«Los (últimos) caciques de Filipinas», qué ocurrió en la colonia

En este renovado interés por el filipinismo, la editorial granadina Comares, en su colección de Historia, y la Universidad de Extremadura, nos traen un sólido ejercicio académico a cargo del historiador Juan Inarejos Muñoz . Los guiños en el título, a los «últimos» de Filipinas o al Desastre del 98, buscan atraer la atención del público. Pero el libro es atractivo por su propio mérito.

En las Filipinas españolas y finiseculares, los cargos municipales estaban reservados a indígenas filipinos, y eran elegidos por sufragio masculino censitario. El liderazgo municipal se ejercía mediante el cargo de «gobernadorcillo», término que no cambiaría hasta una ley de 1893 por el que pasaban a denominarse capitanes municipales. Este puesto era objeto de deseo entre las élites locales porque llevaba aparejados varios privilegios.

Las Filipinas de finales del siglo XIX eran un país forjado en el molde que dio vida a las repúblicas americanas. Las corporaciones religiosas de la Iglesia católica tuvieron un papel indispensable en dicha forja. Esta realidad, dependiente de la metrópoli , sometidos sus habitantes a arcaicas desigualdades raciales, la intentó modernizar España. Abolición de los privilegios estamentales, obligatoriedad de la educación primaria, secularización de la educación y promoción de los derechos y libertades individuales dieron ocasión a crecientes tensiones entre dos esferas de poder, la civil y la religiosa, en un archipiélago donde hasta entonces siempre había primado la segunda. Los sucesivos gobiernos de España no dejaron de intentar modernizar la realidad colonial, frente a la reacción retrógrada del aparato eclesiástico.

A medida que el progreso tecnológico aumentaba, comunidades locales que se reconocían entre sí como pertenecientes a un territorio común siguieron desarrollando una identidad en la que las aspiraciones políticas habían calado en sectores cada vez más amplios. La insatisfacción de estas aspiraciones daría paso a la insurrección revolucionaria en 1896 y la posterior pérdida del territorio dos años después ante EE.UU.

Inarejos articula su análisis sirviéndose de historiografía moderna, española, filipina y norteamericana, completándola con datos de archivo extraídos de los rollos microfilmados que la biblioteca de nuestro CSIC conserva, y que reproducen los originales del Archivo Nacional de Filipinas .

Se echan en falta más testimonios de primera mano de los religiosos, entre los que se cuentan aquellos que denunciaron los desmanes tributarios de los representantes civiles del poder colonial, que hubieran permitido al lector contar con su visión de las luchas por el poder municipal. Las fuentes primarias de las órdenes religiosas son abundantes. Ha sobrevivido hasta nuestros días el rico archivo de los franciscanos, con multitud de testimonios sobre las dificultades y desafíos de su ejercicio pastoral