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TOUR DE FRANCIA

A nado hacia los Pirineos

Contador, «contento» porque la lluvia mejora el estado de su rodilla, y Samuel Sánchez preparan el asalto al Tour

A nado hacia los Pirineos AP

J. GÓMEZ PEÑA

El mes de julio de 1950 fue un infierno . Francia a la brasa. Los ganaderos tuvieron que sacar el forraje reservado para el invierno. Sus vacas sólo tenían tierra seca en el menú. Y las fruterías por donde pasaba aquel Tour se quedaron ... sin coles. Los ciclistas se las llevaban para arrancar las hojas y ponérselas bajo la gorra y sobre la nuca. Refrigerador casero. La canícula asfixiaba. Camino de Saint-Maxime, ciudad balneario, el aire dejó de existir. Tan seco que no se podía ni respirar . Al otro lado de la carretera, Kubler, Bobet y el resto del pelotón veían las sombrillas, la playa, los pudorosos bañadores y, sobre todo, el mar. Azul. Promesa de alivio. Agua para el incendio interior. Apo Lazarides, que era de la zona, no lo dudó. Pateó hacia la arena y metió la cabeza en el mar. Sentó cátedra. Sprint sobre la arena. Un tal André Brulé ni frenó. Al agua en bici. Desde la carretera, Jacques Goddet (director del Tour) se tiraba de los pelos. Les insultaba. Aquello era un desastre.

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