Y esa fue la tónica posterior. Una y otra vez, la selección movía con criterio en el centro del campo y llegaba con profundidad por las dos bandas. Una orquesta afinada de principio a fin, con Rodrigo cada vez más metido en su papel de mariscal, con Gavi peleando todo, poseído también por el espíritu de un zaguero de rugby, con ese casco para proteger las cinco grapas que aún lleva del golpe que le dieron el pasado fin de semana en Pamplona, con Fabián en plan exquisito y sumado siempre al ataque, con Olmo y Asensio crecidos, y con Morata atinado. Imposible pedir más.

Fueron cuatro goles en esa primera mitad, pero pudieron ser bastantes más. La más clara antes de que empezara el festival fue en un cabezazo de Le Normand que se escapó por poco. Antes, Dani Olmo ya había avisado con un disparo alto.

Abrió el marcador Morata con un testarazo certero a una asistencia de Asensio. El delantero enfadó con su celebración a los hinchas georgianos que poblaban ese córner. Luego fueron cayendo el resto como fruta madura. Fabián provocó el segundo con un remate dentro del área que desvió a la red Kverkvelia; Dani Olmo firmó el tercero, en otra jugada en la que España se plantó con extrema facilidad delante de Mamardashvili; y Morata cerró la cuenta tras un robo y contragolpe lanzado entre él y Fabián, al que el VAR anuló otro.

Justo después se tiraron al suelo Olmo y Asensio, sustituidos de inmediato por Nico Williams y Lamine Yamal, desde ya el debutante más joven de la historia de la selección, con 16 años y 57 días.

Su bautismo de fuego se produjo bajo un intenso aguacero que descargó en el tiempo de descanso, y que lejos de apagar la caldera del Dinamo Arena la encendió aún más. Georgia salió a escena en el segundo acto avergonzada, seguramente abroncada, y dispuesta a arreglar su imagen. El público se lo agradeció de lo lindo. Ayudó el tanto de Chakvetadze al poco de la reanudación. Pero la heroica que buscaban tanto la grada como el equipo local era poco menos que un imposible. Lo intentaron con muchas más ganas, pero hacer algo mínimamente digno bajo ese temporal ya era bastante, y con España enfrente… Pues eso. Morata llegó al triplete tras un pase en profundidad de Mikel Merino, y Nico Williams se sumó a la fiesta en una gran jugada individual. También se animó Lamine Yamal, que estrenó su internacionalidad marcando el séptimo de España, la misma cifra que se logró ante Costa Rica en el estreno del pasado Mundial.