MÚSICA
Vanguardia musical: la historia no contada
La Fundación Juan March presenta un fascinante ciclo de conciertos que recorren nuestra historia musical entre la dictadura de Primo de Rivera y el final de la Guerra Civil
Andrés Ibáñez
«Yo creo que, así como hay un arte alemán, un arte francés y un arte ruso, puede haber también un arte español», escribía en el año 1928 María de Pablos, una de las compositoras de más talento de la época y seguramente la ... primera directora de orquesta de nuestra historia. La declaración es extraordinaria y, a mi modo de ver, muy significativa. ¿Acaso puede dudarse de la existencia de un ‘arte español’ y, desde luego, de una ‘música española’? Se trata de una cierta manera de comprender la melodía y el ritmo, el uso de ciertas escalas, una cierta estética ‘mediterránea’ amante de lo claro, lo definido y perfilado, un cierto vitalismo envuelto de melancolía. La música española puede no tener tantos nombres universales como nuestra pintura o nuestras letras, pero posee, a pesar de todo, un carácter inconfundible. En 1990, Ivo Pogorelich declaraba que quería «redescubrir» a Albéniz y su suite ‘Iberia’ . Lo que buscaba, quizá, era interpretar a Albéniz como se interpreta a Brahms o a Chopin, compositores que trascienden las fronteras nacionales. Pero las versiones de Albéniz de Pogorelich nunca se hicieron realidad. La música española existe, desde luego, pero no logra hacerse universal.
Periodo apasionante
‘Poéticas encontradas: la música del período de entreguerras (1918-1939)’ es un fascinante ciclo de conciertos presentado por la Fundación Juan March. Está formado por tres conciertos de cámara celebrados en la Fundación y otros dos sinfónicos celebrados en el Auditorio, que recorren un periodo apasionante de nuestra historia musical, entre la dictadura de Primo de Rivera y el final de la Guerra Civil. Se trata de regresar a esos años fundacionales de la modernidad y ver qué hemos pasado por alto, qué hemos dado por sabido sin plantearnos si es del todo cierto, qué hemos olvidado.
Las compositoras representadas son María de Pablos, María Rodrigo y Emiliana de Zubeldía
Se ha relacionado la Generación del 27 poética con una cierta Generación del 27 musical, con la particularidad de que esta última tenía dos centros: Madrid (Falla, los Halffter, Bacarisse, Pittaluga, María de Pablos, Rosa García Ascot) y Barcelona (Mompou, Toldrá, Gerhard, Blancafort). Estos últimos se unieron en una Asociación de Compositores de Cataluña que era, en sus propias declaraciones, un grupo de amigos a los que no unía ninguna estética común. Tampoco el grupo madrileño tenía una poética común. «¿Qué es, pues, lo que se debe hacer?», se preguntaba Pittaluga. «¡Ah, eso cualquiera lo sabe!». En realidad, tampoco los miembros de la célebre Generación del 27 tenían una estética común. ¿Qué tienen que ver Cernuda con Alberti, Lorca con Guillén?
Manuel de Falla es claramente el centro de la música de entonces, especialmente tras el estreno de su ballet ‘El amor brujo’, brillante síntesis de la vanguardia de Stravinsky y la tradición musical española. Las influencias preponderantes entre los músicos del momento son Stravinsky, Debussy, Ravel, el Grupo de los Seis y, en menor medida, Arnold Schönberg. En un ensayo aparecido en Proa en 1925, César Muñoz Arconada dice situarse «en la alambrada» para criticar duramente al «sector derechista, ortodoxo y empecatado», formado por músicos reaccionarios que se oponen a todo lo nuevo, entre ellos Conrado del Campo, Joaquín Turina y Federico Moreno Torroba . Claro que Turina había sido, solo unos años antes, un defensor de la música nueva y rompedora de Debussy. Recordemos que también Gustav Mahler fue acusado en sus últimos años de ser un compositor conservador. Parece que las cosas cambiaban demasiado deprisa a principios del siglo XX.
