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TEATRO

Denise Despeyroux: «La ficción es una fuente inagotable para aprender sobre la realidad»

La dramaturga y directora hispano uruguaya acaba de estrenar en el Teatro María Guerrero de Madrid «Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales», punto y seguido de un largo periodo de actividad escénica

La dramaturga y directora de escena Denise Despeyroux Isabel Permuy

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Tercera temporada en La Pensión de las Pulgas con su celebrada «Carne viva», estrenos en diferentes espacios durante los últimos meses de «La muerte es lo de menos», «La tentación de vivir», «El más querido», «Ternura negra» e «Iliria», si no me falla la contabilidad de las obras que han hecho que el nombre de Denise Despeyroux no se apee de la actualidad teatral madrileña. Nacida en Montevideo, viajó con sus padres a España cuando tenía tres años para instalarse en Barcelona; desde hace ya bastante tiempo vive y trabaja en Madrid. Contesta a las preguntas de esta entrevista mientras ensaya «Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales» , la obra que el Centro Dramático Nacional ha programado en la sala de la Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid.

Mantiene en los últimos tiempos una intensa actividad escénica, al menos por lo que respecta a presencia de sus obras en diversos espacios, ¿cómo lo consigue, recoge ahora la cosecha de su trabajo anterior o es una meticulosa estrategia de invasión de los escenarios?

Los últimos meses han sido una locura. Fantaseo con la idea de tener algún día libre para poder trabajar, es decir, para poder hacerme cargo de todo lo que no puedo atender a tiempo, como esta entrevista, por ejemplo. Lo malo es que no se trata de ninguna estrategia de invasión inteligente, que va… más bien todo es fruto de una mezcla de caos y necesidad. La parte controlada es la producción del CDN, por supuesto. Aquello es como entrar en otra dimensión. Fuera de ese oasis el contraste es enorme, y el esfuerzo para mantener el don de la ubicuidad titánico. Cada obra está ahí por circunstancias y necesidades distintas de distintas personas. No me alcanza el espacio de la entrevista para entrar en detalles.

Creo que esa gran actividad exige mantener muchos equilibrios precarios. Aparte de esfuerzo, ¿cuesta dinero hacer teatro?

Pienso que la única manera de hallar algún tipo de felicidad y de aprendizaje en el circuito «off» es asumir la precariedad sin amargarse. Dentro de esa precariedad hay matices, pero desde luego no hay ninguna iniciativa institucional que respalde verdaderamente el «off», en el sentido de hacerlo sostenible dignamente en términos económicos y dotarlo de un marco legal apropiado, por ejemplo.En mi experiencia directa la producción del «off» que nos ha salido más rentable es de lejos «Carne viva». La obra ha conseguido eso que llaman dar el salto al gran público. Cada fin de semana continúan acudiendo 180 espectadores a La Pensión de las Pulgas. Viene gente de cualquier edad y condición y no tiene pinta de que eso vaya a parar hasta el cierre del local. A ver si antes aparece algún productor avispado y se lleva la obra a un teatro comercial, como ha sugerido algún crítico.En mi experiencia directa la producción del «off» que nos ha salido más rentable es de lejos «Carne viva». La obra ha conseguido eso que llaman dar el salto al gran público. Cada fin de semana continúan acudiendo 180 espectadores a La Pensión de las Pulgas. Viene gente de cualquier edad y condición y no tiene pinta de que eso vaya a parar hasta el cierre del local. A ver si antes aparece algún productor avispado y se lleva la obra a un teatro comercial, como ha sugerido algún crítico.

Hasta lograr al menos algunos ingresos del teatro, tengo entendido que ha traducido casi de todo. Cuéntenos algo de esa etapa.

Más que traducir casi de todo, me he especializado en el subgénero de la novela romántica paranormal, bajo pseudónimo, desde hace unos cuantos años. Sí he escrito sobre los temas más diversos, también bajo pseudónimo. A pesar de semejante panorama, he tenido a veces más suerte y he firmado algunos libros y traducciones decentes. Por ejemplo, un libro que se titula «El arte de la filosofía», del que estoy contenta; una buena adaptación de relatos de Poe a novela gráfica; recopilaciones y versiones interesantes de historias para niños y jóvenes, publicadas en Parramón, y traducciones de buenos títulos para Siruela.

«Creo que la única manera de hallar algún tipo de felicidad en el circuito "off" es asumir la precariedad sin amargarse»

En sus obras muestra con frecuencia un gusto o inclinación por lo sobrenatural, ¿le interesa particularmente esa parcela o es sólo un recurso dramático más?

