José Jiménez Lozano y Américo Castro, diálogo entre fe y cultura

Jiménez Lozano, erudito siempre, apasionado de las antigüedades de nuestra historia, comparte con Américo Castro «la cuestión española como pesadilla», de la que «la cuestión religiosa» no es una parte menor. El empeño del escritor abulense fue ventilar las hojas escritas de nuestra historia, empeñarnos en el diálogo entre la fe y la cultura con las claves que traía el Concilio Vaticano II, del que fue enviado especial para aquel Norte de Castilla que dirigiera su amigo Delibes. Y en esa tarea puso en valor la propuesta de una forma del catolicismo hispánico contraria a los que enarbolaban la bandera «del “Dios con nosotros” de los inquisidores y cruzados...». Como le confiesa a Américo Castro, «he aprendido más del cristianismo en escritores no cristianos que avalan al hombre que en tantos cristianismo para los que la trascendencia y lo sobrenatural es escapismo».

Meditación española sobre la libertad religiosa , que no es un libro de historia, tampoco lo es solo de época. La intención era ofrecer una meditación amplia y libre en torno «al sentimiento religioso español en general y, más concretamente, en torno al sentimiento de la libertad religiosa». Es una disección del «homo religiosus hispanicus», con una propuesta que aún sigue vigente. Una advertencia al lector, bien argumentada, estéticamente atractiva, sobre lo que hacen aquellos a los «que les importa más la España católica que el catolicismo». Tenemos demasiada experiencia sobre el ser «católico al estilo hispánico con mentalidad contrarreformista». Quizá nos falte algo de lo que el catolicismo español, en su historia, perdió: «su espíritu evangélico , obligado a una lucha por sobrevivir».

La clave está, en palabras de Américo Castro, en la «vividura» de nuestra forma de afrontar las cuestiones referidas al Evangelio. No es difícil imaginar que Jiménez Lozano está, en algunas de sus páginas, echándole un pulso al polígrafo montañés, al don Marcelino de los Heterodoxos . Aunque en nota a pie de página añada su admiración por don Marcelino y «su gran centón de noticias históricas sobre los problemas religiosos patrios». El último capítulo de estas meditaciones cambia de género literario y se separa de los elementos de crónica y del ensayo histórico. Se convierte en una especie de pequeña autobiografía espiritual , en testimonio personal. Y, sobre todo, como dice el teólogo J. Prades, «son páginas cargadas de esperanza, desde luego también de inquietud, y sin duda de realismo cristiano».