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Final de la Europa League

La gran noche de Griezmann

Exhibición de fútbol y goles del francés, con veintidós pases al primer toque y un aura de ángel superior

T. G. M.

Fue un jugador muy superior al resto en el Parque lyonés. Su nivel estaba muy por encima de los obreros del Olympique de Marsella, donde su única figura, Payet, se terminó de romper a la media hora de partido. Antoine Griezmann era un mago del balón rodeado de rivales que no hacían más que correr como pollos desbocados. El francés jugó con el ángel que le define. El aura de cada toque era majestuoso. Mientras una docena de profesionales no hacían más que pegar patadones a la pobre pelota , que se sentía un avión sobre, el delantero del Atlético la sobaba con arte, suave, y hasta los radicales del Marsella, cuyo triste objetivo de vida es encender bengalas, observaron como su compatriota creaba peligro en cada pared y belleza en cada pase.

Tuvo 68 intervenciones, 22 pases al primer toque y solo falló cuatro. Remató cuatro veces y anotó dos goles. El príncipe se ha coronado como rey del fútbol

Temerosos de Antoine, los centrales del conjunto marsellés no hacían más que perder balones y un error defensivo lo aprovechó Gabi para robar la pelota y dar un centro medido a Griezmann , al primer toque, que la estrella rojiblanca culminó con un disparo colocado que engañó a Mandanda. El ariete rojiblanco esperó al movimiento del guardameta para enviarla al otro lado.

La seguridad mostrada en el remate por el mejor artillero del equipo español tranquilizó a sus compañeros tanto como el gol, pues los primeros veinte minutos del Atlético se convirtieron en un cúmulo de nervios. La figura, Griezmann, generó por fin confianza en el once del Atlético . Y el francés continuó con su espectáculo de técnica. Robaba balones y los bajaba a ras del césped con la intención de serenar el juego, hacer que Koke y Gabi colaboraran con él y no caer en la estrategia de la lucha física que deseaban los rivales, porque fútbol, los contrarios, tenían muy poco. Un centro del «Principito» en profundidad fue cortado «in extremis» cuando Diego Costa ya saboreaba su internada hacia el gol. Su compañero no era el príncipe, era el rey del encuentro.

Desde la posición de media punta, Antoine ejerció de director. Repartía el juego, tocaba la pelota sin pararla y no fallaba. En sesenta y ocho intervenciones solo erró cuatro veces.

Su segundo tanto fue una obra de autor. Dio un pase a Koke al primer toque y se internó para recibir la devolución, cazar el esférico, controlarlo tres veces y hacer una pequeña vaselina que levantó el 2-0 en el marcador y a la aficion ibérica de sus asientos. Las banderas española y rojiblancas lucían en medio estadio para celebrar el festival de un francés que nació cerca de este estadio y que de joven fue rechazado por el Olympique de Lyon . Ayer, esos ojeadores que desestimaron sus servicios le vieron contestarles en el campo con su «show» particular.

Griezmann remató otras dos ocasiones que no fueron gol de casualidad. Se echó las manos a la cabeza. Buscaba el triplete. Su amig Payet, a quien besó cuando se rompió, presenció en el banquillo la victoria de su compañero de selección. Era el mejor. No había nada que hacer. El Parque de Lyon era la casa de Griezmann. El príncipe del gol se coronaba en Europa.

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