'Cinco enigmas de la Historia', de Martín Casariego: contar el pasado de una manera entretenida y veraz

El historiador actual debe tener en cuenta, a mi modo de ver, la pulsión estética que emana de la labor llevada a cabo por los grandes historiadores grecorromanos: Heródoto, Tucídides, Tito Livio, Tácito, Amiano Marcelino y tantos otros orfebres de la palabra histórica en la Antigüedad clásica, y tratar de imitar su excelencia como escritores, aunque sin prescindir de las conquistas metodológicas que, a partir de la época contemporánea, han aproximado la Historia a la casilla de la ciencia (impura, pero ciencia al fin y al cabo).

ENSAYO

'Cinco enigmas de la Historia'

• Autor Martín Casariego
• Editorial Ladera Norte
• Páginas 256
• Precio 19,90 euros

Eso es exactamente lo que hace el muy galardonado novelista Martín Casariego Córdoba, que procede del campo de la historia del arte, pero que ha conseguido ocupar un puesto relevante en el terreno de la literatura y vuelve ahora a sus orígenes historiográficos con una pieza deliciosa que hace pensar en obras de divulgación histórica tan bien ensambladas como la célebre monografía 'Momentos estelares de la humanidad', piedra angular en la producción del atormentado Stefan Zweig.

La pieza bibliográfica se titula 'Cinco enigmas de la Historia' y, partiendo de la base de que la Historia no es más que una sucesión de enigmas, elige cinco de ellos, a cuál más vistoso, divertido y popular (lo de 'popular' en mi lenguaje es siempre un adjetivo halagador): Aníbal a las puertas de Roma, el «acertijo insoluble» que supone la flota del eunuco chino Zheng He surcando varios océanos, el misterio que rodea al Hombre de la Máscara de Hierro en la Francia de Luis XIV, el mito de la supuesta supervivencia de la gran duquesa Anastasia en la matanza de Ekaterimburgo y el último y trágico vuelo de la paleoaviadora estadounidense Amelia Earhart (1937).

Cada uno de los enigmáticos relatos en los que Casariego ha convertido los episodios históricos citados exhibe una gratísima ligereza, sin que la voluntad de estilo deje de enriquecer esa frescura expresiva con una calidad de página sobresaliente. Si nos ceñimos, por ejemplo, al primer enigma, centrado en Aníbal y en la extrañeza que produce su negativa a entrar victorioso en Roma, cuando las águilas de la República habían perdido sus garras en cuatro batallas decisivas ante las armas púnicas, el narrador agota con rigor las fuentes principales que de aquella gesta bélica se nos han conservado, pero lo hace siempre pensando en un abanico lo más amplio posible de lectores, sin restricciones de ninguna clase.

Hay que felicitar a la nueva editorial en que se inscriben estos 'Cinco enigmas', la madrileña Ladera Norte, por auspiciar un tipo de libros en los que la amenidad no está reñida con un conocimiento científico de la materia y en los que la Historia, como pensamos quienes hemos adoptado como estandarte la 'paideia' grecolatina, sigue siendo un género literario que lee la gente con el mismo placer y la misma capacidad de disfrute con que se devora la más apasionante de las novelas.