FC Barcelona
Nacionalismo de palco
Sucesor del Laporta independentista, Sandro Rosell ha entregado el club al soberanismo catalán
Janot Guil
Con la marcha de Rosell de la presidencia del Barcelona por las turbulencias jurídicas del caso Neymar, CiU, y su proyecto nacionalista elevado al súmum con el plan para una consulta independentista, pierde un bastión en el palco del Camp Nou.
Sandro Rosell sucedió ... en la presidencia del club al que otrora fuera amigo suyo y compañero de junta, Joan Laporta, cuyo independentismo desaforado, tanto como sus fiestas, no ofrecía dudas. Baste recordar que «Jan», como le llaman sus amigos, fue miembro del desaparecido Partido por la Independencia (PI), luego se le vinculó a CiU y ERC, y acabó fundando en 2010 el partido Democracia Catalana, que se integró dentro de Solidaritat Catalana por la Independencia. Con estas siglas, Laporta logró ser diputado en el Parlamento catalán en 2010, un escaño que le duró dos años porque la legislatura orilló en 2012. En paralelo, en mayo de 2011 resultó elegido concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, y allí sigue.
En las elecciones de 2010, CiU se las prometía felices para meter pie en el club azulgrana. Tras los 20 años del nuñismo apolítico -o, mejor dicho, partidario de contentar a todos con una junta directiva en la que estuvieran todos los colores políticos-, y los del rijoso Laporta. En esos comicios, se presentaba Sandro Rosell, que es hijo de uno de los funadadores de Convergència, Jaume Rosell; Marc Ingla, amigo de Oriol Pujol, diputado de CiU e hijo del expresidente de la Generalitat; Jaume Ferrer, también amigo del clan Pujol; y Agustí Benedito, que participó activamente en Unió Democrática. Todo atado y bien atado.
Ganó Rosell, se aupó en el palco y el catalanismo volvió a imperar en el día a día azulgrana. Su mandato, desde ayer extinto, ha coincidido con el proyecto independentista que Mas, de la mano de ERC, lidera desde la Diada de 2012, cuando más de un millón de personas salieron en manifestación por Barcelona para reclamar que Cataluña sea un Estado.
Entre firmas de contratos de dudosa legalidad como los que sirvieron para fichar a Neymar; proyectos como un nuevo Camp Nou que ahora ya será el mismo remodelado; y crisis causadas por la marcha de Guardiola y la desgraciada enfermedad del que debía ser su sucesor por años, Tito Vilanova, Rosell ha sacado tiempo para poner al club al servicio del tsunami independentista que asola toda Cataluña y atrapa a partidos e instituciones.
Gestos y palabras
Lejos de hacerle ascos al asunto, Rosell y su directiva se han prestado a la causa con entusiasmo. En su discurso ante la asamblea de socios azulgrana del año pasado, el hasta ayer presidente azulgana quiso ser ariete, como cuando jugaba al fútbol. «El Barça es un club catalanista y defiende el derecho de los pueblos a decidir su futuro», sentenció ante el auditorio. Y cerró la arenga-discurso con el «visca el Barça, visca Cataluña» clásico.
Pero lo suyo no ha sido solo palabras. En la última Diada , la Asamblea Nacional Catalana (ANC) organizó una cadena humana que cruzó Cataluña de norte a sur. Querían pasar por las instalaciones del Barcelona... y tuvieron permiso para hacerlo. En la fotografía aérea de la jornada, los organizadores se apuntaron el tanto de que luciera el Camp Nou gracias al futuro imputado.
Desde hace dos años las «esteladas» (bandera independentista catalana) llenan las gradas del Camp Nou, donde cada minuto 17:14, por aquello de la Guerra de Secesión, se grita «independencia». Sobre el césped, Rosell complace al respetable. Esta temporada, la segunda equipación del primer equipo es una bandera catalana, una «senyera», con mangas. El uniforme cuatribarrado, por cierto, es un poco gafe, porque cuando el equipo lo luce casi siempre cosecha malos resultados. Que se lo digan a Rosell...
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