Esta inclinación se introdujo en mis obras antes que en mi vida, efectivamente como un recurso dramático. Sin embargo, de alguna manera el teatro siempre se cuela en la vida, y viceversa. Digamos que algunos de mis personajes casi llegan a convencerme cuando dicen cosas como las siguientes: «Los vivos y los muertos no están tan separados» o «La distinción entre lo normal y lo paranormal es solo un hábito corrupto de la mente». El Más Allá es una fuente inagotable para aprender sobre el Más Acá. Del mismo modo que la ficción es una fuente inagotable para aprender sobre la realidad

Una de sus obras anteriores, «La realidad», ha sido la semilla de «Las galaxias», y algún personaje de una obra se cuela en otras (De «Carne viva» a «Ternura negra», por ejemplo). ¿Su teatro es un sistema de vasos comunicantes?

Me gusta muchísimo repetir personajes, sí. Creo que es porque me encariño con ellos y quiero que sigan viviendo nuevas aventuras en otras obras. También me intriga explorar encuentros insólitos, como el del niño índigo con Paloma, la actriz de «Ternura negra». Fantaseo con la idea de que todos los personajes de mis obras habitan en una especie de Limbo (el Limbo de la ficción) y todos podrían llegar a cruzarse en algún momento. Ni siquiera la circunstancia de no coexistir en la misma época sería un impedimento, porque la libertad que nos brinda la ficción es infinita. Podemos inventar siempre reglas nuevas… luego es necesario ser consecuente con ellas, eso sí.

Cuéntenos más sobre «Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales».

Es una obra llena de recovecos. Una joven va a morir y convence a su hermana gemela de que la sustituya durante el cumpleaños de su madre. En realidad, esto es sostenible como comedia porque la sustituta no se acaba de creer ese asunto de la muerte. A partir de ahí se crean situaciones algo perversas que ponen en crisis la identidad de la protagonista. En cierto momento se ve impulsada a elegir entre permanecer fiel a su identidad y seguir siendo rechazada o transformarse literalmente en la otra para experimentar lo que significa ser querida. También es una obra que trata de hasta qué punto podemos o no podemos hacer cosas para que nos quieran y que señala el delicado equilibrio entre el dar y el recibir, tan importante y a veces tan complicado. En realidad, todos los personajes de la obra, cada uno a su manera, buscan un modo de estar mejor consigo mismos y con los demás.

¿Cómo surgen sus ideas a la hora de escribir una obra, dónde pesca los argumentos?

Cada vez es distinto. No hay reglas, o si las hay no me doy cuenta. A veces son fragmentos de diálogo que aparecen en la cabeza. Si les haces caso, los personajes empiezan a imponerse y comienzas a vislumbrar una situación. Luego todo es ponerse a escribir y dejar que ocurra. Otras veces puede ser un título, que surge como de la nada, o el atisbo de un argumento, las ganas de investigar sobre un tema, o alguna idea que te seduce a nivel formal e inmediatamente se arma de contenido.

«A veces pienso que escribo en géneros híbridos. Por ejemplo, el humor se tiñe de melancolía o el drama se impregna de humor negro»

¿Es verdad que el título de «Ternura negra» se lo susurró al oído un personaje mientras usted dormía?

Es completamente cierto. Soñaba que estaba dormida y lloraba. Sentía una presencia por encima de mi cabeza, en el lado izquierdo. Yo le preguntaba qué tenía que hacer para sacar ese dolor de adentro, y la presencia me susurraba: «Escribe». Entonces yo me quejaba: «Pero si ya escribo y el dolor no sale». Y esa voz, o ese ser, que yo no veía porque seguía dormida dentro de mi sueño, me contestaba: «Eso es porque no tienes el título». «¿Qué título?», decía yo. «El título que tienes que escribir». «¿Y cuál es el título?», preguntaba yo, todavía dormida y llorando en sueños. Y la voz dijo: «Ternura negra». Entonces desperté.

Dice Harold Bloom que Shakespeare no escribía en ningún género, ¿y usted, en qué género escribe?

A veces pienso que escribo en géneros híbridos. Por ejemplo, el humor se tiñe de melancolía o el drama se impregna de humor negro. Por eso invento clasificaciones como «comedia histórica de terror romántico» para «Ternura negra» o «catástrofe navideña» para «El más querido». Tal vez esta nueva obra sea un «melodrama existencial».

