En la ola cántabra de PhotoEspaña

Como principal novedad hay que destacar que el Centro Botín se ha sumado al festival con un taller de cianotipias de la mano de Rosell Meseguer, sin duda, un privilegio de actividad, abierta a todos los públicos, por su doble significado: trabajar con esta creadora y ocuparse de una técnica que tanto ayuda a comprender la fotografía, haciéndolo de una manera colaborativa, con la construcción de una obra conjunta –un camino de cianotipias– entre todos los participantes.

Destaca la exposición del CDIS, ya que la ciudad tiene un centro especializado en fotografía, que aprovecha el evento para exponer el trabajo de Gerardo Vielba con imágenes de Santander tomadas por él entre 1953 y 1973, acercando así al público local a un espacio de referencia de un modo cercano, en sintonía a la disciplina del festival.

Otra muestra muy destacable es la de Massimo Vitali en la Biblioteca Central de Cantabria, que recogerá parte de sus imágenes icónicas de playas masificadas, y que, además, ofrecerá una clase magistral. Como sedes invitadas, un lujo: partimos de las Naves de Gamazo, pegadas al mar y principales receptoras de la colección Enaire, tan vinculada a la fotografía en sus últimos años y que alberga a grandísimos fotógrafos contemporáneos como Paula Anta, Helena Almeida o García-Alix, pero que ahora recurre a mostrar retratos fotográficos de la colección la Caixa. No obstante, quizás es la muestra más alejada a la temática de este año.

No ocurre así con la foto de Matías Costa, que exhibe en la Caverna de la Luz, un espacio extremadamente singular y que también se dedica a ofrecer fotografía en la ciudad por medio de un formato discreto: una imagen por mes a través de su escaparate.

Paradores, otro de los nuevos participantes en el certamen, ofrece en el de Limpias una actividad con Eduardo Nave, un regalo por el que, sin duda, merece la pena desviarse de la capital. Para esto y para asistir a la muestra de Eva de Miguel en el Museo Nacional Centro de Investigación de Altamira.

Otro punto fuerte, o al menos de aproximación al receptor esporádico, es la ocupación de mobiliario urbano de la ciudad con la obra de Ray Collins, algo próximo a lo que ya se experimenta en GetxoPhoto desde hace años y que, sin duda, hace que se participe más de esta entrega.

Algo que sigue fallando en el festival es que no termina de consolidar el visionado de porfolios, que queda diluido en una propuesta que empieza a sufrir un poco de dispersión, pero que, sin duda, continúa encontrando en Santander un lugar donde la calidad de las propuestas y la implicación de los espectadores es evidente, por lo que se refrenda como una subsede consolidada dentro del circuito y, sobre todo, a la altura de cualquier otro destino sin que, en ningún momento, sintamos que la periferia ocupa un lugar relegado dentro del panorama contemporáneo.