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ATLETISMO

Así funcionan las liebres en el atletismo

Corren para que otros batan récords, y asumen ese papel desde el campeón de España de maratón hasta el mítico Haile Gebrselassie

Así funcionan las liebres en el atletismo SANTIAGO GONZÁLEZ

LAURA MARTA

Plaf, plaf, plaf, plaf. Florence Kiplagat no levanta la vista para admirar el paisaje, ni para controlar el reloj, ni para ver de dónde llegan los aplausos que la animan desde el otro lado de las vallas, ni para saber si la próxima curva será a la izquierda o a la derecha. Ella solo sigue el plaf, plaf, plaf. Un sonido, un ritmo, un tiempo, un récord. Marc Roig.

Barcelona vivió hace unos días una nueva marca en el medio maratón femenino. La atleta keniana había rebajado el anterior tiempo en 38 segundos, dejándolo en 1h05:12. Al terminar, alzó los brazos para demostrar su superioridad sobre el asfalto barcelonés, su proeza. Nadie más rápida que ella en esta distancia y, sin embargo, en su esfuerzo también estaba el de Roig, una de sus liebres, un guía invisible en la foto final que le cortó el viento y le marcó el recorrido, el ritmo, el ahora más rápido, ahora más lento, y el tiempo perfecto durante buena parte del recorrido.

«No corre por ti, pero te allana el camino», reconoce Alessandra Aguilar , que también contó con la ayuda de Roig en su intento de mejorar el tiempo del maratón femenino en Rotterdam hace unos meses. «Es imposible hacer una distancia larga sin la figura de una liebre. Es más, salvo rarísimas excepciones, nunca se ha logrado un récord sin su ayuda», corrobora el campeón de España de maratón, Carles Castillejo.

«Yo no llevaba reloj -recuerda Aguilar de su carrera en Holanda-, él era el mío, y uno muy preciso, porque no solo me indicaba el tiempo, sino el ritmo que debía seguir. Yo iba a ciegas». Por eso la responsabilidad de la liebre es máxima. Sin error. «Tiene que calcularlo todo al milímetro y sobre la marcha, porque si se ha perdido un segundo en tal kilómetro, tiene que rehacer los cálculos para el siguiente», comenta Aguilar. «De esta forma, el atleta va mucho más tranquilo y puede centrar todas sus energías en correr. Y a lo largo de una carrera larga como un maratón, puede suponer rebajar el tiempo en un minuto o más», afirma Castillejo. «Hay que pensar dónde esperar el viento, dónde apurar, dónde parar... Eso conlleva gran carga de trabajo y responsabilidad», acepta Roig.

«Tirar» sin brusquedades

También por eso la confianza con la liebre es vital, aunque hay excepciones. Los organizadores de las carreras, sean de corta o de larga distancia, siempre tienen atletas que se ofrecen para ser liebres. «Te enseñan los tiempos en los que corren y decides aceptar o no. Personalmente prefiero que sea alguien que conozco, porque la forma de correr del que tienes delante también influye. Si es muy anárquico o algo brusco, te puede despistar mucho, y pensar en eso te quita fuerza mental, imprescindible en largos recorridos», explica Castillejo.

«Tirar tira todo el mundo, pero hacerlo bien y darle tranquilidad al que llevas detrás no es nada fácil», confirma Aguilar. Pero Marc Roig era una garantía para Kiplagat. «La organización nos lo sugirió y nos pareció perfecto porque lo conocíamos de las carreras en las que había participado en Holanda. Florence tenía además otra liebre para que la llevara lo más lejos posible, pero necesitábamos a Marc sobre todo al principio, porque sabíamos que es una persona humilde y muy agradable y conocía el recorrido. Era el candidato ideal y Florence estuvo encantada con su ayuda», explica para ABC Jurrie van der Velden, representante de la atleta keniana.

Liebre por contrato

Todos los atletas han sido liebres alguna vez de compañeros de entrenamiento o rivales. «Me pongo más nervioso cuando hago de liebre que cuando compito», confiesa Castillejo. Porque hay mucho trabajo que hacer y normas muy estrictas. «Tienes que estar en muy buena forma. Sabía que podría hacer una parte del recorrido, pero no todo porque Florence tiene los mismos tiempos que yo y no podría ayudarla hasta el final, llegaría demasiado justo y no es bueno. Además, no te dejan competir ni el mes anterior ni el posterior», dice Roig.

Por eso es importante la negociación previa. Se llega a un acuerdo económico y a una distancia determinada. «En mi primer maratón, en Castellón, traté de adelantar a un africano que hacía de liebre y me pidió solo un kilómetro más. Cuando llegó a ese punto levantó los brazos como si hubiera ganado. Tenía esa distancia estipulada y de esa forma iba a cobrar el sueldo», recuerda Castillejo como anécdota.

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