¿Cómo y por qué dirigió sus pasos hacia el teatro?

Es una vocación muy precoz, me recuerdo toda la vida queriéndome dedicar a esto. Siempre andaba enredando a mis amigos para hacer obras de teatro o cosas parecidas. A los trece años, por ejemplo, traté de dirigir «Bodas de sangre», pero no funcionó. A los veinte, cuando ya llevaba dos años impartiendo un taller, sí lo conseguí. Mi primer grupo de teatro, claro está que «amateur», lo fundé entonces. Se llamaba Quimera teatral. Las últimas piezas que monté con ellos fueron «Pervertimento», de Sanchis Sinisterra y una versión de «La disputa», de Marivaux.

«En mi calcetín navideño recibí la tetralogía de Wajdi Mouawad, un autor que me fascina. Y a Sanchis Sinisterra, creo que le debemos todos, lo sepamos o no»

¿Puede citarnos a sus autores preferidos y también a los que considera que debe más, suponiendo que sean distintos?

En mi calcetín navideño recibí este año la tetralogía de Wajdi Mouawad, un autor que me fascina. No solo en teatro: su novela «Ánima» me parece también extraordinaria. En cuanto a quiénes debo más, a José Sanchis Sinisterra creo que le debemos todos, lo sepamos o no, y como influencias más conscientes citaría a autores argentinos, especialmente los de la generación de Javier Daulte y Rafael Spregelburd (son muchos, pero tengo una deuda muy clara con ellos dos particularmente). Otros más jóvenes que me han impactado serían Federico León, Romina Paula o Marianela Chaud. Citar a autores españoles me da apuro porque hay muchos valiosos y no pudiendo nombrarlos a todos me dejaría algunos admirados y queridos. Así que voy a limitarme a confesar mi debilidad por Alfredo Sanzol.

En sus obras se dan situaciones paradójicas, como si el azar dirigiera los pasos de sus personajes para que sus vidas se crucen con las de otros. ¿Le parece que es así?

El azar, por definición, no podría dirigir nada, no tendría voluntad. Es decir, tradicionalmente creemos en el azar, que es ciego y fortuito, o por el contrario, creemos en el destino, en una fuerza que hace que las cosas sucedan por necesidad, y no azarosamente. Pero a mí lo que más me interesa es ese territorio fronterizo donde el azar parece volverse destino. Creo que ese es el territorio del amor. Cuando era joven, defendía la idea de que el amor es azar que se vuelve destino. Dos personas que se enamoran se conocen por casualidad, pero la sensación cuando el enamoramiento es intenso es que estaban predestinadas a enamorarse, que no podía ser de otra manera. Ahora ya no me atrevo a hacer afirmaciones tan rotundas, pero en el teatro sí me gusta seguir jugando con esa idea o fantasía

«Mi vocación teatral es muy precoz. Me recuerdo toda la vida queriéndome dedicar a esto. Siempre andaba enredando a mis amigos para hacer obras de teatro»

Usted suele dirigir sus propios textos, ¿lo hace por razones de control sobre la puesta en escena de lo que escribe o por motivos estrictamente económicos?

Escribir y dirigir teatro son necesidades que para mí han ido siempre juntas. Creo que hasta que no pongo en pie un texto mío no acabo de comprenderlo, y hasta que no he logrado dirigirlo no acabo de terminar la escritura tampoco.

¿Puede hablarnos de próximos proyectos?

Hace tiempo que deseo escribir una obra que llevará por título «Salvar a Apollinaire». En ella, dos personajes llegan a la conclusión de que si Apollinaire no hubiera muerto de una herida de bala recibida en la Primera Guerra Mundial el destino de la humanidad habría sido completamente distinto, feliz y pacífico. Es complicado explicar cómo llegan a esta conclusión, sobre todo porque lo hacen mientras se dedican a testar un vídeojuego en periodo de prueba. El caso es que uno de estos personajes es un científico excepcional, y basándose en la teoría del entrelazamiento cuántico, se propone evitar la muerte de Apollinaire y así cambiar el destino de la humanidad. Otro deseo que tengo es escribir una comedia romántica donde una pareja, de dramaturgos concretamente, lo descubrirá todo acerca del amor viviendo 64 situaciones que contengan la esencia de los 64 hexagramas del I-Ching. El título será «Todo de ti». Vete a saber cuándo puedo hacer todo esto. A ver si surge un buen mecenas.

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