LA GRAPA
Botellón LGTBI+
La excusa de la reivindicación trae tropelías descacharrantes
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Iniciar sesiónHace unos meses me invitaron a una cata de vinos. Como nunca había ido a una, acepté y me llevé a mi tío Javier. Con fragor de catador cateto, aún no llegaba el segundo palo y sabe dios cuántos vasos me había tomado ya. ... Mi tío actuó cual Moisés recién bajado de la montaña. Me advirtió: «Oye, que esto es una cata, no un botellón». Como vivimos en un mundo muy complejo donde las catas significan una cosa y la contraria, donde los eventos culturales mutan en segundos y donde las modas duran días, recordé esta frase con la llegada del Orgullo LGTBI+.
La excusa de la reivindicación y la cultura homosexual -o como quieran etiquetarla, tengo pocas palabras en esta columna- justifica tropelías descacharrantes. Uno no se vuelve artista por poseer una inclinación sexual u otra: quien se vende como acérrimo galán heterosexual desemboca en viejo patético -salvo Julio Iglesias- o quien basa su actuación en su gracejo 'homosexual/fluide' suele ser un petardo apolítico gritón. Lo mismo pasa con algunos humanos que salen a celebrar el Orgullo. Se maman como otro sábado, dejan el centro impracticable y aplauden, entusiastas, un engranaje mercantil que detesto -y celebro por la pasta que deja, a un tiempo-. No se nos ocurra criticar estas bacanales: están amparadas por la sacrosanta libertad sexual, el mito de la cultura y los políticos vigentes.
La obra de algunos participantes no se evalúa por sus valores artísticos: el fin que defienden -los derechos humanos, por ejemplo- les basta de parte contratada. El fiestero del Orgullo se exime de su resaca: se ha drogado para proteger una cultura oprimida. De pronto, no es un farras, es un activista.
Esto no es una buena o mala noticia: también la Semana Santa pierde su religiosidad en pos de la impostura, el comercio y la farra. Todo aquello a lo que se le coloca antes la palabra 'fiesta' acaba igual: desde el funeral de un rumbero a la fiesta del PCE o las «Cañas por España» de VOX. Pero no nos engañemos: no es cata, es botellón.
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