Laura Revuelta - CINCO MINUTOS DE GLORIA
Mínimos intelectuales
Fenómenos como ‘El juego del calamar’ demuestran que algo va mal a este y al otro lado de nuestras pantallas
Sí, claro, me han hablado y recomendado que, por favor, no me pierda ‘El juego del calamar’ . ¿Quién no ha visto a estas alturas de la actualidad y sus correveidiles de las redes sociales la serie coreana que comenta todo el mundo ... y a la que se han conectado, incluso, quienes no deben: los menores de edad? Levanto la mano. He aquí una excepción. Ya me pueden dar todas las claves pertinentes, todos los códigos secretos que parece sólo manejan lo modernos globalizados e, incluso, los niños que van al colegio. No voy a entrar por el aro.
No hace falta que me cuenten cómo recuerda a aquel concurso de culto de finales de los años 80 llamado en España ‘Humor amarillo’ . Ni que me expliquen que detrás de aquel programa, cuya (des)gracia se basaba en que los concursantes tenían que pasar por pruebas imposibles que acababan en morrocotudos golpes, estaba el mítico director de cine japonés Takeshi Kitano . El mismo al que luego admiramos por ‘Sonatine’, ‘El verano de Kikujiro’ o ‘Hana-Bi’ y se paseó por los festivales de cine más adultos de nuestro viejo continente. No me cuenten de las rocambolescas moralejas o tesis que acompañan su éxito.
Ante el fracaso de ‘El juego del calamar’ en mi casa, he aterrizado en el universo de Fellini
Si a alguien le gustó ‘Mad Men’ (por poner un ejemplo) no le puede entrar por el ojo esa suerte de ejército de Teletubbies que te asalta en algunas de las secuencias promocionales de la serie. Algo va mal a este y al otro lado de la pantalla. Ante el fracaso de ‘El juego del calamar’ en mi casa, y en mi caso, me he ido por peteneras y he aterrizado en el universo cinematográfico de Fellini . Refugiarte en los clásicos, por aquello de ir contracorriente, con el menos clásico de los maestros. He tomado al azar uno de sus títulos: ‘Ocho y medio’. Ciento cuarenta fellinianos minutos que te ponen a prueba. Fellini exige máxima concentración para estar a la altura de su universo de metáforas e imágenes imposibles, lecturas infinitas. Y resulta que habitamos en un tiempo y en un espacio intelectual de mínimos. ‘Juegos del calamar’ mediante.