Carlos Rodríguez firma una gesta histórica para el ciclismo español

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La fiesta fue completa para el español, que logró recuperar los casi dos minutos de ventaja que le sacaba Hindley y colocarse por delante del australiano. Rodríguez duerme la noche del sábado como tercero de la general, con un segundo sobre el ciclista del Bora-Hansgrohe: «He tomado algunos riesgos y estuve a punto de caerme en dos curvas», confesó el de Almuñécar, feliz pero a la vez con los pies en el suelo tras firmar una gesta para la historia de nuestro ciclismo, en uno de los templos del Tour, como es Morzine.

La etapa comenzó con sobresalto, de los gordos, y una muy mala noticia para el Movistar Team. A los seis kilómetros de la salida, en las primeras rampas de Saxel, de tercera categoría, el asfalto mojado a causa de la lluvia provocó el resbalón en la rueda trasera de la bicicleta de un corredor ubicado en mitad del pelotón. Su desafortunada caída produjo un efecto dominó que tiró al suelo a más de una treintena de compañeros y dos de ellos acabaron en la ambulancia. El español Pedrero, con un fuerte golpe en la cadera, y el sudafricano Meintjes, con rotura de clavícula, se vieron obligados a abandonar. Poco después, también lo haría el colombiano Esteban Chaves, otro de las víctimas de la montonera. Además, en un percance posterior, Romain Bardet, el duodécimo de la general, y el británico James Shaw, también dijeron adiós. Cinco escaladores, fuera de los Alpes a las primeras de cambio.

La caída múltiple, en la que la gran mayoría de los equipos se vieron implicados, provocó la neutralización de la etapa, durante 22 minutos, para atender con calma a todos los afectados. Uno de ellos, Izagirre, campeón de la duodécima etapa el pasado jueves, en Belleville-en-Beaujolais, y ganador también en 2016 en Morzine. Hoy no pudo, ni siquiera, intentar repetir la gesta de hace siete años, pero ahí estaba Carlos Rodríguez para tomar el testigo. Es la tercera victoria española en lo que va de Tour y el triunfo más joven de un español en la historia de la ronda francesa. Gigante.

En Cou, el segundo puerto de la jornada, de primera categoría, se formó una escapada multitudinaria con más de veinte ciclistas entre los que estaban los españoles Mikel Landa, Gorka Izagirre, Alexánder Aranburu y Juanpe López. También gente importante como Alaphilippe, Pedersen, Jorgenson, Powless, Ciccone, Craddock, Johannessen o Kwiatkowski. Su renta máxima nunca pasó de un minuto de ventaja debido al alto ritmo que imprimió el Jumbo. Ni siquiera los numerosos intentos de ataque en ese grupo cabecero lograron abrir brecha, con Aranburu y Landa bastantes activos, pero sin fuerzas para abrir brecha.

La exigente subida a Ramaz acabó por engullir los restos de una escapada, moribunda desde su génesis, cuando aún faltaban siete kilómetros y medio para la cima, con un pelotón ya bastante menor de efectivos. Solo 18 ciclistas coronaron en cabeza el penúltimo puerto de la jornada, con Carlos Rodríguez y Peio Bilbao entre ellos, y Pogacar siempre pegado a Vingegaard.

Llegó entonces la tan esperada subida a Joux Plane, que haría la selección definitiva. Solo Kuss al lado de Vingegaard y solo Adam Yates junto a Pogacar. En un segundo plano, Carlos Rodríguez y Hindley, y 33 grados para darle aún más dramatismo y exigencia a una etapa en la que el ritmo medio, 38 kilómetros por hora, siempre estuvo por encima del mejor de los pronósticos.

La primera alegría para Rodríguez llegó a cinco kilómetros de la cima de Joux Plane. Hindley se quedaba y él resistía medio kilómetro más junto a Pogacar y Vingegaard. Espacio suficiente para marcar ya veinte segundos de ventaja sobre el australiano y autogestionarse su ritmo, ajeno al de esloveno y danés, que se mostraban más fuertes y tenían la bonificación de la cima como principal acicate para lanzarse palos. Eso es lo que hizo Pogacar a 3,7 de la cima. Vingegaard aguantó con firmeza y cabeza fría. En lugar de salir a su rueda nunca le dejó marcharse más de cinco segundos y le cazó a falta de kilómetro y medio. Luego, se tomó la venganza completa ganándole el puerto y arañando tres segundos de bonificación, aunque Pogacar le ganó en la meta la pelea por la segunda plaza. Lo comido por lo servido.

La extrema vigilancia entre ambos favoreció el planteamiento de Rodríguez, que en ese kilómetro y medio final de Joux Plane pasó de estar a un minuto y quince segundos de distancia, a coronar con solo 17 segundos de desventaja. De menos a más y lejos de pisar el freno, Carlos olió sangre. Y por partida doble. Un minuto a Hindley en la cima de Joux Plane y la victoria de etapa en su manos. A por ambas fue. Carlos eligió ser valiente y atrevido en uno de los descensos más técnicos y peligrosos del Tour, y tras unirse a Pogacar y Vingegaard siguió empujando hasta sacarle diez segundos de distancia a esloveno y danés. Distancia que mantuvo con una dosis de bemoles y astucia impropias de su edad, que le hicieron firmar su primera página de oro en el Tour. Si nada pasa por el camino, le esperan muchas más. ¡Viva Almuñécar!