LIGA BBVA
El fútbol despide a un genio
De la Peña, lastrado por las lesiones, anuncia entre lágrimas que el del sábado será su último partido
ENRIQUE YUNTA
Tan sensible como es él, futbolista emocional que siempre se movió por estados de ánimo, lloró como un crío en su despedida , previsible desde hacía tiempo porque su cuerpo no acompañaba a su mente. Se le acabó el fútbol a Iván de la Peña ( ... Santander, 6 de mayo de 1976) y con él se lamentan los románticos del balón, que pierden a un genio, una cabeza privilegiada, tan reluciente como excepcional. El sábado, ante el Sevilla ( Sábado, 22.00 horas ), dará su última asistencia. Adiós, Iván.
Se despide porque las lesiones no perdonan, demasiado castigado su cuerpo a los 35 años. Lleva dos años de pesadilla, casi ex futbolista desde entonces porque suma tan pocos ratos de fútbol que nadie recuerda su última actuación . Este curso estuvo media hora ejerciendo su profesión en la jornada dos, contra el Villarreal , y nunca más se supo, gastado su nombre en los comunicados médicos que emitía el Español diariamente. Siempre estaba Iván de la Peña, hundido esta mañana en su emotiva explicación. “El sábado será mi partido más difícil. Será duro, pero también bonito. El fútbol es lo más grande que hay”, logró decir en plena llorera.
Es lo más grande por futbolistas diferentes como él, tan recordado por su cabeza rapada, motivo por el que le bautizaron como “El pequeño Buda” o “Lo Pelat”. Creció en La Masía, a la sombra del Dream Team de Johan Cruyff, y fue el técnico holandés, otro romántico, el que le dio la alternativa y con el que se lució en aquella noche mágica sevillana contra el Betis, la velada en la que se confirmó “La quinta del Mini”. De la Peña era referencia de ese grupo, tan bello su toque, tan preciso.
No siempre los genios triunfan y su magia tuvo, por momentos, el rechazo del Camp Nou, escenario del que se le abrieron las puertas para acabar, mediante un cheque estratosférico de 15 millones de euros, en el Lazio. Italia, país del catenaccio, la defensa por encima de todo, reclamaba un futbolista distinto. Pero Italia no cambia de ideas y De la Peña, a quien las lesiones le empezaban a perseguir, apenas jugó 14 partidos con el conjunto romano, por lo que cambió de aires para instalarse en Marsella sin que cambiara su suerte. Después de ir dando bandazos, ignorado por muchos entrenadores que no llegaban a comprender su estilo, fue en el Español en donde se vio al mejor De la Peña.
Desde el curso 2002-03 ha sido un ídolo para la afición blanquiazul. Pasó también malos momentos, pues no se le renovó en su momento y estuvo un tiempo ejercitándose por su cuenta, pero sus asistencias y su gracia con la pelota le dieron la razón. Con Miguel Ángel Lotina, ganó una Copa del Rey, acudió por primera vez a la selección española absoluta y, según cuenta el protagonista, aprendió a defender.
Peso pesado del vestuario, heredó el brazalete que primero dejó Raúl Tamudo y luego el fallecido Dani Jarque, pero era más jefe desde la distancia porque en el campo estuvo muy poco. Primero una entesitis aguda en la inserción del aductor derecho, luego una pubalgia y, finalmente, unas molestias en el aductor largo izquierdo le han jubilado antes de tiempo. Ni placenta de yegua ni tratamientos milagrosos. Nada, siempre el mismo dolor.
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