LA GRAPA

Se cosifica quien puede

A veces le pido a mi mujer que me cosifique. Y acepta: me cosifica en maleta y me arrastra por ahí

Shakira y Gerard Piqué

Shakira y Bizarrap detuvieron el mundo. Estallaron internet. Bastó un vídeo de desamor famoso, perpetrado en casa con el Movie Magic. La degradación de lo audiovisual en redes va en paralelo a la caída libre de la importancia de la letra en las canciones ... populares. Compárese el ‘Idiot Wind’ de Dylan con la chambonería shakiriana: «Del amor al odio hay un paso/ Por acá no vuelva’, hazme caso». Pero si hay algo que ha-molestado-a-los-que-siempre-se-molestan es el estrambote «cambiaste un Ferrari por un Twingo/ cambiaste un Rolex por un Casio». «¡Shakira está cosificando! ¿Nadie va a pensar en las niñas?», gritaron, felices de señalarnos peligros. «Raro para Shakira cosificarse», pensé, «si ha basado su carrera en Santa Teresa».

El concepto de cosificación sexual comenzó a utilizarse a finales de los noventa por las psicólogas Fredrickson y Roberts para explicar los efectos de una cultura hipersexualizada que coloca a la mujer como objeto, deshumanizándola —ejemplo clásico: las camareras de la franquicia Hooters—.

¿En un ámbito superficial y hedonista —la canción actual— existe alguna alternativa a cosificarse?

Esta teoría norteamericana, como otras tantas, no tardó en aceptarse cual palabra de Dios en otras culturas y contextos bien diferentes. Y aquí comienzan los problemas. ¿En una ficción se puede cosificar? ¿Una multimillonaria que se gana la vida con su cuerpo no tiene licencia cosificadora? ¿En un ámbito superficial y hedonista franquicia — la canción popular actual— existe alguna alternativa a cosificarse?

La cosificación es un constructo tan frágil y tan-que-no-dice-nada que, al igual que el «odio», la «empatía» o la «fobia», ahora sólo vale para tirárselo a la cara al de enfrente. Sirve, además, para eliminar la autonomía personal de quien decide «cosificarse» —no sé quién se puede ganar la vida hoy en la música sin hacerlo—. Nada más presente que ese paternalismo de sofá y clic. Pero recuerden: se cosifica quien puede. A veces le pido a mi mujer que me cosifique. Y acepta: me cosifica en maleta y me arrastra por ahí. Yo silente y nada problemático, por fin; feliz ella.

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