LIBROS

Gutiérrez Aragón: vida y desánimo en Madrid, 1963

En 'Rodaje', Gutiérrez Aragón aúna el esperpento de Max Estrella, el neorrealismo de Azcona y algo del estilo de Berlanga

El cineasta y escritor Manuel Gutiérrez Aragón

No se ha valorado suficientemente el lujo que España ha tenido con una generación de cineastas también escritores. Y de los buenos. Por citar tan solo a los anteriores y de la edad de Manuel Gutiérrez Aragón, tienen sobresaliente obra literaria Fernando ... Fernán Gómez, José Luis Borau y Gonzalo Suárez. Y con ellos Rafael Azcona, guionista de algunos, es otro pedazo de escritor. Tampoco es ajeno a la vida literaria, al menos en su mundo compartido, José Luis Garci.

Gutiérrez Aragón tiene desde hace años más presencia literaria que cinematográfica. El mundo de 'Rodaje' es Madrid, poco después de 'La colmena' de Cela, y un poco antes de 'Los ingenuos' y 'Las cuatro esquinas', esas dos magníficas novelas de Manuel Longares. Una atmósfera en la que todavía hay porterías y serenos (asturianos), donde están el café Comercial y el Gijón, en que la gente sale de los cines en la calle Fuencarral o de Gran Vía, y cuando la Facultad estaba en San Bernardo. Hay mucha calle Carretas, o Preciados , pero también Malasaña o los bulevares, glorietas de Bilbao y de Quevedo. Todavía podías encontrarte en el cine con Azorín (de quien no traza Gutiérrez Aragón figura piadosa), pero donde, sobre todo, hay hambre, mucha hambre apenas disimulada con el café con leche que has conseguido que algún amigo o conocido te invite. Para muchos era lo único caliente que iban a tomar en todo el día.

No ofrece Gutiérrez Aragón una estética del todo realista, como no la tenía Fernán Gómez, pero tampoco deja que vuele un simbolismo aquí contenido. Su libro va oscilando entre diferentes estéticas, pues aúna el esperpento a lo Max Estrella, el neorrealismo de Azcona y Marco Ferreri, o algo de la disparatada estética de García Berlanga. Pero tiene, y eso cala en 'Rodaje', un aire de familia con todos ellos. Es una novela en que pueden asomar recuerdos autobiográficos no tanto del protagonista, un pobre romántico desfasado de nombre Pelayo Pelayo, como de otras muchas circunstancias que seguramente guardan un poso vital. Porque se trata de la vida, eso sí.

Este critico hubiera preferido que el final de la novela, especialmente el capítulo de cierre, casi surrealista, no hubiese lastimado algo su clímax, porque se precipita con aire de haber dicho ya todo, lo que lleva a un final demasiado abrupto para una novela que había sido muy bien medida. Parece como si el fusilamiento de Julián Grimau, hecho histórico que se sitúa en el centro mismo de la trama, trajera un desánimo que tiñe de fracaso toda la atmósfera.

Atmósfera de submundo

Esa brutal ejecución mostraba la firma de una dictadura empeñada en dar continuidad a la Guerra Civil. Hay en la novela escenas soberbias, como esa bajada a los infiernos que supone la visita, escondiéndose de la Policía, al cine de la calle Carretas. No creo que sea casualidad que se llame Virginio (parecido a Virgilio) el acomodador que lo guía y salva de un mundo sucio y penoso de trasiegos homosexuales en una atmósfera de submundo parecido a un infierno dantesco. También es soberbia la sutil critica al sectarismo de Bardem , y que se deshaga el mito de su unidad con Berlanga.

Hay escenas soberbias, como esa bajada a los infiernos de la visita al cine Carretas

En el fondo de este Madrid pululan gestos de células comunistas, cuando lanzar octavillas o repartir 'Mundo Obrero' era arriesgado, pero lo hacían humildes militantes , de una sociedad que, sin embargo, rezuma por doquier tanta vida como hambre. La escena del bar cercano a Atocha frente a la cuesta de Moyano, en que los policías de la secreta detienen al viejo militante es tan terrible como conmovedora.

Hay en Gutiérrez Aragón una mirada especialmente sensible hacia las figuras femeninas , como la que sirve el ambigú del cine, que ha de dar de mamar a su niño porque no tiene con quien dejarlo. O Laura. Son mujeres de clase baja, menesterosas como eran las decenas de oficios que pululan alrededor de un rodaje, buscando un papel de secundarios o simples extras. No era Madrid, como supo verlo el gran Zúñiga, capital de la gloria tampoco en 1963 . Gutiérrez Aragón lo ha cuadrado.

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