Un Atlético insulso y sin defensa

Pertinaz hasta en la adversidad, el Atlético exprime el capítulo de adjetivos calificativos hacia su juego. En Leverkusen, urbe industrial del Rhin con un equipo en horas bajas, esparció otra dosis de fútbol desmañado, pobreza argumental y, lo más inquietante para su estilo, flaqueza defensiva evidente. En dos palabras, un desastre.

El partido amaneció con una apuesta firme por la seguridad, a la que Simeone se ancla en tiempos de escasez. Su trío de músculo táctico y ocupación espacial por el centro del campo, Saúl, Koke y Thomas, el aparente desequilibrio nunca cristalizado en regularidad de Correa, y otro gesto de confianza hacia Diego Costa acompañando a Morata. Una vez más se demostró que llenar el campo de delanteros no significa gran cosa si el fútbol no fluye desde los puestos nucleares.

El Atlético empezó con cierto decoro, en la disputa inevitable de la segunda jugada, cada saque de Oblak reunía a los zapadores del rebote, Saúl, Morata o Costa, aunque está tan flojo que a veces parece que ya ni choca con el enemigo.

Fútbol de ataque ni una palabra, salvo en las intenciones de Arias raseando el balón y buscando profundidad. Correa condecoró en este periodo a su legión de detractores , a los que irrita con el balón en el pie, y los centrocampistas se aplicaron a las cuitas estratégicas en las que se distribuye el campo, como si fuera un escenario de batalla. Un horror cualquier intento de combinación o asociación. No era ningún tratado de virtuosismo y ahora el Atlético retrocede.

El espanto en ataque acentuó la penuria porque el Leverkusen se afanó en asear su juego, salir con la pelota y llegar en ventaja. Y el Atlético replicó débil en el balance ofensivo. Felipe falló el corte en un par de cruces, Hermoso parece a veces revolucionado y Lodi sufre mucho, deficiente como guardián de su banda. Tampoco Oblak apuntaló el andamio al errar en un par de salidas. El Leverkusen vio sangre y usó con eficacia los saques de esquina para agrupar gente en el primer palo y generar tensión en la defensa. Felipe desvió al larguero, Oblak no cazó un despeje y a la tercera, Thomas giró la cabeza en sentido inverso. Un gol que reflejaba el pálpito real del partido.

El escozor de unas sensaciones penosas obligó a Simeone a invertir la tendencia. Puso jugadores más creativos en el césped (Lemar, Vitolo ) y orientó sus intenciones hacia las fintas, los engaños, algún regate y ese tipo de dinámicas que no suele mostrar. Estaba en ese viaje la tropa de Simeone cuando Hermoso enseñó lo que era notorio. El Atlético tenía un agujero en su defensa. Hermoso calculó mal, Felipe no llegó a tiempo y Volland acribilló a Oblak. El segundo gol expuso a una zaga vulnerable, que sufrió como pocas veces en cada córner. Cada envío al primer palo era una película de terror porque ningún jugador rojiblanco se imponía a su rival.

Entre Lemar, Vitolo y Arias construyeron alguna situación de superioridad por la banda. Y durante algunos minutos, aquello pareció revertir como en Sevilla o Vitoria. El Atlético se estableció en el área enemiga en el final del partido, pero insulso y carente de ideas , impuso como siempre la fe en el proyecto. Morata marcó como establece el guión y tuvo una última clarísima para rescatar a su equipo del descosido. Pero no siempre el ardor vence al ingenio.