Nuevas lecturas de la colección del CA2M: logros y riesgos

El CA2M, en Móstoles, lleva ya tiempo revisando sus colecciones con una serie de muestras en las que intenta articular las obras que la componen en torno a unas líneas expositivas, aglutinando distintos enfoques argumentales. Siguiendo esa mecánica de programación, y recurriendo a artistas y obras presentes en su colección y en la de la Fundación ARCO , ha inaugurado recientemente dos nuevas citas (a la espera de una tercera, esta próxima no basada en una disciplina), Colección XVIII: Textil y Colección XIX: Performance , con resultados algo dispares.

La primera teje -nunca mejor dicho- un atractivo relato basado en el empleo de textiles dentro del arte contemporáneo desde los setenta hasta la actualidad. Tradicionalmente su uso ha estado siempre asociado a una visión patriarcal y paternalista que los solía confinar a un territorio pura y simplemente genérico y artesanal. Sólo es necesario recordar el caso de Gunta Stolz y su taller textil en la Bauhaus… Sin embargo, en los últimos años se está operando una inversión de valores y cada vez asistimos a una mayor (re)valoración en la utilización de estos materiales textiles. Un buen ejemplo de esto podría ser la última edición de la feria Frieze en Londres , en la que pude observar todo un pabellón de galerías dedicadas exclusivamente al textil en el arte contemporáneo.

La exposición establece un itinerario en la aplicación del material que arrancaría desde valores más pictóricos y abstractos ( Grau-Garriga, Teresa Lanceta ), pasando por una dimensión política ( Teresa Margolles, Cristina Lucas ), por sus calidades formales y plásticas (Laure Prouvost, Polly Apfelbaum ), instalativas ( Belén Rodríguez, Carolina Caycedo ) o históricas ( Yinka Shonibare, Victoria Gil ). Como un interesante complemento se incluye asimismo la presencia del colectivo Tejiendo Móstoles , que aporta una mirada local y que se imbrica en uno de los principales haberes del CA2M: la implicación de la ciudadanía en su programación.

Por su parte, Colección XIX: Performance establece una doble cartografía del concepto de performance y de sus prácticas, siempre intrínsecamente ligadas al cuerpo, como símbolo y también como soporte y material artístico; en definitiva, como señala Barbara Kruger: «El cuerpo como campo de batalla» . En ese terreno bélico se van a dirimir algunas de las cuestiones genéricas, identitarias y de empoderamiento más seminales de las últimas décadas en el arte.

En su primera parte, la cita muestra obras de grandes pioneros ( Ana Mendieta, Baldessari o Carolee Schneemann ), mientras que la segunda, partiendo de los setenta, intenta bosquejar un cierto paisaje de la técnica en Madrid -y desde Madrid-, donde no podía faltar la importantísima labor del Espacio P , bajo la entusiasta dirección de Pedro Garhel , con la colaboración, entre otros, de Rosa Galindo, junto a una serie de piezas de distintos autores, como la acción llevada a cabo en 1975 por Charlotte Moorman en la madrileña galería Vandrés, o diversos trabajos de artistas referenciales como Alan Kaprow, Esther Ferrer, Vostell, Muntadas, Pepe Espaliú , hasta trabajos posteriores de Dora García, Itziar Okariz o María Gimen o (magnífica pieza) u otros más recientes (María Sánchez, SEPA). Un intento loable que busca también demostrar cómo la específica idiosincrasia de algunos lenguajes artísticos vivos y mutables, caso de la performance , interactúa con el espíritu de una colección. Un lenguaje que a veces resulta difícil de exponer con la misma intensidad y viveza que cuando fue creado, tal como puede verse aquí en algunos casos.