España-México, reconocernos mutuamente

Este no es un libro basado en opiniones banales, estupideces sesentayochistas o lecturas recicladas de antiglobalistas cínicos, camuflados de «amigos de los indios» . Es un volumen valiente, científico, basado en hechos, impermeable a la propaganda. Ayuda a pensar al lector, en vez de imponerle una reflexión políticamente correcta, o susurrarle al oído una leyenda. Las relaciones diplomáticas entre el reino de España y el México independiente se establecieron en 1836.

Apenas quince años después de que se proclamara la emancipación del imperio mexicano de la España del trienio liberal. Este hecho capital se ignora, pues como señala el coordinador, «la disputa con México es ficticia, impostada y carece de profundidad» .

Lo que no le ha faltado es cinismo, porque meterse con la herencia hispana y española ha sido, y sigue siendo, muy rentable. El anterior inquilino de la Casa Blanca, que se entendió tan bien con el actual presidente mexicano, lo supo explotar a fondo. A pesar de que la obra tiene siete autores, el resultado ofrece una visión coherente y homogénea. La denuncia del uso interesado de la historia, la exposición de argumentos que desmontan «malentendidos», la evidencia de los resultados positivos e integradores de la relación entre españoles y americanos, a los que se sumó la aportación africana, unen los distintos capítulos.

Tras una brillante presentación del coordinador, el profesor Martín F. Ríos Soloma desmonta en ‘Conquista, ¿qué conquista?’ las versiones míticas sobre la caída del Imperio azteca, en cuyas «celebraciones» oficialistas andan enredados al otro lado del Atlántico.

Critica, por ejemplo, los escritos de Octavio Paz , entre otros, y recuerda lo obvio: fueron las disensiones entre los indígenas mesoamericanos las que determinaron la victoria española, más diplomática que militar. Por su parte, Tomás Pérez Vejo rememora en ‘Colonia, ¿qué colonia?’ la centralidad de la Nueva España en la Monarquía Hispánica, cuidadosamente escondida desde el siglo XIX: «Una visión victimista de la historia sigue gravitando sobre proyectos políticos en los que la venganza del pasado importa más que la construcción del futuro».

Emilio Lamo de Espinosa es autor de un epígrafe, ‘Una civilización propia, pero ¿cuál?’, en el que cuestiona a quienes consideran que América Latina no forma parte de Occidente y, de forma similar, Luis Francisco Martínez Montes , en ‘Bárbaros, ¿qué bárbaros?’, revierte imágenes arcaicas de España y América. Las últimas aportaciones, a cargo de José María Ortega Sánchez, ‘Mirada, ¿de quién?’ y María Elvira Roca Barea, ‘Frontera, ¿con quién?’, actualizan la imprescindible deconstrucción de la leyenda negra en libros, series de televisión y películas, que también rememora Guadalupe Jiménez Codinach en su precioso epílogo, ‘Navegación en mares procelosos’.

Como señala Roca Barea, al final hablamos de vidas entrelazadas. El «cruel conquistador» español Juan de Oñate resulta que nació en Zacatecas, México. Por eso, la conclusión del capítulo de Ríos Saloma resuena de manera magistral: de lo que se trata es de reconocernos mutuamente. No hay más tiempo que perder.