Descubrimientos
Este es, pues, el ‘relato’ preponderante: vanguardistas que quieren transformar el arte y la sociedad contra reaccionarios anquilosados que viven en el pasado. Pero si nos decidimos a escuchar la música de la época sin prejuicios, comenzaremos a descubrir que las cosas no son tan simples. Para el que no conozca su música, ‘Infierno’, de Conrado del Campo, por ejemplo, con su perfecta arquitectura y su brillante escritura orquestal que recuerda a Strauss y a Wagner, puede ser todo un descubrimiento. También es impresionante el poema sinfónico posromántico ‘Castilla’, de María de Pablos, una de las mujeres compositoras que aparecen representadas en este ciclo (las otras son María Rodrigo y Emiliana de Zubeldía). Otro brillante conservador es Óscar Esplá, aquí representado por sus ‘Canciones playeras’, cuya maravillosa ‘Sinfonía Aitana’ de 1958 tiene un subtítulo bien expresivo: ‘A la música tonal, in memoriam’. Estos compositores no merecen el olvido que sufren.
Se trata de regresar a esos años y ver qué hemos pasado por alto, qué hemos dado por sabido
Tampoco es que los ‘vanguardistas’ de la época hayan salido mucho mejor parados. El gran público no sabe nada de Jesús Bal y Gay, por ejemplo, cuya música, llena de ecos de Stravinsky, es absolutamente deliciosa, o del irónico Gustavo Pittaluga, o del malogrado Antonio José, que murió fusilado en 1936 cuando solo tenía 33 años, y que escribió un ‘Ragtime chic’ carente de cualquier atisbo de sincopación seguramente porque no había oído un ragtime en su vida. La verdad es que los rifirrafes entre ‘vanguardistas’ y ‘tradicionalistas’ pierden sentido con el paso del tiempo. Para los oídos contemporáneos, el lenguaje de Conrado del Campo resulta igual de nostálgico que el de la ‘Sinfonieta’ (1925) de Ernesto Halffter, por poner un ejemplo, que cumple con todos los preceptos de la ‘modernidad’. Y ¿qué decir de Mompou?
«Cuando dos siglos hacen la misma cosa, no es la misma cosa», escribe Adolfo Salazar a propósito del neoclasicismo. Este es, por cierto, otro nombre que debería rescatarse del olvido, ya que es un crítico y musicólogo de primera fila, cuyos ensayos sobre música europea merecerían ser mejor conocidos. Salazar no solo fue un gran crítico, sino también un verdadero pensador musical.
El único compositor de esta época que alcanzaría una talla universal fue, seguramente, Roberto Gerhard , que después de unos inicios en la tradición de Pedrell y Debussy se marchó a Viena para estudiar con Arnold Schönberg y se convirtió en el dodecafonista español por antonomasia. Pero lo asombroso de Gerhard es que, a pesar de haber adoptado la poética de la Segunda Escuela de Viena, siempre se las arregla para incorporar, de un modo u otro, el elemento español en su música. Aparece en su ‘Quinteto de viento’, donde ya es evidente su forma personal de entender la estética de Schönberg (y que a ratos recuerda al ‘Concierto’ de Falla, en una estética neoclásica supuestamente opuesta a la suya) y también en sus grandes obras orquestales de la última época, entre ellas la gran cantata ‘La peste’, basada en la novela de Camus, que cierra el ciclo que comentamos. La verdad es que Gerhard, que nunca siguió al pie de la letra el dodecafonismo, escribió una música que tiene un carácter vital y colorista que la diferencia claramente de la de sus compañeros vieneses.
Contradicción
Y esa es la contradicción: que esta música, que se siente a sí misma de segunda fila y en todo dependiente de influencias foráneas, tiene, al mismo tiempo, un carácter fuertemente distintivo , tanto la de los que siguen usando las fuentes folclóricas como la de los neoclasicistas afectos a la parodia, la de los posrománticos straussianos y la de los que se consagran a la vanguardia más exigente.
Las dudas de María de Pablos eran infundadas y sí existe una música española, aunque no la conozcamos bien y aunque no le prestemos la atención que merece. En cuanto a María de Pablos, después de ganar el premio del Conservatorio con su poema sinfónico ‘Castilla’, de estar becada en Roma y de estudiar en París con Paul Dukas, el célebre autor de ‘El aprendiz de brujo’, y con Nadia Boulanger, vio truncada su carrera cuando, con solo 30 años, una dolencia cerebral la apartó para siempre de la composición y de la dirección. Pero ¿cuál era exactamente su enfermedad? Sus biógrafos han intentado averiguarlo, pero resulta imposible porque su historial médico ha desaparecido.
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