cambio de tercio

Diplomacia cultural

Que la diplomacia utilice la cultura para afirmar nuestro lugar en la escena internacional nos hace ganar prestigio

Ruy González de Clavijo, autor de 'Embajada a Tamerlán'

Javier Moro

Me tomo la revancha y, después de tanta restricción, viajo de nuevo por el mundo. En Delhi, me rindo de admiración ante la actividad desbordante del Instituto Cervantes que, bajo la dirección de Òscar Pujol (gran indólogo y primer traductor del ... sanscrito al español), se ha convertido en un punto de referencia en esa ciudad de 22 millones de habitantes. El centro se ha quedado pequeño con tanta demanda de clases de español, con tantas exposiciones, debates, veladas de flamenco, festivales de cine, conciertos de música española y latinoamericana, presentaciones de libros, etc…

El resultado de tanta actividad, que se consigue al aprovechar las sinergias con las universidades locales, las empresas y la embajada —también capitaneada por un hombre de la cultura— es que nunca la presencia española e hispana ha estado más presente en la capital de la India. Y esto es importante, teniendo en cuenta que dentro de unos meses India sobrepasará a China como país más poblado del mundo. A falta de mayores relaciones comerciales y empresariales, por lo menos se desarrollan las culturales. Hacerse querer, o admirar, es un primer paso para ganar influencia.

En Astana, la nueva capital de Kazajistán que a treinta bajo cero parece una base espacial, he participado en un encuentro con escritores locales patrocinado por la Embajada de España. Me sorprendió que acudiesen tantos estudiantes y sobre todo que alargasen el encuentro con preguntas que revelaban su genuino interés por nuestra cultura. La repercusión de ese acto en los medios me sorprendió; una pequeña inversión consiguió una atención inusitada.

Hacerse querer, o admirar, es un primer paso para ganar influencia

En Tashkent, la capital de Uzbekistán, el evento, organizado por el encargado de negocios de la embajada, se desbordó. En un gesto de cortesía oriental, me vistieron con una capa de hilos de oro de príncipe usbeko y por un momento me sentí digno sucesor de Ruy González de Clavijo, diplomático español que en el siglo XV visitó estas tierras por encargo del rey de España y que dejó escrito un libro de viaje considerado un clásico del género ('Embajada a Tamerlán'. El acto culminó en un cóctel multitudinario patrocinado por empresas españolas y usbekas donde me enteré de que España es el primer inversor en ese país (Talgo lleva 15 años vertebrando Uzbekistán con sus trenes).

Y de nuevo la repercusión mediática superó con creces nuestras previsiones. Importa que el mundo nos perciba como algo más que futbol. Que la diplomacia utilice la cultura para afirmar nuestro lugar en la escena internacional nos hace ganar prestigio, por lo menos entre las élites. Al poner el acento sobre el intercambio de ideas y de información, al favorecer la compresión mutua, la capacidad de seducir que tiene un Estado sirve para que este aumente su peso en el mundo.

Llámese 'soft power' o diplomacia de influencia, me alegra comprobar como los jóvenes diplomáticos españoles mueven sus fichas para sacar brillo a esta vieja nación nuestra que bien se lo merece.

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