VOCES CONTRA LA RENUNCIA DE OCCIDENTE
La libertad ya no es el bien más preciado
Estamos en un mundo intolerante y retrógrado pese a que cínicamente inculcamos tolerancia y progreso. Vivimos entre las ruinas de las utopías y los egoísmos
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Iniciar sesiónDespués de finalizada la Segunda Guerra Mundial en ambos frentes, occidental y oriental, surgió un largo período de optimismo pacifista. No hubo menos fe en la restauración y expansión de la democracia, aunque a los ibéricos nos llegara con retraso. Este mismo año, y ... por estos meses, se están cumpliendo las ocho décadas del armisticio. Un período que para Europa y las democracias occidentales ha sido de un gran desarrollo social y económico, en medio de una paz bélica jamás antes conseguida. Y, sin embargo, como escribió Bauman, testigo del nazismo, del comunismo, del exilio y finalmente de la democracia, en su libro, 'Retrotopía', en los últimos años hemos comenzado a dar marcha atrás situándonos en la década de los treinta del pasado siglo.
La guerra ha vuelto a Europa. Ya había estado presente en la disgregación de Yugoslavia, aunque nuestros conciudadanos hicieran oídos sordos. En mi opinión, es la segunda parte del conflicto que quedó inconcluso. Los EE.UU. y la Gran Bretaña le entregaron a Stalin la mitad de Europa para no sacrificar a más de sus soldados. Un totalitarismo sucedió a otro, luego vino la guerra fría, la caída del muro de Berlín y el desplome del mundo soviético que Putin trata de reconstruir. Nuestros abuelos nos dejaron esta encomienda que ahora se reaviva.
Por tanto, la guerra, las ideas totalitarias reconvertidas en populismos, la amenaza atómica, han resurgido junto a nuevos peligros como el cambio climático, la revolución no asimilada de los usos sociales, la presencia amenazadora de la ciencia y de las nuevas tecnologías, las pandemias y un largo etcétera. Todos estos horrores compiten entre sí por el liderazgo apocalíptico.
En vez de haber creado una «masa» ciudadana crítica y participativa, la hemos maleducado, adormilado, entretenido
El covid, por ejemplo, ganó muchos puntos. En algunos países, en el nuestro sin ir más lejos, sirvió para reducir la libertad y alimentar una corrupción de estado. Durante las pasadas décadas vivimos en la plenitud del bienestar, pero las vacas flacas han llegado y mugen desesperadamente. Kafka, de quien también se cumple el centenario de su fallecimiento, escribió en uno de sus cuadernos: «Quien pierde su libertad tiene alguna responsabilidad». Es decir, estamos perdiendo la libertad que nos otorgó la democracia siendo cómplices de quienes nos la quieren arrebatar.
En vez de haber creado una «masa» ciudadana con conocimientos y opiniones, crítica y participativa, la hemos maleducado, adormilado, entretenido. Cambiamos el mérito (más difícil de manejar por los políticos) por la mediocridad (más fácil de manipular). La decadencia de la educación y la tergiversación de valores han hundido uno de los pilares esenciales de nuestras democracias. Los ataques contra el talento, el esfuerzo, el valor del conocimiento, han sido demoledores.
Censura retroactiva
Tergiversar la Historia, utilizar la censura retroactiva, culpabilizarse de acontecimientos remotos, dejarse llevar por la impericia política, nos están conduciendo al borde de un conflicto social civil. En el año 1962, Kennedy, en un discurso, proclamó el final de las ideologías. Se equivocó. La política, decía, debía estar en manos de expertos. Es cierto, pero siempre en constante vigilancia de otros poderes. Y añadía que las decisiones a veces serían incomprensibles para el ciudadano común. Este es para mí el principal error. Es obligación de la democracia hacer comprensibles las decisiones que afectan a sus gobernados. Se equivocó, pero acertó. La mayoría de los ciudadanos vive en el limbo. Una de las cosas más terribles que nos están sucediendo es que los ciudadanos se han vuelto ignorantes de casi todo pero además de sus propios derechos.
Así, el engaño y la mentira son fáciles instrumentos de la acción política. Y volviendo al autor de 'La metamorfosis': «Solo existe la verdad, la media verdad es falsa y no es cuestión de epistemología sino de ética. Decir mentiras es de malvados». ¿Cuántos políticos de todo signo y nacionalidad dicen la verdad? La kafkiana, desde luego. Pero, ¿y si la verdad fuera una proposición que se construye a posteriori? Darwin opinó que esta no era tan esencial como el sexo, al menos para la supervivencia de la especie.
La 'perfomance' política, incluso más «artística» aún, se ha instalado en la gestión democrática
La 'perfomance' política, incluso más «artística» aún, se ha instalado en la gestión democrática. La banalidad política viene de la sociedad y viceversa. Vivimos entre las ruinas de las utopías y los egoísmos. Hay que superar los odios raciales, las venganzas, las creencias fanáticas, las clases, los nacionalismos, la tribu, la involución hacia la violencia. Estamos en un mundo intolerante y retrógrado a pesar de que cínicamente inculcamos tolerancia y progreso. Valéry, que vivió varias guerras y detestaba a los políticos, dijo que «los imbéciles que nos gobiernan no son muchos pero están muy bien elegidos». Y los eligen nuestros ciudadanos.
«La libertad ya no es el bien más preciado», quizás le diría hoy don Quijote a Sancho. Miles de millones de personas no saben lo que es ni les interesa lo más mínimo. Y esta falta de convicción lleva a los individuos a dar pasos en falso. Adherirse a algo con lo que quizás no están de acuerdo, pero con lo que se sienten protegidos. La libertad hace aguas por todas partes. Zuckerberg, fundador de Facebook, manifestó en el 2010 que la privacidad había dejado de ser un derecho. Nadie dijo nada. Y así está sucediendo.
Hasta ahora ningún proyecto político pudo liberar a la humanidad de su irracionalidad. Hace unos años publiqué un ensayo titulado 'Las democracias suicidas' (Fórcola). Ahora Federico Rampini acaba de sacar a la luz 'El suicidio occidental' (Ladera Norte). Estamos cometiendo errores mortales al revisar masoquistamente nuestra historia y cancelar nuestros valores. La educación, la cultura, el diálogo, la tolerancia, la verdad o la libertad van a la deriva. La sociedad continuará, ¿pero qué mundo y qué sociedad? Siempre se dijo que la violencia era una forma de necedad. Quizás, a no mucho tardar, se aplique este adjetivo a la libertad.
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