el animal singular

En tierra ajena

Durante unos días en Barcelona me sentí profundamente latinoamericano. Es decir, de todas partes y de ninguna. Y era una sensación buena

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El psiquiatra Josep Solanes

Entre el 18 y el 22 de junio, en la Biblioteca Gabriel García Márquez, se desarrolló la tercera edición del KM Amèrica/Festival de Literatura Latinoamericana de Barcelona. Se trata de un evento organizado por Casa Amèrica Catalunya, bajo la curaduría del escritor mexicano Eduardo ... Ruiz Sosa. Este año tuve la suerte de asistir y participar en un par de mesas. Fue una oportunidad de lujo para compartir con los lectores y conocer escritores cuyo trato y obras ahora atesoro como un regalo.

Es de destacar la impecable organización del Festival y la selección de los autores invitados, en la que hubo un perfecto equilibrio entre autores ya consagrados, como Rodrigo Fresán, Lina Meruane o Alejandro Zambra, y otras voces emergentes. Sin embargo, no pude dejar de notar la presencia de un escritor que iba preguntándole a los otros colegas, a medida que los conocía, cosas como «¿y de dónde eres?», «¿y cuánto tiempo llevas viviendo en Barcelona?», «¿hace cuánto que emigraste?». Un interrogatorio que remataba invariablemente en un comentario sobre la fascinante mezcla de los acentos. Pues bien, ese escritor fastidioso era yo.

Hubo un perfecto equilibrio entre autores ya consagrados, y otras voces emergentes

De esta extraña insistencia mía en ir preguntando estas cosas, me di cuenta después cuando hice el balance del Festival. En esos días en Barcelona me sentí profundamente latinoamericano. Es decir, de todas partes y de ninguna. Y era una sensación buena, además. Los escritores convocados éramos productos cuya denominación de origen resultaba menos importante que el simple hecho de estar, en ese momento, allí.

Un «allí» menos geográfico que sináptico, como sucede cuando estás viviendo algo significativo y te desdoblas y tienes un pie en ese bar y el otro pie en el recuerdo. Quizás influyó que esa visita a Barcelona fuera la parada a mitad de camino de un mes inusualmente movido para mí, que me llevó a estar primero en Manchester, luego en Londres, y a las semanas siguientes en Granada y Madrid, para al fin regresar a Málaga.

Un breve tour profesional en el que descubrí, reflexionando en voz alta durante una actividad en la Casa de América de Madrid, que, al contrario de mis fantasías de adolescente que se imaginaba viviendo y escribiendo en París, mi destino estaba en España.

Como confirmación de estas impresiones, está la lectura que me entretiene estos días. Se trata del ensayo 'En tierra ajena. Exilio y literatura desde la «Odisea» hasta «Molloy»', de Josep Solanes, publicado por la editorial Acantilado en 2016. Allí encuentro lo evidente: desde que abandonamos el útero materno somos exiliados. Emigrar a otra tierra, en el fondo, llega a ser irrelevante pues siempre estaremos en tierra ajena: «la mayoría de los hombres habitan todavía en sus propios países. Ahora bien, si éstos no saben que, a pesar de esa feliz circunstancia, también ellos son exiliados, es porque se han empeñado en ignorarlo».

Josep Solanes, por cierto, fue un psiquiatra barcelonés. Nació en Tarragona en 1909. Después de la Guerra Civil española, emigró a Francia. En 1949 se trasladó a Venezuela. Primero a Caracas y luego, en 1959, a la ciudad de Puerto Cabello. Allí vivió hasta su muerte en 1991.

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