ARTE
'Ecoterroristas': el asalto a las imágenes
ANÁLISIS
Las grandes obras del arte, en el punto de mira de los ecoactivistas. La falacia está servida
Madrid
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Iniciar sesiónParece imposible imaginar un futuro no apocalíptico. La idea de un planeta póstumo y deshabitado prolifera hoy en el cine, en el arte y en la literatura, pero también en el análisis científico y en la especulación filosófica. Ante la viabilidad de la catástrofe, parece ... legítima cualquier propuesta orientada a dar la voz de alarma, incluyendo la nueva ola de activistas ambientales que atacan obras de arte. Sin embargo, un sentimiento generalizado de estupor, perplejidad y rechazo nos atraviesa cuando vemos cómo agreden el cristal que protege 'Los girasoles' de Van Gogh o 'Los Parajes' de Monet, o cómo deterioran los históricos marcos de 'Las Majas' de Goya.
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La pregunta que intentan formular fue verbalizada por el activista que pegó su calva a 'La joven de la perla' de Vermeer: «¿Cómo se sienten al ver algo bello siendo aparentemente destruido?». Esta interpelación, que reclama una lucha colectiva frente a una realidad perentoria, parece olvidar que conocemos bastante bien la experiencia de lo bello destruido. Aún perviven en nuestra retina actos recientes contra la memoria como el bombardeo de los budas de Bamiyan o las incursiones de ISIS en el Museo de Mosul.
Estos nuevos activistas han retomado una estrategia, la iconoclasia, que atraviesa buena parte de la Historia de la modernidad occidental. A esta toma de postura respondieron el puritanismo de Savonarola, las revueltas reformistas del XVI, el asalto contra el arte en la Revolución Francesa, la destrucción de símbolos en los procesos de colonización o las demoliciones tras la caída del Muro de Berlín.
Una lista todavía abarcable
Los museos tienen experiencia enfrentándose a actos de vandalismo contra el arte. De gran resonancia fueron los casos de 'La Ronda de noche', de Rembrandt, y 'La Piedad' de Miguel Ángel, atacadas por sujetos con trastornos mentales. El rasgado a cuchillo de 'La Venus del Espejo', de Velázquez, fue realizado bajo un pretexto feminista. La lista de ataques no es inabarcable, pero sí lo suficientemente amplia como para corroborar el enorme poder de las imágenes.
Los activistas ambientalistas participan de esta tradición, aunque su pulsión iconoclasta queda convertida en simulacro: no hay daño sobre las pinturas porque no es necesario. En lugar de aguantar una pancarta y manifestarse delante de un oleoducto, optan por un nuevo tipo de activismo que libra sus luchas en el nivel de lo simbólico, como un desafío a los lenguajes y códigos culturales. Son perfectamente conscientes del valor financiero y cultural de la obra agredida.
Les interesa la espectacularización del suceso, su potencial viral en redes, y los mensajes claros y contundentes. Estos activistas no revelan los nombres de quienes están llevando a cabo la devastación del planeta, ni desgranan la causalidad múltiple de la crisis ecológica. Sus llamativas acciones funcionan simplificando lo complejo: parten de una falacia de falso dilema (arte o vida), reducen la problemática a temas específicos (las emisiones de carbono o el calentamiento global) y evitan abordar cuestiones centrales como el carácter inherentemente desigual del capitalismo. Sus bases de adscripción ya no son básicamente económicas, sino ideológicas y culturales.
Reacciones, pocas
De momento, ninguno de sus actos vandálicos en museos ha producido una transformación en los sistemas políticos gubernamentales. Pero no todo es desechable. Pese a tener en contra a la mayoría de la opinión pública, han conseguido instalar en el debate social la urgencia de que intervengamos colectivamente en nuestro medio ambiente. De manera tangencial, provocan que nos preguntemos cómo pueden ser los museos receptivos a las coyunturas sociales, en un momento en el que la dimensión crítica de la cultura está en serio declive.
S hay algo que podemos reprocharles es la enorme torpeza en el diseño de la protesta, sustentada en un violento gesto de censura hacia imágenes emblemáticas de un patrimonio común que es protegido y conservado gracias a los impuestos de la ciudadanía. Si no sonara a chiste malo, podríamos pensar que estas acciones han sido orquestadas por empresas petroleras.
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